El término viral “doomscrolling” se refiere a algo con lo que muchos están familiarizados: el hábito a leer malas noticias a través de las pantallas del móvil o computadora.
Doomscrolling (de ‘doom’, o fatalidad, y ‘scrolling’ o deslizar hacia abajo el dedo o la vista en páginas web) fue registrado por Urban Dictionary y Merriam-Webster y se define como desplazarse por todos los feeds de redes sociales buscando las últimas noticias inquietantes sobre la última catástrofe.
La cantidad de tiempo que se pasa haciendo esto es directamente proporcional a cuánto peor se sentirá después de haber terminado. Sin contar con que si se le dedica muchas horas a esta práctica es muy probable que los algoritmos de Google o Facebook nos muestren el doble de historias desastrosas.
La pandemia lo ha agudizado
La pandemia mundial de la COVID-19 nos ha dejado un confinamiento que resulta en tener más tiempo libre y más horas conectados a Internet. Las personas tienen más probabilidades de pasar horas leyendo noticias catastrofistas.
Si algo ha demostrado la cuarentena es que se está más conectados que nunca a las pantallas. Facebook ha agregado 100 millones de nuevos usuarios durante la pandemia y Twitter ha superado los 186 millones de usuarios diarios.
El deseo de estar informados es una necesidad humana, más aún en estos tiempos de pandemia en los que abundan las malas noticias. La solución a esto es evitar saturarse de información y enfocarse en medios de comunicación que publiquen información contrastada.
Los medios lo incentivan
La pandemia por la COVID-19 ha sacado a relucir el catastrofismo en el ejercicio periodístico. Cualquier mala noticia relacionada con el virus o con otras catástrofes captura la atención de las personas con más facilidad que una noticia normal.
Los medios aprovechan esta situación para generar titulares más llamativos, escandalosos y hasta exagerados. Aunque las noticias catastrofistas no son necesariamente noticias falsas, impactan mucho más en la salud mental.
“Hay que evitar tanto la sobreinformación como la desinformación”, explica la psicóloga Julia Pascual, que recomienda leer sobre la enfermedad solo una vez al día. La psicóloga también aconseja “evitar hablar continuamente del tema porque el pánico genera más pánico”.
Pero la culpa no es de los medios, los seres humanos procesamos los datos negativos más rápido que los positivos y los recordamos durante más tiempo. Nuestro cerebro está programado para darle más atención a las malas noticias. Es una forma de “estar alerta”.
¿Cómo dejar de hacer doomscrolling?
Se puede iniciar un conjunto de hábitos para evitar grandes repercusiones en la salud mental. Descansar del móvil y las computadoras es esencial, sobre todo en horas de la noche en las que la luz azul de las pantallas interfiere con la producción natural de melatonina.
Mantener conversaciones más humanas tanto en la vida real como en las redes. La tecnología no es solo para consumir contenido, se deben generar conversaciones. Conversar y exteriorizar temas en línea puede generar un sentimiento de acompañamiento.
Un estudio de la Universidad de Copenhaguen de 2016 mostró que los usuarios que pasan más tiempo solamente leyendo y consumiendo contenido en forma pasiva sin iniciar conversación, son más propensos a desarrollar estrés que las personas proactivas al momento de consumir contenido.
Otro hábito que debemos afinar es filtrar el contenido, curar la calidad de lo que sé está leyendo puede ayudar a no caer en fake news y a evitar tanto la desinformación como la sobreinformación.
Ser conscientes de las horas que se pasan viendo las pantallas, de forma que se pueda tener ciertos límites con el tiempo que se pasa en ellas.
La exposición a las malas noticias hace pensar que el mundo es más peligroso de lo que realmente es y puede tener graves consecuencias a largo plazo.
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