La naturaleza y los esfuerzos por protegerla nunca han sido neutrales. La conservación siempre han tenido un significado ideológico y político. Un medio a través del cual los humanos elaboran una política, una mitología y una historia, no solo de ellos mismos, sino también de aquellos fuera de sus comunidades imaginadas. Desde el siglo pasado, la raza ha desempeñado un papel central en esta narración. En lugar de representar un estatus inferior al humano, los animales y la naturaleza han sido elevados repetidamente por encima de la vida humana a través de este concepto.
Francesco Yugiro Agano hace estas aseveraciones en un artículo de Public Books sobre el libro Safari Nation: A Social History of Kruger National Park, de Jacob S. T. Dlamini. La publicación nos muestra la Sudáfrica de principios del siglo pasado a través de la historia de la creación del Parque Nacional Kruger. Muestra la complejidad de la vida negra dentro y alrededor de la importante reserva animal y la lucha de los sudafricanos bajo el dominio colonial y del apartheid.
En 1927, el Departamento de Publicidad y Viajes de los Ferrocarriles Sudafricanos emprendió un proyecto para vender Sudáfrica como un lugar lleno de flora única, sol insuperable, animales salvajes y vida nativa pintoresca. En las mentes de quienes cultivaron esta historia, los negros solo podían encajar como espectáculos exóticos del pasado que se desvanecían o como sujetos trabajadores de un futuro incierto. Buscaron promover los viajes entre una población sudafricana blanca que aún no se conocía a sí misma ni a su país. También promocionaron el territorio ante el resto del mundo “civilizado” como una “maravilla zoológica”.
Exclusión más compleja
Dlamini muestra cómo la dirigencia utilizó la raza para determinar “quién podía ingresar a la naturaleza y en qué términos”. Se naturalizó el gobierno de la minoría blanca. Mientras que los negros fueron presentados como “habitantes de la naturaleza, para ser vistos y trabajar, pero no para ser considerados ciudadanos”. Es la historia de la raza y el poder en la constitución de los movimientos de conservación no solo en Sudáfrica, sino en todo el mundo. Pero la exclusión de los africanos comenzó mucho antes de que existieran los parques nacionales. Incluso antes de que se fundara la República de Sudáfrica.
Comenzó no con la conservación de la naturaleza como se la conoce hoy, sino con la regulación de la caza y de las vidas definidas por la caza. En la región de Transvaal, en el siglo XIX, colonos blancos y auxiliares africanos colaboraron en la matanza indiscriminada de vida silvestre. El importante botín lo constituían marfil, pieles y cuernos. Pero la disminución de la vida silvestre transformó lo que una vez fue una relación de colaboración en lucha de poder. Desde ese momento, los blancos intentaron excluir a los africanos de la práctica.
En 1858. con la primera legislación de caza del Transvaal, se trataba de restringir la posesión de armas de fuego a los africanos. También la caza de elefantes y otros animales salvajes sin licencia o un cazador blanco supervisor. La medida aseguraba que la caza y sus beneficios fuesen controlados por los blancos. La legislación marcó una tendencia acelerada a excluir a los africanos tanto de la caza como de la conservación de la naturaleza.
Amenaza a la vida silvestre
Yugiro Agano se refiere a la llegada en 1902 de James Stevenson-Hamilton como guardián de la Reserva de Caza Sabi que, junto con la Reserva de Caza Singwitsi, más tarde se convertiría en el Parque Nacional Kruger. Explica que asumió su cargo con la actitud hacia la naturaleza y los africanos típica de su época. Los habitantes humanos eran incompatibles con las reservas de caza y se les debía impedir a los africanos cazar y poseer armas de fuego. Consideraba que “los africanos eran, por naturaleza, malos para la vida silvestre” debido a su falta de autocontrol y su propensión a la crueldad, la indolencia y el exceso». Sumada a las “armas de la civilización”, su naturaleza amenazaba la supervivencia de la vida silvestre, decía
La junta de Parques Nacionales también asumió como deber castigar a los africanos que transgredieran las leyes de caza furtiva. Incluso cuando dicha “caza furtiva” en realidad involucraba a nativos que protegían sus cultivos de los animales del parque. Al “criminalizar las respuestas africanas”, explica Dlamini, y al funcionar como una extensión del Estado colonial en el nivel bajo, Stevenson-Hamilton y la junta forzaron a la vida silvestre y a los africanos a una nueva relación, la de los llamados “enemigos naturales”.
Stevenson-Hamilton pasó su primer año desalojando agresivamente a unos 3.000 africanos que residían en la Reserva de Caza de Sabi. Una actividad que le valió el apodo de ‘Skukuza’ (destructor). La vida nativa estaba amenazada por la “destrucción”, pero o porque los africanos estuvieran desapareciendo físicamente sino que se asimilaban a una clase laboral industrial en las industrias minera, ferroviaria y de cuidados domésticos.
Contradicciones del apartheid
Los africanos negros nunca fueron excluidos “oficialmente” del parque. Articularon de manera más ferviente y crítica las contradicciones de la conservación de la naturaleza bajo el régimen colonial y el apartheid. Yugiro Agano destaca como la figura clave en la historia negra del parque a Victor Selope-Thema, el primer editor de Bantu World, el diario negro de Johannesburgo, que invocó con frecuencia el parque y su espíritu conservacionista. Lamentaba que el gobierno colonial pretendiera la preservación de la vida silvestre al mismo tiempo que descuidaba a los “negros sin tierra».
En 1950, llegó a afirmar que bajo el apartheid la vida silvestre de la reserva tenía más espacio y tierra que los africanos negros desposeídos. Una terrible contradicción. Pero Selope-Thema y otros hicieron mucho más que simplemente señalar las contradicciones del apartheid en cuanto a la protección del medioambiente. De hecho, muchos sintieron que la protección de la naturaleza era una tarea loable y necesaria y se resistieron a polarizar como proyectos irreconciliables la conservación de la naturaleza y la lucha por la justicia racial.
Dlamini señala que estos activistas negros promovieron una visión de Sudáfrica y su vida silvestre mucho más democrática e internacional. La naturaleza se configuraba como el terreno a través del cual construir una ciudadanía, una historia y un sentido de pertenencia compartidos, una notable diferencia con la visión de la vida silvestre por el apartheid.
Todo está relacionado
Yugiro Agano asegura que la opinión pública está cautivada actualmente por la opresión política y una catástrofe climática sin precedentes y que recordar estas historias ayuda a evita suponer que los problemas sociales están separados de los ecológicos. Un grave error. Específicamente, las historias entrelazadas de conservación y opresión racial advierten contra las narrativas que tienden a explicarla mediante apelaciones a la espiritualidad y el primitivismo. Una de esas narrativas sería la noción de que una relación reverencial con la naturaleza remediará la jerarquía humana o que la igualdad puede recuperarse regresando a nuestro pasado primordial.
La simplicidad de estas narrativas es atractiva, pero tiene el costo de aplanar nuestra comprensión tanto de la naturaleza como de la dominación, el colonialismo. Cuando uno piensa en la relación entre “imperio” y “naturaleza”, las imágenes que a menudo emergen no son de protección, sino de conquista, expansión y destrucción. Dlamini cuenta una historia en la que la preocupación por la naturaleza, en la Sudáfrica colonial y durante el apartheid, fue una fuerza impulsora del gobierno colonial.
Más allá de Sudáfrica, esta sorprendente relación se puede encontrar dentro y fuera del continente, en lugares como la India, Australia y Estados Unidos. Una vez que la violencia manifiesta de la conquista remite, la conservación parece ser una fase común en la evolución de un imperio. Y para historiadores ambientales, la formación de un parque nacional es una etapa peculiar en el desarrollo cultural de un país que sirve para unir a sus ciudadanos.
Una reserva con historia
- Francois de Cuiper fue el primer europeo que exploró la que es ahora la zona del Parque Nacional Kruger. Dirigió una expedición de la Dutch East India Company desde la colonia del Cabo en 1725. La expedición fue atacada por tribus locales cerca de Gomondwane y se vio obligada a retirarse.
- Alrededor de 1838, las expediciones de Voortrekker guiadas por Louis Trichardt y Hans van Rensburg exploraron el bajo veld, y más tarde se establecieron rutas de carromatos desde y hasta la zona del Kruger.
- En septiembre de 1873 se descubrió oro en Pilgrim’s Rest, y en 1881 en Barberton. Los buscadores de fortuna acudieron rápidamente, pues la perspectiva de encontrar oro barrió el miedo a los leones, los cocodrilos y la malaria. Aquí empezó el declive de la población de animales salvajes de la zona.
- En 1895, Jakob Louis van Wyk presentó en el Volksraad (anteriormente el Parlamento) de la antigua República Sudafricana una moción para crear una reserva de animales. El 26 de marzo de 1898, Paul Kruger, presidente de la República del Transvaal, proclamó la creación de un “Parque gubernamental de vida salvaje”. Sería conocido más tarde como la Reserva de Animales Sabi.
- En 1912 se construyó una vía férrea que cruzaba la reserva. En 1916, el gobierno creó una comisión para evaluar el futuro de la reserva. En 1929, la administración británica renombró oficialmente la reserva en honor de Paul Kruger.
- En 1927, el parque abrió sus puertas al público. La entrada costaba una libra. Ese año entraron los tres primeros automóviles de turistas, cifra que ascendió a 180 en 1928 y 850 en 1929. En la actualidad, el Kruger recibe más de un millón de visitantes al año.