por Marc Arcas | Washington (Efe)
El primer debate en las primarias del Partido Republicano para elegir candidato para la Casa Blanca en 2016 tenía un protagonista fijado de antemano, el multimillonario Donald Trump, quien fue desde el primer minuto el centro de toda la atención y cuyas salidas de tono no defraudaron.
De entrada, resulta difícil determinar quién fue el ganador del debate, si es que hubo algún ganador (fueron diez los participantes en el debate), y todavía más si Trump salió beneficiado o no de su primera prueba seria, algo que sólo las encuestas de los próximos días determinarán.
Resulta especialmente difícil medir el éxito de Trump porque el magnate neoyorquino no puede calibrarse en los mismos términos en los que se mide al resto de candidatos o a los políticos convencionales, puesto que él apuesta por el espectáculo, lo políticamente incorrecto y lo sorprendente. Y en ese sentido, su actuación en el debate de la noche del jueves (la primera de su carrera en el mundo de la política) no defraudó: dio sorpresas, realizó salidas de tono y no sólo fue políticamente incorrecto, sino que se jactó de ello.
«A Hillary Clinton le dije ‘Ven a mi boda’ y vino a mi boda. No tenía elección. Yo había donado a su fundación», explicó Trump, quien usó este ejemplo, protagonizado por él mismo, para probar que «el sistema está roto». Ese golpe, que pocos se esperaban, fue uno de los grandes momentos de la noche, y refleja perfectamente lo poco convencional de un candidato como Trump, cuyo argumento más recurrente para atacar al «establishment» político es revelar que él mismo se ha aprovechado durante años de las fisuras del sistema.
Para Trump, «el sistema está roto» porque, en el pasado, él mismo ha donado dinero a «muchos políticos», a quienes, años más tarde, les llamaba y «ellos estaban allí» para él. Este tipo de razonamientos tan poco habituales en política son, a juicio de los politólogos, lo que explica en gran medida el éxito de Trump en las encuestas, ya que parte de la ciudadanía lo percibe como un arrebato de honestidad (y entretenimiento) al que no está acostumbrada en una campaña electoral.
Algunos medios y expertos apuntaban antes del debate a la posibilidad de que, ahora que ya es una cara más que conocida y que lidera todas las encuestas, Trump aprovechase el debate para cambiar su estrategia de comunicación y presentarse como un candidato «presidenciable», es decir, en la línea del político convencional.
Amenaza con presentarse en solitario si pierde las primaras
Sin embargo, en el minuto uno Trump ya demostró que mantendría su línea beligerante y de «showman», al amenazar con presentar una candidatura independiente si no resulta nominado por el Partido Republicano para ser el candidato.
Inmediatamente, la moderadora de Fox News, Megyn Kelly, le preguntó por sus comentarios irrespetuosos hacia algunas mujeres, a las que ha llamado «cerdas gordas, perras, guarras y animales desagradables», a lo que Trump respondió con un escueto «sólo a Rosie O’Donnell».
La comediante estadounidense y Trump comparten un intenso historial de enfrentamientos verbales que se remontan a 2006 a raíz de una polémica en el concurso Miss EEUU, propiedad del magnate neoyorquino. Al término del debate, la prensa de EEUU sólo tenía un nombre para sus titulares: Donald Trump.
«Trump agita el primer debate entre los candidatos republicanos» y «En el libro de juego del debate republicano, Trump escribe sus propias reglas» fueron los destacados de The Washington Post. «Trump se lleva el ‘show’ al mezclar política y energía», tituló The New York Times, mientras que el The Wall Street Journal destacó que «Donald Trump se ganó la ira y los aplausos por su actuación al estilo ‘cuéntalo tal y como es'».