La salud humana y la vida silvestre dependen directamente de que los mares y océanos se encuentren limpios. Sin embargo, cada vez se encuentran más amenazados por los impactos de la actividad humana y los efectos del cambio climático. Ante la gravedad de la situación, los arquitectos han repensado la función que tendrán los edificios y cómo crear soluciones. La diseñadora Lenka Petráková, trata crear conciencia a través de una estación flotante de investigación y rehabilitación oceánica llamada 8th Continent (octavo continente), que le valió el Grand Prix 2020, el premio de arquitectura más importante de Francia.
Tras haber estudiado la contaminación de los océanos, Petráková, diseñadora principal de Zaha Hadid Architects en Londres, desarrolló una idea para su tesis de máster en la Universidad de Artes Aplicadas en el estudio Hani Rashid hace unos años. «Me di cuenta de lo destruidos que están los océanos y de la cantidad de especies que se han extinguido, de la cantidad de contaminación que hay, y de que las partes que quizá nunca han visto a un ser humano, sienten los efectos de nuestras actividades», señala.
Un proyecto de arquitectura sostenible
El proyecto también ganador del premio Innovation of the Sea de la Fundación Jacques Rougerie, representa un buque oceanográfico autosuficiente que limpia el Océano Pacífico, recogiendo el plástico de la superficie y convirtiéndolo en materiales reciclables.
La estación flotante, que parece un pulpo gigante, también alberga instalaciones de investigación y educación, así como un centro de reciclaje de plástico oceánico. Produce su propia energía y está equipada con invernaderos y centros de desalinización.
Para crearla, la diseñadora se fijó en las especies marinas, tanto animales como vegetales, y estudió cómo interactúan realmente con los entornos acuáticos y cómo pueden cosechar energía.
Limpiar el océano y restaurar su salud
El objetivo principal del diseño de la estación flotante sostenible es ayudar a limpiar el llamado «octavo continente» y a esto debe su nombre. Hoy en día, las grandes superficies cubiertas de contaminación plástica marina equivalen al tamaño de un continente, específicamente 1,6 millones de kilómetros cuadrados del Océano Pacífico. “El que crece en el océano Pacífico es conocido como el octavo continente. Por mucho tiempo, vivimos en la ilusión de que no podíamos dañar el océano con nuestra acción en tierra firme. Dejamos que cientos de especies se extinguieran”, asegura Petráková.
Y es que al menos 8 millones de toneladas de plástico acaban en el mar cada año, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). La mayor parte de este plástico vuelve a nosotros y acaba en nuestros alimentos y por ende, en nuestro cuerpo. También, a consecuencia de la contaminación de los océanos cada año mueren 100.000 mamíferos y tortugas marinas y un millón de aves marinas.
Busca promover la investigación oceánica
Por otro lado, Petráková también concibió este modelo de arquitectura sostenible para apoyar proyectos de investigación oceánica y diversos usos secundarios que ayudarán a promover la investigación ambiental.
Octavo continente se divide en cinco áreas programáticas o funcionales. Comenzando por la barrera, que recolecta desechos y genera energía a partir de las mareas; el recolector, que se utiliza para clasificar y reciclar los desechos marinos; el centro de investigación y educación; el invernadero, donde se puede procesar el agua y se pueden cultivar plantas; y las viviendas para apoyar al personal y a los investigadores.
Otros proyectos igual de importantes
Un rascacielos sostenible, diseñado por Honglin Li y llamado Filtration, aporta una solución igual de importante al problema de la polución marina. Tiene una estructura modular de bloques prefabricados con varias plantas dedicadas a recoger basura y al tratamiento del agua.
Mientras tanto, la empresa Oceanix proyectó una ciudad de islas artificiales compuesta de módulos de dos hectáreas que pueden llegar a albergar a 300 personas cada uno. Pero lo más especial es que se creó con el objetivo de paliar la desaparición del centenar de islas que componen la Polinesia Francesa debido a la subida del nivel del mar. La ciudad podría llegar a una capacidad de 10.000 residentes y a ocupar una superficie de 75 hectáreas.
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