Al final de la película «Regreso al futuro» (1985), el personaje de Emmet «Doc» Brown nos da una muestra de la supuesta tecnología del mañana. Toma de la basura restos de frutas y los arroja a un procesador de un auto, para convertirlos en combustible. Esta icónica escena muestra una aspiración de la sociedad moderna: utilizar los desperdicios de comida para producir energía.
El futuro del que se hablaba en esa película, ya es el pasado para nosotros. «Doc» volvía a 1985, procedente de un hipotético 2015. Y aunque las predicciones del film dirigido por Robert Zemeckis no se han hecho realidad, la ciencia y la tecnología dan pasos cada vez más firmes en esa dirección.
Procesar desperdicios de comida para producir energía
La energía renovable ha dado una gran esperanza para lograr un desarrollo sostenible en todo el mundo. Sin embargo, queda la cuestión del costo y el acceso de la población en general a estas tecnologías.
Cuando se unieron términos como seguridad climática y seguridad alimentaria, surgió una solución importante al problema energético: la energía basada en los restos de alimentos.
Según un informe publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), un tercio de todos los alimentos producidos a nivel mundial se desperdician cada año, lo que representa un total de 1.300 millones de toneladas de alimentos. Ese volumen tiene un valor de más de un mil millones de dólares.
El llamado biogás se produce a través de una digestión anaeróbica de desechos orgánicos (o biomasa) y luego se puede quemar para producir electricidad o calor. El biogás es una fuente natural de energía y su producción se basa en procesos naturales.
El desperdicio de alimentos se coloca en tanques de digestión donde los microorganismos lo descomponen en un ambiente libre de oxígeno. Durante el proceso de descomposición, los microorganismos liberan gas metano o biogás.
Francia, España y Reino Unido en el camino correcto
Francia ha dado un gran ejemplo, con el objetivo de implementar una participación del 23 por ciento de energía renovable para el año 2020. El gobierno galo ha hecho planes para utilizar la biomasa para calentar plantas, edificios e incluso ciudades enteras.
La planta de biometano más grande de Europa es la de Valdemingómez, situada en Madrid. Construida en 2009, esta instalación se ha expandido significativamente durante la última década y, según su último informe, se espera que alcance una capacidad de 156.965 MW para el año 2030.
El Reino Unido es otro buen ejemplo. Según un informe publicado por la Asociación de Digestión y Biorecursos Anaeróbicos, las plantas de digestión anaeróbica de ese país producen biogás suficiente para alimentar a más de un millón de hogares cada año.
Futuro de posibilidades
Un informe de una compañía eléctrica estadounidense, SaveOnEnergy, ha estimado los beneficios energéticos de convertir el desperdicio de alimentos en energía eléctrica. Según sus estadísticas, una ciudad de América del Norte con una población de 6 millones de personas desperdicia alrededor de 635 mil toneladas de alimentos por año.
Si este alimento se convierte en energía, sería suficiente para hacer funcionar 417 millones de lavadoras durante una hora. Si se implementa a nivel mundial, este tipo de energía podría tener enormes beneficios para la producción de energía.
Un inconveniente aparente para el uso eficiente de la digestión anaeróbica es la colaboración del público. Muchas personas aún carecen del conocimiento y la voluntad de utilizar las instalaciones establecidas para la recolección de desperdicios de alimentos. En consecuencia, la creación de campañas públicas y estímulos deben ser introducidos por los gobiernos.
Con un poco de esfuerzo y trabajo en equipo, es posible que la escena de «Doc» Brown, deje de ser una fantasía. El uso de desperdicios de comida para producir energía podría estar cada vez más cerca de alcanzar su máximo potencial.
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