«La miseria no solo llegó a la conciencia y alma fatigada de civiles, sino también ha minado lo conciencia y el estómago de nuestras FFAA. Hoy en Venezuela ¡hasta el hampa quiere ser libre!…»
Venezuela entra en una espiral resolutoria sumamente interesante. Discúlpenme por adjudicarle un epíteto cientista (interesante), al delicado momento que vivimos. Pero lo que quiero significar es que nunca habíamos experimentado desde la conquista un proceso de restitución grupal, ciudadana, social y de convivencia como el que se está gestando en Venezuela. Los escenarios…
Lo bueno se hace esperar
No ocultemos el sol con un dedo. Existen estilos de diplomacia que distan diametralmente unos de otros, pero al final, el camino, la misión y los objetivos son los mismos.
Por un lado es notoria la agenda frontal, catalítica, suma cero, determinada a lograr los fines propuestos, mediando o no una negociación. En este escenario se concederán oportunidades de salidas y soluciones pre-establecidas, pero sin “hacer sombra”. Es una ruta no necesariamente larga pero supone el agotamiento de una serie de sucesos persuasivos, acciones de impacto y alertas que deben agotarse.
Sin duda es la estrategia que está experimentando la diplomacia americana acompañada del G-Lima, desde lo cual hay que saber comprender que no es necesariamente Panamá, Grenada o Kosovo. Es un plan restitutivo, bien pensado, institucional, enmarcado en el Derecho Internacional Público y en el principio de la Responsabilidad Proteger; gradual y acompañado de una coalición internacional.
Establecer una estrategia de desgaste, consumo y salida permite que todos remen hacia una misma dirección. La buena noticia de estas estrategias meta-gol, una vez agotadas las fases programadas conducen a un éxito final. Lo que sabemos –no resulta alentador– es que este esquema no se ejecuta de un día para otro. Vale decir: lo bueno [agregaría lo justo], se hace esperar. ¡Pero llega!
Una chispa en la pradera
Un segundo escenario es que, durante el proceso de ejecución del denominado plan de desgaste y salida, surja súbitamente una chispa que le dé combustible a la elevada carga de penurias e impaciencias que desbordan al pueblo venezolano.
Las movilizaciones ahora no son de un estilo únicamente libertario o lírico. La gente que ahora vuelve a la calle está invadida de un inquebrantable sentimiento de cambio, donde la voluntad va a ritmo de vencer o morir. La gente está dispuesta a darlo todo. No hay mañana. El pueblo ya no tiene a donde irse. Ha visto la muerte muy de cerca y ha visitado a muchos [la muerte], que ni lograron nacer y seguir en este mundo. Nuestras madres, que han perdido a sus vástagos, son también esposas, hermanas, hijas, parientes, vecinas de jóvenes soldados o milicias.
La miseria no solo llegó a la conciencia y al alma fatigada de los civiles, sino también ha minado la conciencia y el estómago de nuestras FFAA. Hoy en Venezuela ¡hasta el hampa quiere ser libre! Y este factor de encendida ansiedad por acabar con un Estado miserable y un modelo de poder tiránico, puede convertirse en el chispazo que ruede como pólvora y catalice desenlaces. Es un secreto “en voz baja”, sotto voce, que Maduro perdió el mando en los cuerpos medios de las Fuerzas Armadas… Y ese quiebre sigue en pleno avance.
Un final feliz
El tercer escenario –como sucede en toda situación binaria– es el ecléctico. A la par del proceso de fatiga y desgaste de un régimen deslegitimado –externa e internamente– la desobediencia sistémica de las fuerzas represivas propicia un desplome de lealtades tanto de las FFAA, como de las estructuras de anillamiento y seguridad del régimen de Caracas.
La ayuda humanitaria es un clamor de un pueblo depauperado que no puede esperar. Quizás no tengamos un chispazo súbito porque tampoco es fácil movilizar la desgracia humana cuando está atada al chantaje, el hambre y el miedo… Pero quiero insistir en que los tiempos obran a favor de este interesante proceso restaurador y salvador que vive Venezuela.
Todo apunta que un final sin violencia y sin desbordado sufrimiento, viene. Un proceso transicional bizarro, sin diálogo, pero sin balas; sin intervención forzosa, pero con quiebre de mando e insubordinación humanitaria y republicana; sin bombardeo ni guerra pero con desbordamientos y masa crítica… Por cierto, cada vez menos reprimida por las fuerzas del “orden” del régimen.
En fin: una dinámica caótica, pero determinada, asistida de un nuevo liderazgo político con capacidad de inspirar bases populares, que encontrará y dará con el objetivo, esto es, salir de esta locura devastadora, que es tanto más elocuente describirlo así que llamarla simplemente dictadura…
Calma y cordura. Cesión de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. Los tiempos son nuestros. Los factores sociales, políticos, militares, psico-grupales, internacionales e incluso espirituales (creer), están alineados.
Un liderazgo joven, indetenible e intocable está al frente. Y una voluntad colectiva que volvió a levantarse y volvió a creer, está resteada. No le quedará más a los hombres el fusil que levantar su rodilla en tierra, y ponerse firme del lado de la historia. El mundo y la agenda internacional dijeron no más. La coalición interna y externa sigue hasta llegar punto ideal. El cese. La partida. Ya no es solo un punto retorno. Es el punto de encuentro, de llegada. ¡Vamos extraordinaria e indeclinablemente bien!
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