Por Nieves Albarracín | Efe
17/10/2016
Las casi doce horas de locuacidad del cerebro de Gürtel, Francisco Correa, tras siete años de absoluto silencio, han puesto en marcha el motor de las especulaciones. ¿Responden a una confesión calculada y pactada con la Fiscalía, o a una estrategia a la desesperada en busca de la salvación?
Su negativa este lunes a responder a las preguntas del abogado del PSOE valenciano por «consejo» de su abogado, rectificándose a sí mismo ante el tribunal, no ha hecho más que avivar ese debate.
La soltura e incluso descaro que ha desplegado en tres jornadas de declaración, y el dominio, no poco arrogante, que ha exhibido sobre su «macrocausa Correa», le presentan en exceso relajado como para enfrentarse a 125 años de cárcel.
Su nuevo abogado, Juan Carlos Navarro, contratado justo para este juicio, ha justificado esa repentina sinceridad en un deseo de acumular «atenuantes» tanto por confesión como por reparación del daño. Un arrepentimiento que Correa estrenó poco antes de que comenzara la vista oral aportando 2,2 millones de euros de las cuentas que tiene bloqueadas en Suiza.
Sin embargo, la ligereza para lanzar algunos dardos envenenados caiga quien caiga hace dudar que se haya atenido a la literalidad de un pacto de colaboración con la Fiscalía y sea verosímil la tesis de que está gastando ese último cartucho del arrepentimiento tardío sin medir el alcance de los disparos.
Es evidente que los trapos sucios que ha aireado para salir lo más airoso posible le han traído nuevos incendios que sofocar. Se ha puesto en su contra a compañeros de banquillo que se han visto salpicados o claramente señalados (que habrá que ver cómo se defienden), y también a poderosas empresas perjudicadas por su lenguaraz confesión.
El segundo día que habló tres grandes constructoras a las que puso en el punto de mira le anunciaron querellas al poco de meterlas en su saco y ese mismo viernes protagonizó una evidente discusión a la salida del juicio con el abogado de «El Bigotes», su socio en Valencia.
Sin duda tuvo que ver con su indiscreción al revelar ante toda España que le pagó un sueldo en b durante cuatro años. Pudo ser un exceso de confianza el que le llevó a cometer ese lapsus, pero al «Bigotes», esa salida del tiesto poca gracia tuvo que hacerle.
La misma poca que les hizo a OHL, ACS y Dragados cuando implicó a estas empresas en los amaños que hacía con Luis Bárcenas para conseguir obra pública en «diversos» ministerios. Puso el dedo en solo dos: Fomento y Medio Ambiente, cobrándose indirectamente otras dos víctimas: Francisco Álvarez Cascos y Jaume Matas.
De Bárcenas ya ni hablamos. Desde que Correa abrió la boca, el extesorero del PP ha estado haciendo un enorme trabajo de contención para evitar mirarle cuando declaraba -no ha parado de tomar apuntes- y para mantenerse a una distancia prudencial de él en los recesos. No es para menos después de haberle dejado al borde del precipicio. A ver cómo se defiende. Ese duelo promete.
Ahora ha sido el turno de Correa, y aunque se le ha acabado este lunes -el siguiente será el de su número 2, Pablo Crespo- todo apunta a que la sombra del pacto o no pacto seguirá planeando en un juicio en el que el cabecilla de Gürtel, en un alarde de compadreo, no pudo evitar confesar a la fiscal que se estaba sintiendo «cómodo».