El vigoroso motor de la economía china mantiene su impulso en sectores que resultan atípicos al resto de los grandes países. El consumo en el gigante asiático aporta el 40% del producto interno bruto, mientras en otras economías sólidas representa entre el 50% y 75%. Esta circunstancia estructural produce en China un superávit interno de bienes lo trasladado a otras naciones y le ocasiona déficits comerciales.
Los principales responsables de las políticas chinas compartían hace una década la visión de los economistas occidentales de que, a nivel macroeconómico, China necesitaba reequilibrar su economía y pasar de la inversión al consumo. En 2013, el Partido Comunista dijo que en adelante el crecimiento dependería de las fuerzas del mercado y de los consumidores. Pero Xi Jinping terminó en dirección contraria: el consumo se mantuvo débil y el control estatal sobre la economía aumentó.
La inversión tiene mayor peso en esa voluminosa economía y se canaliza en propiedades, infraestructuras y fábricas; las exportaciones aportan la mayor parte del resto. Descansar los flujos de recursos mayoritariamente en la inversión tiene sus riesgos. Se está viendo en la inversión inmobiliaria, se ha desplomado y era un componente importante de la demanda.
Como el consumo no está en sintonía con el tamaño de su economía, las empresas exportan lo que no pueden vender a los consumidores nacionales. El resultado es un excedente comercial anual en bienes de casi 900.000 millones de dólares. Ese superávit exige que otros países incurran en déficits comerciales.
La economía china y sus impactos comerciales
El superávit ha sido un punto álgido en las relaciones de China con EE UU, y cada vez más con otros países. Datos de la economía china advierten de la balanza comercial de 12 meses de China con Estados Unidos ha aumentado en 49.000 millones de dólares desde 2019; en 72.000 millones con la Unión Europea; en 74.000 millones con Japón y las economías recientemente industrializadas de Asia; y en 240.000 millones con el resto del mundo.
Logan Wright, responsable de investigación sobre China en Rhodium Group, una firma de investigación estadounidense, afirma que China representa sólo el 13% del consumo mundial, pero el 28% de su inversión. «Esa inversión sólo tiene sentido si China le quita una cuota de mercado a otros países y les hace inviable su propia inversión en manufactura. El modelo de crecimiento de China depende en este momento de un enfoque más confrontativo con el resto del mundo», añadió.
Si la participación de China en el consumo fuera igual a la de la Unión Europea o Japón, su gasto anual por hogar sería de 9 billones de dólares, no 6,7 billones. Esa diferencia de 2,3 billones de dólares (aproximadamente el PIB de Italia) equivale a un agujero del 2% en la demanda global. El subconsumo de la población china está profundamente arraigado a los sistemas fiscales de China y a sus decisiones políticas.
Aranceles a los productos chinos
Los países que antes veían a China como un cliente ahora ven a un competidor. “Muchas empresas chinas fabrican los bienes intermedios que nosotros exportamos principalmente. El respaldo que durante una década recibió el auge económico chino ha desaparecido”, señaló Rhee Chang-yong, gobernador del Banco de Corea.
El ministro de Hacienda mexicano, Rogelio Ramírez de la O, se quejó de las relaciones comerciales con China. «China nos vende pero no nos compra y eso no es comercio recíproco», asentó
Muchos países han visto a Estados Unidos como la mayor amenaza para el sistema de comercio mundial desde que en 2018 el presidente Donald Trump impuso aranceles elevados a China y aranceles más estrechos a otros socios comerciales. Sin embargo, los aranceles de Trump deberían verse como una reacción a la aplicación por parte de China de una política comercial descaradamente explotadora, que ha demostrado ser inmune a las normas comerciales existentes.
Sin embargo, ningún país puede resolver el problema solo. Como un dique que desvía las aguas de una inundación, los aranceles estadounidenses han desviado las exportaciones chinas a otros mercados y este intercambio ha impactado las balanzas comerciales. México, Chile, Indonesia y Turquía, entre otros países están considerando la posibilidad de imponer aranceles a China. Canadá ya anunció aranceles elevados a los vehículos eléctricos, el acero y el aluminio chinos,
Se mantiene alto el superávit comercial
La posibilidad de aplicar aranceles a la producción y economía de China es la manera de los países proteger sus industrias de la avalancha comercial de la economía china. Sin embargo, no hay una solución unificada para el subconsumo. El Partido Comunista que gobierna China se niega a aceptar que sea un problema. Por tanto, surgirán más fricciones y el sistema de comercio mundial se verá sometido a mayor presión.
La Oficina Nacional de Estadística de China informó que el PIB creció un 4,7% en el segundo trimestre, mucho más débil que el 5,1% estimado y por debajo del 5,3% del primer trimestre. Hay dudas de que China alcance el crecimiento fijado para 2024 del 5%. Después de crecimiento voraz de la economía en las décadas de los años setenta y ochenta, se muestra ralentizada en los últimos años. Las previsiones del Fondo Monetario Internacional indican que el crecimiento se desacelerará hasta el 3,3% en 2029.
En junio pasado, China registró un superávit comercial récord de 99.000 millones de dólares en medio de señales de que los importadores adelantaron pedidos para evitar aranceles más altos. Las últimas cifras oficiales de Pekín mostraron que las exportaciones crecieron a su ritmo más rápido en 15 meses. Mientras, la debilidad de la economía interna de China se reflejó en la caída de las importaciones. El superávit comercial de China fue mucho mayor que los 85.000 millones de dólares esperados por los mercados financieros.