Se calcula que un tercio de todos los alimentos que se producen en el planeta cada año se desechan en los vertederos, mientras el hambre se intensifica en el mundo. Organismos internacionales llaman a la conciencia y a hacer buen uso de las “sobras” de comida.
Lanzar a la basura los restos de comida es también desperdiciar la oportunidad de aliviar el hambre de otros. Se calcula que un tercio de todos los alimentos que se producen en el planeta cada año, es decir, 1.300 millones de toneladas, se desechan, según estudios realizados por la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Esto equivale a un billón de dólares en costes económicos, cerca de 700.000 millones de dólares en costes ambientales y alrededor de 900.000 millones de dólares en costes sociales. Y es que con los restos de comida desperdiciados se pierden también el valor de la mano de obra, agua, energía y todos los productos alimenticios que se emplean en la elaboración de un plato.
Se estima que los mayores “productores” de sobras son los restaurantes. Se calcula que un restaurante tira al cesto unos 2,5 kilogramos de comida desperdiciada al día. Eso significa que el desperdicio anual supera la media tonelada de alimentos.
Pero también se reportan pérdidas cuantiosas de alimentos esenciales en toda la cadena comercial, que incluye la distribución. En este caso, las raíces y tubérculos, las hortalizas y frutas y los pescados son los que más se pierden, según la Organización para la Alimentación y la Agricultura. Y constituyen los alimentos que aportan más nutrientes inclusive en los casos de subalimentación o deficiencia de energía alimentaria.
#COVID19 is a global problem calling for a global response.
The question is, how can we protect global #foodsecurity?
Here is how countries can mitigate the risks of the disease on food and nutrition 👇
More info 👉https://t.co/ul9x0LkzQV pic.twitter.com/hKPZRyq5mH
— FAO (@FAO) March 30, 2020
Mientras esto ocurre, el hambre aguda, la que representa una amenaza para la vida, se extiende. Casi mil millones de personas en el mundo no tienen qué comer, señala el informe El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo de la FAO correspondiente a 2019. En España, la inseguridad alimentaria afecta a 1,5% de la población total.
Por eso, Naciones Unidas ha instado a los países a aumentar en 60% la oferta de alimentos en 2050, cuando calcula que 10.000 millones de personas aproximadamente poblarán el planeta. Pero desde ya es vital educar a productores y consumidores y crear conciencia sobre cómo aprovechar mejor sus comidas. El hambre del mundo les urge que dejen de considerarlas como “sobras”.
Qué se pierde y cómo se pierde la comida
Los desperdicios de comida o “sobras” son seria preocupación de organismos internacionales en la última década debido al impacto que tiene en la pobreza e inclusive en el medio ambiente. Se le llama “sobras” a los restos comestibles de una comida que no se consumen cuando todos los comensales terminan, y paran en los vertederos.
Uno de los estudios, Global food losses and food waste (Pérdidas mundiales de alimentos y desperdicio de alimentos, traducido al español), realizado por la FAO, advierte que “existen grandes lagunas de datos en el conocimiento de la pérdida y el desperdicio de alimentos a nivel mundial” y llama a una investigación urgente.
Sin embargo, se sabe que muchos productos frescos terminan en los cubos de basura. La carne de res y la leche son dos de estos alimentos que reportan pérdidas importantes, debido a condiciones para su conservación.
Y es que el desperdicio y pérdida de alimentos se produce en las etapas de la cadena de comercialización, en unas más que en otras, según los ingresos de cada país, de acuerdo con estudios de la FAO
Europa, Estados Unidos, Japón, China y Australia se encuentran entre las naciones que mayor desperdicio de alimentos reportan durante la distribución y el consumo final, último eslabón de la cadena, según estudios publicados en 2018. La tendencia es que el comprador adquiera más comestibles de lo que necesita y, en consecuencia, se dañan en la nevera.
En contraste, los países de ingresos más bajos registran la pérdida de alimentos en casi todos los eslabones de la cadena: desde la producción hasta el transporte y almacenamiento. Esto se atribuye a la falta de recursos, infraestructuras y tecnologías adecuadas para preservar los productos. En algunos países se produce por la volatilidad de la economía y los mercados cambiarios.
Los restaurantes son también fuente importante de desperdicio de comida.
«#Forests, with their wealth of #biodiversity, have always sustained our lives. It is time for us to return the favour.»
FAO’s Hiroto Mitsugi op-ed on @TRF: https://t.co/Z8OxA5RBnS #IntlForestDay
— FAO (@FAO) March 25, 2020
En 2011, se estimó que los comercios españoles de comida botaban al año más de 63.000 toneladas. Y su costo al sector fue calculado en unos 255 millones de euros, según un estudio de la Federación Española de Hostelería y Restauración (FEHR).
También hay otras variadas maneras de desperdiciar alimentos indispensables para la vida humana. Por ejemplo, durante el procedimiento de clasificación productos como hortalizas, verduras, legumbres y frutas se apartan al no ser considerados óptimos por su color, forma y tamaño.
Otra modalidad es el descarte de alimentos, por parte de minoristas, cuando están próximos a la fecha de caducidad o que ya la pasaron. Un caso frecuente ocurre con la leche y el yogur. Producir menos alimentos y menos desperdicio llevaría a un uso más eficiente de la tierra y una mejor gestión de los recursos hídricos con impactos positivos en el cambio climático y los medios de vida.
Ante el hambre aguda, mayor conciencia
Frente a este panorama del mundo derrochador, el hambre crece y se intensifica. Un informe sobre crisis alimentaria, presentado en Roma, en marzo de 2018, señaló que 124 millones de personas en 51 países fueron víctimas de inseguridad alimentaria aguda en 2017. Es decir, 11 millones más que en 2016. Y se estima que la cifra crece exponencialmente desde entonces. La seguridad alimentaria se refiere a la disponibilidad de alimentos, el acceso de las personas a estos y su consumo nutricional.
Neven Mimica, comisario europeo de Cooperación Internacional y Desarrollo, advirtió en 2018 sobre esa circunstancia. “Es probable que las crisis alimentarias se vuelvan más agudas, persistentes y complejas dadas las tendencias actuales y sus causas profundas con efectos devastadores en la vida de millones de personas”.
En la reunión mantenida con la ministra @MarotoReyes de @mincoturgob , junto a @MdRestauracion @Rest_colectiva @AECOC_ES y #COMPETUR, se trasladó al ejecutivo las dificultades a las que se enfrenta la hostelería tras las medidas aprobadas recientemente 👇https://t.co/w5HparAkBp
— Hostelería de España (@CEHEhosteleria) March 30, 2020
El estudio mundial destaca la necesidad urgente de actuar de forma simultánea contra el hambre para salvar vidas. E indica que deben buscarse medios de subsistencia y atacar al mismo tiempo las causas de las crisis alimentarias en el planeta, como el cambio climático y los conflictos bélicos.
Mimica invocó un mayor diálogo global que permita a la Unión Europea, sus países socios y a los socios internacionales enfrentarse mejor a las causas de la crisis. En otras palabras, pidió más conciencia.
Reducir el desecho de alimentos y hacer buen uso de ellos puede ser una forma de enfrentar el hambre y que más personas puedan alimentarse. Por eso, la FAO considera que la comida es mucho más de lo que hay en nuestros platos, y que es importante reconocer, apreciar y respetar el valor de los alimentos.
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