Por Ana Burgueño (Efe)
26/07/2016
Diana Krall sigue siendo una de las figuras de jazz que más seguidores tiene y una nueva prueba de ello es el llenazo del lunes en la Plaza de la Trinidad en la clausura del 51 Jazzaldia. La cantante y pianista ha recuperado la senda de la ortodoxia para recordar los viejos temas que siempre saben a gloria.
A Krall le gusta de vez en cuando ir más allá del jazz, como el pasado año cuando grabó Wallflower, con éxitos de Mamas and Papas, Gilbert O’Sulivan o Bob Dylan vinculados a su niñez, pero el de este lunes no ha sido un viaje de nostalgia personal, sino una celebración de la música imperecedera.
Kontrapuntua: Diana Krall. Trinitate plaza, leporaino. Eszenatokitik kanpo ere, jazza. #jazzaldia51 @jazzaldia pic.twitter.com/8hgbs5U7lH
— Joanes Segurola Errondosoro (@joanessegurola) July 25, 2016
Just found out about love ha sido el primer estándar de una lista de canciones cientos de veces versioneadas y que la canadiense ha trasladado a su propia y acogedora atmósfera, en este caso junto al guitarrista Anthony Wilson, el batería Karriem Riggins y el bajo Robert Hurst.
Y ante ese familiar teclado ha interpretado a continuación All or Nothing at All, Let’s Fall in Love y You Call It Madness, todas ellas seguidas en primera fila por el pianista sueco Bobo Stenson, que la ha precedido en el escenario.
Diana Krall ha interpretado I was doing alright antes de imprimir de lirismo How Deep Is The Ocean y hacer una versión delicada y hermosa de A Case of You de su paisana Joni Mitchell.
En una velada de canciones de amor es esta última la que ha dedicado a Donostia, para después sacudirse la melancolía y acometer el animado Just You, Just Me, que popularizó Nat King Cole.
Éxitos interpretados por Diana Krall en @jazzaldia Una pasada, en la Trini. @DianaKrall es ya habitual en #dss2016 pic.twitter.com/LQpHQRlRGV
— Marta Mendia (@marta_olass) July 25, 2016
Cómo iba a faltar Cole Porter. Su I’ve Got You Under My Skin ha sonado antes del Deed I Do, con el que se ha despedido, era de suponer que para volver.
Lo ha hecho con Boulevard of Broken Dreams y tan a gusto y feliz que se le han escapado algunas lágrimas. Eso ha contado, al menos, mientras las enjugaba con una pequeña toalla.
Felicidad también la del público, que ha visto cómo la cantante seguía con Just Like A Butterfly That’s Caught In The Rain y añadía esa maravilla que es el Cheek to Cheek de Irving Berlin, por el que ha merodeado el cuarteto un rato largo para dar el adiós definitivo.
Muy buen cierre el de la Trini, al que ha contribuido también un Bobo Stenson llegado del frío para insuflar calidez al primer concierto de la tarde en esta plaza, que ha superado de largo la buena entraba de los tres días anteriores.
El trío del pianista sueco, con Anders Jormin al bajo y Jon Fält a la batería, ha comenzado con La peregrinación, un tema del argentino Ariel Ramírez, que ha sido el indicador de lo que iba a llegar luego.
Nada de complejidades, pero sí mucha belleza, música para envolver más que acariciar, y todo ello en una hora que se ha hecho muy corta y que no ha sido correspondida con bises, probablemente por cuestiones organizativas, ya que había que sustituir piano, ya que Diana Krall se ha traído el propio.
Este tarde el teatro Victoria Eugenia se ha sumado a los escenarios de pago con los franceses de La marmite infernale y su espectáculo Les Hommes… Maintenant!, un montaje que tiene algo de teatral y mucho de indescriptible locura.
Trece músicos de extravagante atuendo sobre el escenario, donde han extraído sonidos tanto de objetos como de instrumentos convencionales en una propuesta divertida y estrambótica sobre un puñado de hombres reunidos para «decidir las grandes orientaciones estéticas» y «hacer lo contrario después», de la manera más libre que cada uno quiera imaginar.
Ya se había completado el programa del Festival cuando se encontró un hueco para los hombres de la marmita, que desplazaron al trompetista Christian Scott al horario nocturno en el auditorio del Kursaal.
Por tanto, ha sido el joven músico de Nueva Orleans el que ha cerrado técnicamente este 51 Festival, ya en la madrugada del 26 de julio.
La hora, y que la siguiente jornada sea laborable, puede explicar el cuarto de entrada de esta extraordinaria actuación, con un Scott muy comunicativo, que ha empleado casi quince minutos presentando a su músicos, de los que ha hablado maravillas.
El concierto se ha desarrollado en un ambiente casi íntimo esta cita, de más de dos horas, que ha despedido con un recuerdo a Coltrane y su Equinox.