El discurso es una herramienta muy poderosa. Lo decía Michel Foucault: “El lenguaje es, como saben, el murmullo de todo lo que se pronuncia, y es al mismo tiempo ese sistema transparente que hace que, cuando hablamos, se nos comprenda. El lenguaje es a la vez todo el hecho de las hablas acumuladas en la historia y además el sistema mismo de la lengua”.
¿Pero qué sucede cuando el habla, el lenguaje, el discurso, el sistema, no es transparente por falaz, embaucador y manipulado? Nace el abuso de poder a través de la literatura [que no es literatura], sino voluntad de controlar el poder.
Lenguaje, dominación y poder
Teun A. van Dijk, en su obra El discurso y el poder’ [Barcelona 2009] aporta un sesudo análisis sobre lenguaje y control siguiendo los estudios de Robert Fowler, Bob Hodge, Gunther Kress y Tony Trew.
“Como lo mostraron Fowler y su equipo en 1979, la noción teórica crucial del poder y la dominación es el «control» […] “Quienes tienen acceso al discurso público, al discurso político, parlamentario; al discurso de los medios, educacional, académico y científico, son quiénes están en condiciones de controlar”.
Voluntad de control válida, si los medios, la misión, la oferta académica y los fines son honestos, legítimos.
Dice Van Dijk: “Si alguien controla parte de la producción del discurso público, también controla parte de sus contenidos. Y, por lo tanto, controla indirectamente, la opinión pública, que puede no ser exactamente lo que pensará la gente, pero será al menos aquello sobre lo que pensará”.
Volviendo con la sentencia de Foucault, qué hacer si el discurso que tiene el privilegio de “controlar contenidos”, sentimientos, tendencias, es manejado bajo la estrategia de la “manifestación episódica” o representación de eventos de alto impacto [tremendistas], para incidir en la memoria de corto plazo. Esquema propio de las redes sociales. Una idea, opinión o síntesis, que debe formarse en 140 caracteres, en 120 segundos o en un reel de 30. Efímero pero filoso.
Un pensamiento lateral que no es real
La comunicación, el lenguaje, la narrativa, los conceptos, el mensaje, se hacen sumamente espontáneos, súbitos, enhebrados con “memes, gimmicks, símbolos o anatemas” que inducen un pensamiento lateral que no es real. Por lo tanto, concluye Van Dijk, poder es control y control es manejar un discurso preferencial en su producción, contenidos y estilo, para inducir al público sobre qué pensar.
La teoría de ‘agenda setting’ [Walter Lippmann, McCombs y Shaw] se viene estudiando desde los sesenta. Es crear modelos de consciencia, prioridades y relevancias, afines con las demandas del público. EL objeto es la noticia veraz y la fuente-sujeto, identificable. EL problema en Internet es que el objeto es divulgación y la fuente anónima.
Almorzar con Hitler o con Castro
Las redes sociales son improvisación e instantaneidad. Es adecuación de la agenda. ¿Qué no hubiese hecho el ministro de propaganda Nazi Joseph Goebbels, si hubiese contado en su tiempo con Instagram, Twitter, Facebook o YouTube? Memes que valen más que un poema de Shakespeare o Alexander Pope. Ya lo decía en Macbeth: “La vida es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no tiene ningún sentido”.
El ministro Nazi [Goebbels] consagró el antisemitismo y la discriminación racial más sangrienta de la historia contemporánea. Un discurso estigmatizante, ponzoñoso, donde los judíos eran los culpables de todo.
En minutos corrió como pólvora, un “me gustaría almorzar con Hitler y Fidel para preguntarle [a Hitler] por qué no terminó todo lo que había comenzado [el holocausto, el exterminio], a lo que agregó “que él no vivió en esa época y desconoce sí pasó”. En otras palabras, el negacionismo como “modelo de inconsciencia”, que desecha la historia y la verdad, agendando a los apóstatas y asesinos.
Lo peligroso es que luce como un acto de ignorancia, pero hasta la idiotez [Macbeth] queda agazapada por el medio. En realidad, es un acto de inmensa ‘manipulación episódica’ [Dixit Van Dijk] que golpea vínculos cognitivos y sociales para desmoralizar y negar.
Incurriendo sobre una “memoria corta, sobre aquellos que no les interesa la verdad histórica, sino la conducta impropia, ideológica, banal, para sentirse parte de grupos de control, de dominio o preferencia, o para exculpar su inacción o cobardía contra el dictador, recurren a un lenguaje “crítico, falaz, dialéctico, artificioso, lírico, acomodado” que aviva la división, el desprecio, el odio y, ojo, el allanamiento.
Un ritual a la mentira no es literatura
Coincido que la narrativa del humorista es pura. Alegra con la verdad. Y aunque duela [la verdad], ríe. Transporta, da Fe y confianza. Por eso el humor tiene tanto o más poder que un político. Cuando el discurso, la cognición [conocimiento aparente] y la sociedad lo convierten en un arma peligrosa de tergiversación y mentira, corroe la belleza de la cultura, la paz y la justicia.
A partir de un ritual absolutista que traza las palabras en un espacio de consagración –oscuro, opaco y fanatizado, según Foucault– “hace de cada palabra un modo absolutamente decepcionante en relación con la literatura, porque no hay ninguna palabra [necia] que pertenece por esencia, por derecho de naturaleza, a la literatura”.
El problema es que la influencia en el «control de la mente» que ejercen los medios debería realizarse en un marco sociocognitivo más amplio, alerta Dijk. “Los medios de comunicación masiva han dado paso a una enorme diversidad de medios alternativos, medios para «nichos» especiales y fundamentalmente las vastas posibilidades de internet, los teléfonos móviles y el uso más individual que hacen de las noticias, el entretenimiento y otros “contenidos”, que son un mélange sin fronteras.
No confundir mensaje con literatura ni episodio con historia
El reto es educar, alertar y rescatar a los lectores y usuarios que en general se han vuelto más críticos e independientes, pero paradójicamente menos informados. Porque no podemos confundir mensaje con literatura, episodio con historia; discurso instantáneo vs. discurso trascendental, tolerancia vs. exceso. La consecuencia de caer en esa mélange [amasijo] sin fronteras, es perder la conciencia que es el contrapoder al control autoritario, por perder la cultura, la información y la verdad…Y triunfan los abusadores de poder, los que desean almorzar con Fidel y con Adolfo…
¿Cuándo comenzamos a hablar de «abuso»? Cuando hacemos un uso ilegítimo del discurso, del medio y del poder de acceso a la opinión pública. Si abuso de poder significa violación de las normas y valores fundamentales en beneficio de quienes retienen el poder, e implica la violación de derechos humanos, sociales y civiles del pueblo, los que, en la esfera del discurso y la comunicación favorecen a los abusadores por falsear la información, opinar sin fundamento u omitir los excesos del gendarme, también abusan.
Y prefiero a los humoristas y a los poetas, los primeros por apelar a la verdad, aun cuando nos hagan reír, y los segundos por no escribir idioteces… que es literatura.