Texto: Shirleen Chin/Ilustración: Luis Moreno
Sin crimen, no hay castigo. La activista británica Polly Higgins (1968–2019) dedicó toda su vida a exigir que el ecocidio fuese considerado por la Corte Penal Internacional como un crimen de lesa humanidad. Un cáncer truncó la salud de la que ya es conocida como Abogada de la Tierra. Su trágica pérdida fue un mazazo para el futuro del planeta, pero su legado está más vivo que nunca.
Imagínense esto: están parados en un campo abierto viendo con impotencia cómo una enorme hoguera devora hectáreas de tierra arduamente trabajadas por generaciones para cultivo de aguacate y limón. Las crecientes temperaturas globales, escasas lluvias y vegetación seca han formado durante año la receta perfecta para un trágico incendio en el sur de California.
Esta fue la realidad de muchas familias en diciembre de 2017, cuando el incendio forestal conocido como Thomas Fire ardió por toda la región ese invierno. Para poner las cosas en perspectiva, el fuego destruyó una superficie equivalente a 213.000 campos de fútbol o el territorio de Hong Kong.
Mientras que la costa oeste ardía en llamas, del otro lado de los Estados Unidos, a 4.500 kilómetros en la costa este, una dama distinguida de cabello gris sacó cuatro tubos curvados de su maleta y los enganchó. Acto seguido, sacó algo más de su equipaje de mano: una botella de whisky escocés. Luego de servirse un vaso y otro para su invitado, tomó un poco e hizo girar el hula-hula que había ensamblado, conversando como si no hubiese hecho nada fuera de lo común.
Su nombre era Polly Higgins. Acababa de llegar ese invierno a Nueva York para la 16ª sesión de la Asamblea de los Estados Partes (AEP) de la Corte Penal Internacional, programada para la semana siguiente en la sede de la Organización de las Naciones Unidas. No era la primera vez que Polly asistía a la AEP o a cualquier otra conferencia donde se discutieran temas como el Estado de derecho y la justicia ambientalista. Aunque no lo sabía en ese momento, sus dos semanas en Nueva York le traerían una nueva decepción.
La burocracia y apetito político con los que s e toparía para continuar su campaña serían una barrera difícil de superar.
Hace diez años, Polly abandonó su lucrativa carrera como abogado en Londres para empezar una campaña contra el ecocidio.
Aunque muchos verían ese cambio como un gran salto de fe hacia lo desconocido, ella lo consideró una respuesta necesaria, no tan diferente a querer salvar a alguien que se ahoga o está atrapado en una casa en llamas. El conocimiento de primera mano de Polly sobre la protección legal concedida incluso a los peores criminales la llevó a preguntarse cómo podríamos proteger la Tierra, como víctima de una actividad humana nada sostenible. Para ella, la respuesta era simple: introducir la figura faltante del crimen de ecocidio. Polly vendió su casa y usó el dinero para empezar la campaña que el planeta aún necesita.
Ecocidio a nuestras puertas
La definición que Polly Higgins presentó ante la Comisión de Derecho Internacional de las Naciones Unidas en 2010 describe el ecocidio como la pérdida, daño o destrucción severa del medio ambiente, al punto en que reduce drásticamente el disfrute pacífico por parte de los habitantes de un territorio. Un año después del incendio Thomas Fire, los incendios forestales estallaron de nuevo en el sur de California con el Woolsey Fire. Esta vez el fuego afectó principalmente a casas de lujo de los residentes de Malibú y al norte de esta zona, incluyendo los hogares de celebridades como las Kardashians, Lady Gaga y Orlando Bloom.
Más adelante, a finales de 2019, el continente australiano fue arrasado por incendios similares que muchos han descrito como apocalípticos. A la fecha, más de mil millones de animales han perecido en Australia y más aún han resultado heridos. Alrededor de 30 personas han muerto y los incendios han afectado a una superficie del tamaño de 18.200.000 campos de fútbol o todo Portugal. Y los incendios aún no acaban.
El planeta se enfrenta a eventos climáticos extremos y en ocasiones violentos: la extinción de una variedad de especies a un ritmo alarmante, la rápida acidificación de nuestros océanos y el aumento del nivel del mar, por mencionar algunos. Hemos observado frío y calor extremos a nivel global. En París, la temperatura llegó a unos sofocantes 45 grados centígrados el año pasado, provocando la necesidad de crear “habitaciones climatizadas” para prevenir que se repitiera el trauma de la ola de calor de 2003, que mató a 15.000 personas en ese país, llegando incluso a colapsar las morgues.
Más y más lugares sobre la Tierra se ven expuestos a un exceso de lluvias o escasez de agua. En el sur de España, con el aumento de la temperatura y la falta de lluvias, los viticultores tendrán más dificultades para el cultivo de la vid. En el futuro, regiones atípicas como Escandinavia y Siberia podrían reemplazar a regiones vinícolas tradicionales como España. En Kerala, India, los patrones erráticos del clima provocaron inundaciones desastrosas que causaron al menos 400 muertes en 2018.
Cada año durante los últimos siete años se han registrado las temperaturas más calurosas a nivel mundial. En Irak, donde 50°C se ha convertido en la nueva norma durante el verano, la minoría adinerada enciende sus aires acondicionados, mientras que los menos privilegiados se esfuerzan por costearse generadores para enfriar. Un informe de la ONU publicado por el relator especial profesor Philip Alston describe este escenario como el “apartheid del clima”.
Una realidad que nos ahoga
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, la temperatura media global aumentará entre 3 y 5 grados de aquí a finales del siglo. La última vez que hubo tanto dióxido de carbono en la atmósfera, aún no había humanos en el planeta. En la región del Pacífico, se espera que el nivel del mar llegue a los 0,8 metros para el año 2100. En las Islas Salomón, un estado soberano con seis islas principales y cientos de pequeñas islas, se han perdido cinco de esas islas pequeñas con el paso del tiempo y se corre el riesgo de perder otras seis. Uno de esos islotes era el hogar de 25 familias.
La temperatura de los océanos aumenta a una velocidad un 40% más rápida que las estimaciones de la ONU hace solo seis años. Aquellos cuyo sustento dependa de la pesca se verán afectados por la migración de peces hacia aguas más frías. Tuvalu, el país más pequeño del mundo, se ve amenazado no solo por el aumento del nivel del mar, sino por el declive de recursos pesqueros.
Mucho ruido y pocas nueces
Durante casi tres décadas, Naciones Unidas ha servido como plataforma para las discusiones sobre el clima. Exactamente eso. La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático o Conferencia de las Partes (COP) se celebra anualmente desde 1992 con el fin de animar a los países a comprometerse con objetivos de reducción de emisiones cada vez más ambiciosos. Muchos críticos dicen que este evento no es más que un montaje, dado que la cantidad de CO2 en nuestra atmósfera no ha hecho más que aumentar.
Un pequeño Estado en el Pacífico sur
No fue una sorpresa que Vanuatu contactara a Polly, ya que actuó basado en su política sobre cambio climático. Vanuatu es un país en vías de desarrollo en una pequeña isla del Pacífico Sur. Con uno de los PIB más pequeños del mundo, es responsable de una cantidad insignificante de las emisiones globales de CO2. Vanuatu, como sus naciones vecinas en el Pacífico, ha estado en la primera línea frente al cambio climático. Cuando el ciclón Pam, de categoría 5, arrasó la región en 2015 destruyó más del 60% de su PIB, el cual depende en gran medida de la agricultura y el turismo.
El deber del cuidado
Haciendo hincapié en la justicia penal, la campaña de Polly se enfocó en el uso de la ley penal internacional como factor disuasorio contra prácticas ecocidas. Esto se debe a que actualmente no existe una respuesta internacional vinculante ni deber de protección del planeta. En otras palabras, donde no hay crimen, no puede imponerse un castigo. Introducir el crimen del ecocidio obligará a los gobiernos, compañías e individuos a pensarlo dos veces antes de seguir sus negocios como de costumbre –negocios sucios que han ocasionado incidentes climáticos mucho más frecuentes, intensos y erráticos–. Comparado a los instrumentos de leyes no vinculantes como el Acuerdo de París, el ecocicio indicará una política de tolerancia cero contra acciones dañinas. La sede de la Corte Penal Internacional se ubica en La Haya, en Países Bajos. El organismo se rige por el Estatuto de Roma, el cual contiene cuatro crímenes reconocidos a nivel mundial: el genocidio, crimen de lesa humanidad, crímenes de guerra y crímenes de agresión. El ecocidio, un crimen que determina la supervivencia de nuestro planeta y sus habitantes, no forma parte de la lista.
Tergiversando la realidad
Hay grandes volúmenes de datos científicos que demuestran que el cambio climático es real. Sin embargo, las grandes naciones y compañías emisoras de carbono deciden minimizar sus alarmantes llamados. De hecho, las grandes empresas emisoras de dióxido de carbono han estado al tanto del impacto negativo de la extracción del llamado “oro negro” desde la década de 1970. Han decidido tomar la ruta de la industria del tabaco y dedicarse a engañar, confundir y manipular a la opinión pública.
Otras prácticas que perpetúan el ecocidio incluyen industrias extractivas y contaminantes como la minería, la industria maderera y compañías de gestión de residuos. En regiones donde la reglamentación o normas jurídicas al respecto son débiles, como suele ser el caso en los países donde operan estas compañías, años de prácticas no sostenibles y no reportadas han ocasionado un daño irreversible en el medio ambiente y en comunidades vulnerables. A menudo los funcionarios gubernamentales son cómplices en estos actos dañinos.
Poder para los pequeños
La Corte Penal Internacional ofrece ayuda humanitaria inigualable a aquellos que han sufrido a manos de prácticas sin escrúpulos dañinas para el medio ambiente. Hoy en día, 123 países (llamados Estados miembros) son parte de la Corte Penal Internacional. Solo se necesita que uno de esos países miembros presente la propuesta para incluir el crimen del ecocidio en los Estatutos de Roma. A diferencia de otros procedimientos de votación internacionales, como es el caso de la ONU, donde el Consejo de Seguridad tiene poder de veto, o el Consejo Europeo, donde la votación se basa en el tamaño de la población, en la CPI cada Estado miembro puede votar independientemente de su tamaño o poder político.
Una vez que una mayoría simple (63 países) acuerde considerar la propuesta, solo se necesitará una mayoría de dos tercios, es decir 82 países, para que el ecocidio esté perseguido por la ley.
Es importante señalar que hay 57 pequeños estados insulares en el mundo. Ciertamente hay otros estados que considerarían esa propuesta. Dada la urgencia de la crisis climática, explorar este recurso legal debería ser de alta prioridad para todos los estados insulares y países cuyas capitales sean vulnerables a los impactos del cambio climático. La inclusión del crimen de ecocidio en el Estatuto de Roma será una clara señal de tolerancia cero contra el comportamiento nocivo y generará verdaderas acciones encaminadas a llegar a cero emisiones netas de carbono.
¡No más perdido de tiempo!
La temperatura del planeta ha subido desde el inicio de la industrialización en 1750 y la actividad humana amenaza con llevar al planeta a un punto sin retorno. La temperatura aumentó 1°C, y dos tercios de dicho aumento sucedió a un ritmo vertiginoso desde 1975. El límite aceptable para un futuro seguro para la humanidad y la naturaleza es 1,5°C. Para lograr este objetivo, será necesario reducir las emisiones a la mitad para 2030 y llegar a cero emisiones netas para 2050.
La tecnología de captura de carbono está a la orden del día y se ha abaratado con los años. Plantar árboles o rehabilitar humedales puede ser una manera fácil de absorber el dióxido de carbono en el aire. En algunas partes del mundo los patrones de consumo están cambiando lentamente con el aumento de la conciencia sostenible, al ritmo que crecen las redes sociales. Casi no hay excusas para evitar las medidas de anulación de carbono a nivel individual o gubernamental.
Naciones Unidas llamó a los países de todo el mundo a parar la construcción de plantas de carbón, lograr la transición a energías 100% renovables y eliminar los subsidios a los combustibles fósiles. Después de todo, una economía más verde no solo es beneficiosa para todos, sino que traerá grandes oportunidades de negocios. Es momento de abandonar el viejo mundo. Los inversionistas ahora ven los riesgos y errores en las industrias extractivas y están comenzando a diversificar sus activos. Los consumidores también exigen más.
“Si esto es lo que se requiere…”
Por desgracia, Polly falleció el pasado mes de abril, cinco semanas después de ser diagnosticada con cáncer terminal. Fue una pérdida trágica y repentina para su familia, amigos, las comunidades a las que inspiró y, por supuesto, la Madre Tierra. Aún tenía muchos planes para su campaña.
En sus propias palabras, casi premonitorias, “si esto es lo que hace falta” para llamar la atención a la necesidad de la ley del ecocidio, la muerte de Polly podría ser justo el empujón que necesita el mundo. Con lo malo viene lo bueno y viceversa. El auge de movimientos base como Extinction Rebellion y la aparición de Greta Thunberg sucedió al mismo tiempo que algunas de las tragedias ambientales más discutidas en redes sociales y un deficiente liderazgo político –solo hace falta ver las declaraciones del presidente brasileño, Jair Bolsonaro, sobre los incendios en el Amazonas–.
En diciembre de 2019, durante la 18° sesión de la Asamblea de las Partes en la Corte Penal Internacional de La Haya, Vanuatu y las Maldivas pidieron a la Corte Penal Internacional considerar la introducción del crimen de ecocidio. Comunidades indígenas de Brasil están haciendo un llamado para proteger el Amazonas de las políticas del presidente Bolsonaro.
Por su parte, el presidente de Francia, Emmanuel Macron declaró abiertamente que el crimen de ecocidio funcionaría de manera más efectiva a nivel internacional. Su gobierno ya está considerando incluir este delito en la legislación penal nacional. El mundo finalmente es más consciente de la importancia de tener una Ley del Ecocidio.
La organización sin fines de lucro de Polly, Ecological Defence Integrity, ha continuado su trabajo en el aspecto diplomático y legal, así como a nivel comunitario, para crear conciencia, progreso e inclusión del crimen de ecocidio internacionalmente.
Polly ha dejado una chispa y su equipo ya está avivando las llamas –en sentido figurado, claro está–.
Para más información visite Cambio16.com
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