Por CAMBIO 16
«Me he matado porque no podía ser feliz… y no quería no serlo». Esta contundente frase viene del puño y letra de Marga Gil Roësset, una dibujante y escultora de gran talento. Las duras palabras vieron la luz poco antes de que Marga se suicidara, a los escasos 24 años. ¿El motivo? Un amor no correspondido. Un amor platónico e imposible hacia el poeta Juan Ramón Jiménez.
Las confesiones de Marga se encuentran en un diario que la propia joven dejó protegido en un sobre en la casa del Premio Nobel el día que decidió quitarse la vida, el 28 de julio de 1932, con una bala que atravesó su corazón. La joven se hizo amiga del gran poeta español y de su mujer, Zenobia Camprubí, de quien había modelado un busto y tenía previsto hacer otro de Juan Ramón. Marga se declaró sin éxito al poeta, quien ya tenía 50 años, pero las penas de amor no le duraron más de ocho meses.
Aunque la historia se conoció en los noventa, la Fundación José Manuel Lara publica ahora, 82 años después de su muerte, el diario íntegro de la joven bajo el título de Marga y va acompañado del homenaje que Juan Ramón comenzó a planear cuando conoció lo sucedido. «Si pensaste al morir que ibas a ser bien recordada, no te equivocaste, Marga. (…) No te olvidaremos, no te olvidaré nunca». Esta frase iba a ir incluida en el libro que quería dedicarle, sin embargo por distintos motivos, esos textos no se llegaron a publicar. Juan Ramón guardó las emociones y las reflexiones de Marga en una carpeta junto con otros papeles asociados a su vida y muerte, incluido un índice con los contenidos que llevaría el libro en su memoria.
Marga contiene así los textos que el poeta y su mujer escribieron para ese proyecto, las tres cartas que la artista dejó antes de acabar con su vida (a su hermana Consuelo, a sus padres y a Zenobia), varios dibujos de la artista, fotografías, recortes de prensa y reproducciones de manuscritos de unos y otros.
«Zenobia… vas a perdonarme… ¡Me he enamorado de Juan Ramón! Pero claro como soy yo sola a querer… creo mucho mejor ¡matarme! ya … que sin él no puedo… y… con él no puedo… perdóname Azulita… por lo que si él quisiera yo habría hecho», escribía Marga en la nota dirigida a Camprubí. El diario está escrito como a borbotones, repleto de puntos suspensivos. Y lleno de vida. Esa vida que le encantaba a Marga Gil, sobre todo desde que conoció al poeta: «Por eso precisamente me da pena ¡y qué pena! irme…», escribía la joven.
Para la representante de los herederos, Carmen Hernández Pinzón, publicar este libro supone «cumplir el deseo de Juan Ramón« y, sobre todo, de Francisco Hernández-Pinzón, su padre, quien le regaló la carpeta de piel, de color amarillo oscuro, donde el poeta guardó todo el material relacionado con Marga.
«Es como una obligación moral que tenía hacia ellos: rendirle homenaje a Marga, para que su historia quedara incorporada eternamente a la figura de Juan Ramón«, señala a la agencia Efe Hernández-Pinzón. «A través de la lectura de este Diario se va a conocer a Marga en su totalidad, con sus luces y sus sombras», señala la sobrina del poeta y escritora que ha dedicado varios libros a la figura de Marga.
Pero, ¿Quién fue Marga Gil Roësset?
La joven destacó por su faceta de escultora y dibujante. Ya a los siete años ilustraba los cuentos de sus hermanas, con un estilo que entremezclaba el modernismo y el simbolismo. Aprendió de manera autodidacta el arte de la escultura, aunque alguna vez recibió consejos del pintor López Mezquita. Hernández-Pinzón señala sobre su faceta artística que «fue un ser excepcional y genial». En 1930 presentó sus esculturas de escayola patinada en la Exposición Nacional de Bellas Artes, bajo el nombre de Adán y Eva. En sus obras solía recurrir a la sátira y no ocultaba la fealdad o las taras que podían tener sus modelos. Sus últimas obras fueron el busto de Zenobia y unas ilustraciones para Canci0nes para niños.