Las bacterias y virus transmitidos por animales han enfermado a 2.400 millones de personas y causan la muerte de 2,2 millones de humanos al año
Cómo olvidar al pangolín o al murciélago en la terrible escena del coronavirus. Ambos animales protagonizaron en algún mercadillo chino sendas historias, aún inconclusas, del origen de la COVID-9. La OMS sentenció hace poco de otro peligro asociado al virus del mono (mpox) y declaró la emergencia sanitaria internacional. En vista de la importancia que cobra la zoonosis en factores endémicos y pandémicos y los riesgos para la sociedad, se han definido nuevas directrices para vigilar las enfermedades en la vida silvestre y, a la vez, cuidar a los seres humanos.
Las instrucciones están diseñadas para las autoridades y para los que trabajan con la vida silvestre. Brindan un marco para comprender y mitigar mejor los riesgos vinculados con las enfermedades de la vida silvestre y su potencial impacto en la salud humana.
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y la Organización Mundial de Sanidad Animal elaboraron la actualización de las normas para asegurar un mejor control y vigilancia de enfermedades, patógenos y agentes tóxicos en la vida silvestre en libertad.
Más del 60% de los patógenos humanos son zoonóticos, lo que significa que pueden pasar de los animales a los humanos. Si bien la vigilancia de los animales domésticos se lleva a cabo de forma generalizada, la vigilancia de la vida silvestre sigue siendo limitada. Más de 200 zoonosis han sido descritas desde siglos atrás. Ellas involucran todo tipo de agentes: bacteria, parásitos, virus y agentes no convencionales. De los 1.415 patógenos humanos conocidos en el mundo, 61% son zoonóticos o de origen zoonótico.
Zoonosis y su estrecha relación con los seres humano
Según la OMS, estas patologías son responsables de al menos 2.400 millones de casos de enfermedades humanas y de 2,2 millones de muertes al año, sobre todo en las áreas más desfavorecidas del planeta.
Aunque las poblaciones se concentran en grandes urbes o capitales, la amenaza gravita en los mercados, expendios de comida, granjas. No se está a salvo de un contagio y de peligrosas enfermedades.
Basta con repasar la cantidad de enfermedades que conviven entre nosotros y que a veces restamos importancia a su origen animal.
Entre los ejemplos están la fiebre del Valle del Rift, el SARS, la influenza pandémica H1N1 2009, la fiebre amarilla, la influenza aviar (H5N1) y (H7N9). El virus del Nilo Occidental y el coronavirus del síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV) y ¿la Covid-19?
También se encuentra el ébola, que se transmite por contacto estrecho con órganos, sangre, secreciones u otros líquidos corporales de animales infectados. Tales como murciélagos frugívoros, chimpancés, gorilas, monos, antílopes o puercoespines encontrados enfermos o muertos en la selva tropical.
En 1986, se detectaron los primeros casos de encefalopatía espongiforme bovina en el Reino Unido o la ‘enfermedad de las vacas locas’. Hoy están en vigor la viruela del mono, el dengue, la chikungunya, leishmania, hantavirus, hidatidosis, chagas, salmonelosis, entre muchas otras.
Se estima que las zoonosis emergentes se elevarán a 75% en los próximos años. El mundo está cada vez más interconectado, las zoonosis emergentes en un país pueden constituir potencialmente una amenaza para la seguridad sanitaria mundial.
Indefensión global a los virus
La Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN reconoce que las enfermedades son una amenaza importante para la supervivencia de las especies. demás, la superposición entre la pérdida de biodiversidad, la degradación de los ecosistemas y las enfermedades infecciosas emergentes aumenta el riesgo de transmisión. Por tanto, la vigilancia integral de la vida silvestre es fundamental.
Una zoonosis es la enfermedad infecciosa que ha pasado de un animal a humanos. Los patógenos zoonóticos pueden propagarse a los humanos por contacto directo o a través de los alimentos, el agua o el medio ambiente.
Representan un importante problema de salud pública debido a nuestra estrecha relación con los animales en el medio agrícola, la vida cotidiana (animales de compañía) y el entorno natural. Las zoonosis también pueden causar alteraciones en la producción y el comercio de productos de origen animal destinados a la alimentación y otros usos.
Otro de los grandes problemas de estas enfermedades y, lo tenemos reciente en nuestras mentes, es la alta indefensión. La ciencia no tiene respuestas a todos los agentes transmisores, no existen tratamientos y vacunas. Ni el control sobre las regulaciones y controles.
Además, de que las enfermedades zoonóticas afectan desproporcionadamente a grupos vulnerables en países de ingresos bajos y medianos. Y a menudo son «descuidadas» en cuanto a la atención geopolítica y la financiación relativa que reciben para iniciativas e investigaciones de prevención y control. En consecuencia, a UICN y la WOAH decidieron actualizar las normas para asegurar una mejor vigilancia de estas enfermedades.
Guardabosques, aldeanos e indígenas
Una vigilancia eficaz implica algo más que recolectar muestras o realizar pruebas de laboratorio. Requiere una planificación cuidadosa para garantizar que los beneficios superen los costos y que todos los pasos se establezcan correctamente. Existen diferentes tipos de vigilancia que se pueden aplicar para satisfacer diferentes necesidades.
Incluyen actividades activas (recopilación sistemática de datos), pasivas (notificación de casos de enfermedades). Las notificaciones basadas en eventos (detección rápida de eventos inusuales) y centinelas (monitoreo de especies específicas), refiere la Unión.
Los guardabosques, los cazadores, las comunidades locales y los pueblos indígenas desempeñan papeles cruciales en estos esfuerzos. Dada su capacidad única para detectar cambios en la salud de la vida silvestre.
La comunicación eficaz es crucial para prevenir acciones potencialmente dañinas, como matanzas innecesarias de vida silvestre o destrucción de hábitat basadas en temores infundados. La coordinación entre las partes interesadas garantiza que las acciones estén basadas en evidencia y eviten daños ecológicos a largo plazo.
Respecto de la prevención, puntualizan las organizaciones, es importante identificar factores de riesgo en la aparición de zoonosis. Por ejemplo, la venta o tráfico de animales entre diferentes países, el consumo de alimentos de origen animal sin medidas que aseguren su inocuidad. No controlar las plagas, y los viajes de personas con bajas medidas de bioseguridad aumentan las posibilidades de que una enfermedad zoonótica aparezca y se extienda en el territorio.
Protocolos para cuidar animales y humanos
Las directrices, actualizadas desde 2015, ofrecen una hoja de ruta para diseñar programas de vigilancia eficaces de la vida silvestre y evitar la zoonosis en humanos. Incluida la definición de objetivos claros, la participación de partes interesadas, la elección de estrategias y el desarrollo de presupuestos rentables.
Los protocolos de seguridad y bioseguridad son esenciales para proteger a humanos y animales, de la zoonosis. Mientras que el cumplimiento ético y legal garantizan el respeto a las costumbres locales, los permisos necesarios y el bienestar animal.
Asimismo, los programas de vigilancia deben alinearse con las estrategias nacionales y las obligaciones internacionales, y los miembros de la WOAH deben informar sobre las enfermedades enumeradas y emergentes.
Al integrar la vigilancia en un enfoque más amplio de ‘Una Salud’, se puede mejorar nuestra comprensión de los patrones epidemiológicos y tomar medidas proactivas para salvaguardar nuestro futuro compartido.
Las “directrices generales para la vigilancia de enfermedades, patógenos y agentes tóxicos en la vida silvestre en libertad” brindan el conocimiento y las herramientas necesarias para navegar por el complejo panorama de la vigilancia de enfermedades de la vida silvestre.