El 16 de octubre se celebra el Día Mundial de la Alimentación. Una fecha para recordar los retos alimenticios en todo el planeta, además de fortalecer la solidaridad en la lucha contra el hambre, la desnutrición y la pobreza. Todo en un contexto que se ha visto afectado, entre otros factores, por una pandemia.
Un día que coincide con la fecha de la fundación de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en 1945. La celebración en 2020 abandera el lema de «Cultivar, nutrir, preservar. Juntos».
No por nada el Programa Mundial de Alimentación de la FAO fue el galardonado este año con el Premio Nóbel de la Paz. Un recorrido en busca de subsanar el hambre que cada día afecta a millones de personas de todo el mundo y encontrar un equilibrio entre la producción de alimentos y la preservación de la biodiversidad, que cada año se ve más afectada.
Alimentación y biodiversidad
Una dieta sostenible evitaría en un 30% la pérdida de biodiversidad en España. Esta es un de las premisas más importantes del estudio «El poder restaurador de las dietas para el planeta» del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés).
Con motivo del Día de la Alimentación la WWF difundió esta investigación en la que señalan la forma intensiva de producir y consumir alimentos como «el principal factor de pérdida de biodiversidad»; además de ser el responsable del incremento de las enfermedades crónicas.
El estudio indica que al practicar una dieta saludable y, al mismo tiempo, sostenible se puede evitar al menos un 20% de las muertes prematuras. Además, se estarían reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero vinculados al sector alimentario en un 30%, y la pérdida de vida silvestre en 46%. También se reduciría el uso de la superficie agrícola en un 40%.
Si bien la investigación muestra los resultados que se podrían alcanzar con estos cambios, igualmente hace una advertencia. Si no de adoptan modificaciones en el sistema alimentario, el consumo de agua destinada a la agricultura se incrementará hasta un 90% para el año 2050.
El sistema alimentario actual es el responsable del 26% de las emisiones de gases y del 75% de la deforestación en todo el mundo. Por eso es tan grande el énfasis en adoptar una dieta más sostenible y saludable al mismo tiempo. Esta medida, de acuerdo con el estudio, podría evitar la emisión «de hasta 8 gigantoneladas de dióxido de carbono al año».
La investigación se enfoca en la dieta flexitariana. Un sistema alimentario en el que los productos vegetales son prioridad y se pueden incluir lácteos o huevos, así como el consumo de carne en algunas ocasiones. Adoptar este modelo reflejaría un descenso de hasta 23% en la mortalidad prematura; en el caso de dietas vegetarianas o veganas, las estimaciones serían mucho más positivas.
La WWF informó igualmente sobre la creación de una plataforma virtual que se encarga de comparar y analizar los impactos ambientales sobre la salud. Lo hace tomando en cuenta los distintos tipos de dietas en 147 países. La herramienta permite evaluar los impactos de los modelos de alimentación a través de ocho indicadores de salud humana y ambiental.
El Fondo Mundial para la Naturaleza opta por el incremento del consumo de verduras, legumbres, frutas y la reducción de la ingesta de carnes y alimentos procesados. Hacer esto permitiría dar los primeros pasos hacia un cambio del sistema alimentario que proteja y conserve la naturaleza.
La alimentación como derecho vulnerado
Aparte de guarda estrecha relación con el medioambiente, la alimentación también tiene que ver con los derechos. De hecho, se considera como uno inalienable. Está contemplado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en las normativas que rigen a cada nación. Sin embargo, el hambre es un problema que está presente en todos los rincones del mundo.
Desde hace algunos años se ha incrementado la cantidad de personas que no pueden satisfacer sus necesidades básicas de alimentación. Además, se estima que con la crisis ocasionada por la pandemia de la COVID-19 la cifra ha aumentado de manera preocupante.
Se estima que una de cada nueve personas en el mundo padece de hambre. La situación no solo alcanza a los países más empobrecidos, sino que es un flagelo presente en muchos de los países industrializados.
Casi 1.000 millones de personas en el mundo, una de cada ocho, deben sobrevivir con menos de un euro al día. Un hecho que implica que no pueden acceder a los alimentos, aunque estén a su alcance. Estas personas muchas veces deben conformarse con comestibles de menor calidad e incluso con desechos.
Niños y ancianos son los sectores más vulnerables a esta situación en todas las sociedades y corren más riesgo de morir por inanición o padecer enfermedades relacionadas con la desnutrición severa. Un problema que ha afectado seriamente a países como Venezuela, donde los ciudadanos perciben un salario menor a un euro por mes. Los niveles de nutrición en niños menores de cinco años de edad ya son comparables con los de los países más pobres del planeta.
De acuerdo con la última actualización de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi), el 33% de los hogares venezolanos se encuentran en una situación de inseguridad alimentaria severa. Un aumento del 10% en comparación con los resultados de 2018.
Este instrumento con el que la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) mide la realidad económica y social de Venezuela desde 2014 también ha arrojado otro resultado alarmante. Solo uno de cada diez hogares en el país está completamente libre de inseguridad alimentaria, una cifra que pudiera ser menor como consecuencia de la COVID-19.
Un problema global
Los problemas de alimentación no se limitan a los hogares más pobres de los países en situaciones más vulnerables. La cantidad de personas que padecen hambre está aumentando, según Naciones Unidas.
Durante los últimos cincos años, decenas de millones de personas han alargado la lista de quienes sufren subalimentación crónica y de las distintas formas de malnutrición.
Factores como los altos costos y la escasa asequibilidad impiden que miles de millones de personas puedan lograr una alimentación nutritiva. Se estima que la pandemia pueda ocasionar, a finales de este año, un aumento de 130 millones en la cantidad de personas que se ven afectadas por el hambre crónica.
Con el lema «Cultivar, nutrir, preservar. Juntos» la FAO pretende hacer un llamado solidario en todo el mundo. No se trata de solo darle alimento a los hambrientos, sino hacerlo de la forma más sana y nutritiva.
Pretende que en las sociedades más desarrolladas se abogue por sistemas alimentarios más saludables. Dietas que permitan prevenir la obesidad y sus patologías asociadas, que además puede afectar de forma negativa el resto de vida del individuo.
Cultivar es importante. Se trata de la manera más inteligente de producir alimentos y está al alcance de mjuchas personas. Huertos colectivos, terrarios caseros, todo suma y es una manera eficaz de contribuir con al solución.
Nutrir. No solo se refiere a comer, tiene que ver con el balance. Vegetales, frutas, cereales. Es primordial que las personas tengan acceso a un equilibro alimentario que les garantice salud.
Preservar apunta a la disminución del desperdicio de alimentos, pero también tiene que ver estrategias de producción más amables con el planeta, la única fuente de alimentos de la humanidad.
El hambre es un problema serio, amplio y creciente, pero también es solucionable. Para que pueda haber un progreso real será necesaria la participación masiva y coordinada de todos los países y organizaciones. Solo de esta manera, juntos, como puntualiza la FAO, será posible alcanzar los objetivos.
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