Vivimos en una sociedad donde los radicalismos y los extremismos cada día van en aumento. Tan solo hay que pasearse un rato por redes sociales como Twitter para darse cuenta que proliferan las etiquetas, especialmente las negativas. Pueden ser por ideología (“feminazi”, “facha”, “progre”) como por nacionalidad, raza, sexo, género o religión. Aunque parezca algo “normal”, la estigmatización del otro se puede convertir más pronto que tarde en deshumanización; algo que podría resultar, como ha resultado durante toda la historia de la humanidad, en cruentas guerras.
Es por ello que la tolerancia, un valor poco comprendido en estos tiempos modernos, se hace cada día más necesaria. Para recordar la importancia de respetar a los demás, aunque no se esté de acuerdo con su cultura o sus ideas, la Unesco estableció en 1996 el Día de la Tolerancia. La idea se instauró después de dos de los más sangrientos episodios de la humanidad: el genocidio de Ruanda en 1994 y la masacre de Srebrenica de 1995.
Foco en la historia
Este año, precisamente, el foco del Día de la Tolerancia está puesto en la historia y los ejemplos de cómo la falta de ella puede llevarnos a episodios de terribles consecuencias, como el ascenso del Nacionalsocialismo, el establecimiento del Apartheid o la Guerra de Treinta Años, entre muchos otros. Sin embargo, la misma historia también puede enseñar cómo el entendimiento del otro puede ayudar a resolver los conflictos o, incluso, evitarlos.
Como dijo Nelson Mandela, nadie nace odiando a los demás por su color de piel o su religión, sino que eso se aprende. De ahí que la educación sea una herramienta esencial para transmitir la importancia de la tolerancia en el mantenimiento de la paz y en la reconciliación posconflicto. Asimismo, estudiar los ejemplos históricos de la resoluciones de conflictos puede ayudar a acabar con los ahora existentes. Por ejemplo, la Universidad de Cambridge está estudiando cómo se pueden aplicar las enseñanzas de la Paz de Westfalia, que acabó con la compleja Guerra de los Treinta Años, para pacificar el Medio Oriente.
Cuando hay límite para la tolerancia
Muchas personas tienen problemas con el término “tolerancia” porque lo asocian con soportar situaciones o ideas que consideran éticas o moralmente incorrectas. Sin embargo, en la Declaración de Principios sobre la Tolerancia, adoptada por los países miembros de la Unesco en 1995, se afirma que ser tolerante no es ser indiferente a este tipo de actitudes, sino que “es el respeto y el saber apreciar la riqueza y variedad de las culturas del mundo y las distintas formas de expresión de los seres humanos”.
En ese sentido, la tolerancia reconoce los derechos humanos universales y las libertades fundamentales de los otros por lo que cualquier actitud que vulnere estos dos principios no debe ser soportada de ninguna forma. Así, leyes que protejan contra la discriminación y el odio también son básicas para mantener la convivencia.
Humanizar al otro
Una educación que permita la tolerancia, como explica la ONU, debería buscar contrarrestar las influencias que llevan al miedo y la exclusión de otros. Pero también ayudar a los niños y jóvenes para que desarrollen la capacidad de tener juicio propio, pensamiento crítico y razonamiento ético. Todas estas estrategias le permitirán interpretar mensajes políticos que apelen al odio al otro con otra perspectiva.
Asimismo, también sería importante destacar la importancia que tienen los medios de comunicación para el mantenimiento de la tolerancia. Como señala el sociólogo Louis Kriesberg, la creación de la identidad de cada grupo se forma a partir de la oposición con el otro. Es por ello que los medios de comunicación tiene un papel importante para mantener una percepción más acertada y humana del otro, dando cabida a información contrastada y real, y evitando hacerse eco de discursos de odio.
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