A punto de cumplirse 37 años del peor accidente nuclear de la historia, Chernóbil guarda a veces en silencio y otras con estruendo, dolorosos recuerdos que el tiempo no ha borrado y que ahora se han avivado. Con las ciudades de Ucrania arrasadas por la guerra, las ruinas de Chernóbil se sienten menos sobrenaturales. Las explosiones distantes provocadas por animales que pisan las minas colocadas por los rusos son un brutal recordatorio de que la paz no llega.
El edificio de confinamiento y el enorme sarcófago que sepulta los restos del Reactor No. 4 se mantienen como una lección de lo que puede suceder cuando la política interfiere en el esfuerzo científico de producir energía limpia dividiendo el átomo. En Chernóbil, el 26 de abril de 1986, dos enormes explosiones volaron la tapa de 2.000 toneladas del núcleo en llamas. Cerca de Pripyat, en Ucrania. En ese momento pertenecía a la extinta Unión Soviética.
La noche de febrero de 2022 cuando los rusos invadieron Ucrania se registró un aumento drástico en los niveles de radiación. De dos a ocho veces más de lo habitual en diferentes partes de la zona de exclusión de Chernóbil, dijo Serhiy Kirejev. Funcionario ucraniano responsable del monitoreo ambiental, reseñó The New York Times.
Kirejev explicó que cuando más de 5.000 vehículos militares rusos entraron en la zona por las carreteras y luego los soldados comenzaron a cavar trincheras, agitaron el polvo radiactivo de la capa superior del suelo”.
Chernóbil y la guerra en Ucrania
Una mirada rápida a los búnkeres que los rusos excavaron en las partes más contaminadas de la zona dejó claro cuán descuidados habían sido. Los soldados prendieron fuego y cocinaron en tierra tan radiactiva que hizo que un contador Geiger saltara cuando se probó en una visita reciente. Hay informes contradictorios sobre si los soldados rusos sufrieron envenenamiento por radiación.
Todavía 99 personas viven en la zona de la catástrofe nuclear. Un área que cubre unos 2.589 kilómetros cuadrados de algunos de los suelos más radiactivos del planeta. La desastrosa fusión de la planta de energía nuclear de Chernóbil cubrió la región con cien veces más radiación que la liberada por las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki juntas.
Para el pequeño grupo de ancianos que permanecen en la zona de Chernóbil, la invasión a Ucrania de los rusos y el desastre nuclear son catástrofes que limitan sus vidas. Halyna Voloshyna, de 74 años de edad, no ha abandonado su hogar a pesar de la contaminación.
A las pocas horas de la fusión, dos trabajadores de la planta murieron, en los meses siguientes, otras 28 personas fallecieron por envenenamiento radiactivo. Aunque las estimaciones del total de muertes hasta la fecha varían ampliamente, miles han fallecido de cáncer y otras enfermedades asociadas con la radiación.
Las órdenes de evacuación llegaron en mayo y, finalmente, alrededor de 200.000 personas fueron reubicadas, según la Agencia Internacional de Energía Atómica. Pero la señora Voloshyna no estaba entre ellas. Se escondió dentro de su casa después de que la policía ordenó el desalojo. Su casa fue sellada desde el exterior.
Otros temores y angustias
Al día siguiente, vio cómo los policías disparaban a los perros. Luego cortaron la luz y el agua. Pero Halyna estaba decidida a quedarse en la casa construida por su abuelo medio siglo atrás. A orillas del río Pripyat.
A diferencia de cuando ocurrió la fusión, el peligro de los rusos invasores fue claro de inmediato. Esa noche, Evgen de 86 años, esposo de Halyna, anotó sus pensamientos en su diario.
Dos días después, su vecina le advirtió a la Voloshyna que sus dos hijos adultos estaban en peligro. Uno de ellos había servido anteriormente en el ejército ucraniano y, por lo tanto, serían de particular interés para los rusos. Así que al amparo de la oscuridad, los dos hombres se deslizaron hasta la orilla del río detrás de la casa. Cargaron dos bicicletas en dos pequeñas lanchas a motor y partieron.
Se escondieron durante más de un mes. “Solo cuando el área fue liberada por las fuerzas de Ucrania pudieron regresar a casa”, dijo.
Los combates del ejército ruso han apuntado en todo momento a las centrales nucleares de Ucrania, como una manera de tomar el control. En varias oportunidades han bombardeado Zaporiyia, la mayor planta nuclear de Europa. Ucrania tiene cuatro centrales nucleares con un total de 15 reactores. Representan aproximadamente la mitad de la producción de electricidad de Ucrania.
Desde el inicio del conflicto este tema energético es motivo de alarma. El Organismo Internacional de Energía Atómica ha alertado a Rusia de los peligros y riesgos de estos ataques y el desbordamiento de un nuevo desastre.