La idea de implantarse un dispositivo bajo la piel no es nueva. Pero las tecnologías, galopando al ritmo de mentes privilegiadas, han diseñado unos microchips que permiten aumentar las capacidades humanas. Potencialidades añadidas que se adentran en el campo de la ética. Su uso controvertido desatada muchas inquietudes. Por qué y para qué.
En 1998 el investigador inglés Kevin Warwick demostró la utilidad de un micro-implante hospedado en su brazo. Conocido por sus investigaciones sobre interfaz cerebro-computadora, utilizó el dispositivo como control remoto de puertas, luces, calefactores y para localizar animales perdidos.
Desde entonces miles de personas lo cargan. Se lo introducen debajo de la piel entre el pulgar y el índice. Les permite acceder a la oficina o arrancar el coche con un simple movimiento de mano. También se pueden almacenar datos médicos en estos implantes.
Hay algunas empresas, como la de ferrocarriles sueca, SJ, ofrece a sus usuarios la posibilidad saber la información del saldo que tiene para viajar y otros datos más. Siempre que el chip lo lleven implantado y se pueda leer mediante el sistema NFC (Near Field Communication).
Ahora, esta tecnología permite elevar las capacidades humanas. Podría emplearse para suplir una carencia o un problema, pero sus usos pueden ser muchos. De allí que se dispara la incertidumbre cuando se trata de microchips que se instalan bajo la piel o de dispositivos diseñados para perfeccionar y mejorar el cuerpo humano.
Varios expertos aseguran que estas tecnologías llegaron para quedarse. Por tanto, es importante establecer reglas de convivencia que eviten una segregación. O incluso, del riesgo de que personas con mayor poder económico puedan cobrar una ventaja competitiva mejorando sus capacidades físicas o mentales.
Microchips para elevar las capacidades humanas
La sola idea de llevar algo implantado en el cuerpo, que no se puede apagar, supone una invasión total de la intimidad. Es un cuerpo extraño con características y propiedades.
Marco Preuss, director de la empresa de ciberseguridad Kaspersky, dijo que estas tecnologías usadas hasta ahora con fines médicos o militares, están ganando impulso. Empieza a haber una importante demanda.
Se refirió a las aplicaciones o dispositivos de realidad aumentada o a los implantes de chips bajo la piel. Basados en técnicas de radiofrecuencia que permiten hacer muchas operaciones, desde identificarse hasta pagar.
«Es realmente difícil predecir cómo va a evolucionar, Pero es probable que veamos tecnología que utilice datos humanos para mejorar la vida, como sensores de movimiento. Que los proyectos de edición del genoma tengan éxito. O que seamos testigos de modificaciones del genoma humano en la vida real», añadió el investigador.
Si esos microchips están controlados y se desarrollan con el objetivo «claro» de mejorar la vida y las capacidades de las personas, no habrá controversia. Preuss comentó que la complejidad ética surge si se trata de aplicar esos conocimientos para crear «supercapacidades» humanas. Apeló a la responsabilidad de los gobiernos y de la industria para que esas tecnologías se desarrollen de una forma regulada y segura.
Necesidades, caprichos y otros fines
Los microchips implantados en la piel para incrementar las capacidades humanas, fue analizado por Elena García, del Centro de Automática y Robótica de la Universidad Politécnica de Madrid. Y del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España (CSIC).
La ingeniera industrial confió a Efe que todos los avances tecnológicos plantean interrogantes éticos. Y aunque en este caso el debate está todavía en ciernes porque las posibilidades aún son muy limitadas, es bueno anticiparlo. Ver hasta dónde llevaría un uso de estas tecnologías basado solo «en el capricho».
García es especialista en el uso de exoesqueletos para ayudar a combatir los problemas de movilidad que generan las enfermedades neurológicas. Afirma que esta tecnología «empieza a ser una realidad» y cada vez hay menos resistencias a utilizarla. Los exoesqueletos son más ligeros y más eficaces, y refiere que su uso puede ser médico y clínico para superar una dolencia o una patología.
La experta prefiere hablar de estos microchips como «complemento de capacidades» humanas más que de aumentarlas. «Pocas de estas tecnologías llegan a superar las capacidades humanas, más bien complementan aquellas que se han perdido por causa de alguna enfermedad».
Por ejemplo, cita, un robot-cirujano puede aportar precisión y seguridad en una intervención y hacerla mínimamente invasiva. O un exoesqueleto amplificar la fuerza de un operario y evitar así dolencias musculares. García se ha mostrado convencida de que, como en otros aspectos de la vida, también se regularán las posibilidades de incorporar tecnología al cuerpo humano «por capricho».
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