Juan I. Pagola Carte, Universidad de Deusto
Hace exactamente treinta años, Whindoeck –capital de Namibia– acogía la conferencia de la UNESCO que concluía con la adopción de la Declaración para el Desarrollo de una Prensa Libre, Independiente y Pluralista. El documento vincula directamente la vigencia de una democracia plena con la existencia de unos medios de comunicación que realicen su labor en total libertad, sin control por parte de los poderes públicos ni monopolios que restrinjan su pluralidad. Desde aquel 3 de mayo de 1991, cada año se conmemora en esta jornada el Día Mundial de la Libertad de Prensa.
El último año no ha sido bueno para la prensa. Hace pocos días eran asesinados dos periodistas españoles en Burkina Faso tras el asalto de un grupo de hombres armados al convoy en el que viajaban. Los reporteros habían acudido al parque nacional de Arli para rodar un documental sobre la lucha contra la caza furtiva.
Durante 2020 fueron asesinados 50 informadores, según el informe que publica Reporteros Sin Fronteras (RSF). El ejercicio del periodismo sigue siendo una labor muy arriesgada y puede costar la vida en muchos lugares del mundo.
Accesos restringidos al ejercicio de la información
Según la misma organización internacional, durante el pasado año en el 73 % de los países del planeta el ejercicio del periodismo se enfrentó a una situación “difícil”, “muy grave” e incluso “problemática”. Son datos del informe anual 2021, en el que se presenta la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa y se constata que, con el pretexto de la pandemia, se han restringido e impedido accesos a “coberturas sobre el terreno” o a “fuentes de información”.
Uno de los indicadores que más se resienten en estos casos es el de la credibilidad en la prensa. El barómetro Edelman Trust 2021 señala que el 59 % de los encuestados en 28 países cree que los periodistas engañan al público con informaciones cuya falsedad conocen. Pero a su vez, y en esta coyuntura, solamente la prensa desde dentro es capaz de revertir esta situación. El presidente de RSF, Christophe Deloire, afirma que “el periodismo es la mejor vacuna contra la desinformación”.
Escondiendo la realidad
Recientemente, un grupo de fotoperiodistas ha publicado Pandemia. Miradas de una tragedia (Blume, 2021). Coordinada por Gervasio Sánchez y Ricardo García Vilanova, recopila la obra de 26 fotógrafos durante los momentos más oscuros de estos últimos doce meses.
Algunos de estos autores califican de “apagón informativo” la situación que se ha vivido en muchos países para maquillar los errores que se estaban cometiendo en los sistemas sanitarios y edulcorar así el drama de esta pandemia. De repente, alguien decidió que no debíamos conocer toda la verdad. Era necesario ocultar parte de la escena, probablemente inhumana y desgarradora.
Este grupo de profesionales defiende la necesidad de seguir mostrando la realidad tal y como es, por mucho que se presente con toda su crudeza. De lo contrario, seguiremos anestesiados y no conoceremos nunca lo que verdaderamente está sucediendo.
Aludiendo a lo ocurrido en los meses más duros de la pandemia, se señala en la introducción del libro: “De pronto una plaga ha resquebrajado el espejismo: aquella desmedida inflación de imágenes no era más que un telón que escondía las fronteras heridas de la humanidad. Nuestro mundo parecía haber olvidado la valentía de mirar”.
Infodemia, la otra gran amenaza
El último año ha puesto a prueba el valor de una información honesta y veraz como principio fundamental de esta profesión, que se convierte en más valiosa y útil que nunca en los momentos de mayor fragilidad y crisis social. Y por ello no podemos dejar de recordar el contexto en el que se ha desarrollado el ejercicio de la prensa en los últimos tiempos. La calidad de la información se encuentra en entredicho, ahora más que nunca.
En septiembre de 2020, y ante la proliferación de noticias falsas o imprecisas sobre la pandemia del COVID-19, diferentes organismos de Naciones Unidas (OMS, UNICEF, PNUD, UNESCO…) y otras organizaciones humanitarias internacionales como la Media Luna Roja y la Cruz Roja, firmaron una declaración conjunta para hacer frente a la infodemia.
Esta realidad, recientemente denominada así, hace referencia a la difusión de sobreabundante información, no siempre ajustada a la verdad ni suficientemente contrastada. La toma de postura internacional realizaba un ruego para detener su expansión porque la “información incorrecta trunca vidas”, “polariza el debate público” y “da alas al discurso del odio”.
Este deseo venía precedido de una petición expresa, realizada por la OMS en mayo de 2020, en la que se comprometía a gestionar la infodemia como parte crucial de la lucha contra la crisis sanitaria global. Y hacían un llamamiento a todos sus estados miembros “para que proporcionen contenidos fiables sobre la COVID-19, adopten medidas para contrarrestar la información errónea y falsa, y aprovechen las tecnologías digitales en todos los aspectos de la respuesta”.
Los retos de la prensa
El consumo de información se ha incrementado considerablemente durante la pandemia. La sociedad quiere saber más sobre lo que le rodea. Y así lo demanda a través de los nuevos medios en línea y desde los dispositivos móviles.
Pero la realidad es contundente: la ciudadanía está ávida de información, y además quiere información de calidad. Y este es el papel de los medios de comunicación en el futuro postpandémico. Es necesario evolucionar hacia una prensa que sepa seleccionar los datos fundamentales, interpretar la realidad y trasladarla a la opinión pública para que se forme su propio criterio.
Estos serían los retos más importantes que afronta la prensa en los próximos años:
- La constante defensa de la libertad de expresión, y a su vez de información y de prensa, en las situaciones y lugares más opacos.
- La búsqueda de un espacio profesional que aporte rigor y capacidad interpretativa ante la sobreabundancia informativa.
- La lucha activa contra la desinformación y la expansión de la mentira.
Como afirma Boaventura de Sousa en el prefacio de su último libro El futuro comienza ahora. De la pandemia a la utopía (Akal, 2021), el coronavirus “nos permitió ver muchas monstruosidades que habitan nuestro día a día y nos seducen con los disfraces que, de tan comunes, asumimos como normalidad”.
Hagamos posible que la prensa sea un agente activo que haga caer esos disfraces y construya un mundo más justo con su capacidad para describir la realidad.
Juan I. Pagola Carte, profesor del Departamento de Comunicación y miembro del Centro de Ética Aplicada, Universidad de Deusto
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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