Un estudio ha confirmado el impacto masivo que causa la desinformación acerca de la COVID-19 cuando proviene de fuentes creíbles. Los investigadores han analizado la vida digital de la noticia falsa sobre los efectos adversos del uso de ibuprofeno en pacientes con coronavirus. Los resultados destacan la efectividad de las fuentes locales en la difusión y la lucha contra las noticias engañosas. Así, recomiendan tener una actitud crítica respecto a la información que recibimos y verificarla en más de una fuente
En marzo, cuando empezaba la pandemia del coronavirus en Europa, un tuit del ministro de Solidaridad y Salud francés, Olivier Véran, aconsejaba a los pacientes de COVID-19 que no tomaran ibuprofeno, un fármaco antiinflamatorio con propiedades analgésicas y antipiréticas. Incluso advertía que tomarlo incrementaba la mortalidad entre los enfermos, a pesar de que no existía ninguna evidencia científica que lo demostrase. Esta información dio lugar a una noticia falsa que se extendió por varios países.
Sergi Xaudiera, doctorando de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), y Ana Sofía Cardenal, investigadora de los Estudios de Derecho y Ciencia Política, han analizado el recorrido digital de esta información no verificada a través de Twitter en Alemania, Francia, España, Países Bajos e Italia. Los resultados muestran que el impacto de la desinformación es masivo cuando fuentes de credibilidad participan en la propagación de la noticia. El trabajo, que analiza el caso de Cataluña, también destaca la importancia de los canales locales para difundir o desactivar la desinformación. Según las conclusiones del estudio, los canales regionales tienen un mayor impacto en cada territorio.
Al ser fuentes de confianza, la gente tiene un grado de reflexión menor y tiende a creer sin dudar
La investigación, publicada en la revista The Harvard Kennedy School (HKS) Misinformation Review de la Universidad de Harvard, se enmarca en la tesis doctoral de Sergi Xaudiera, que estudia los casos de desinformación en situaciones de emergencia.
El impacto de la desinformación es masivo cuando fuentes creíbles participan en la difusión de la noticia
«Hasta ahora, la mayoría de las campañas de desinformación estaban dirigidas por usuarios corrientes o medios partidistas, pero la relevancia de este caso está en el hecho de que son representantes políticos como el ministro de Salud francés y medios de comunicación respetables los que hacen de altavoz y amplifican la audiencia de esta historia», explica el investigador.
DE UN MENSAJE DE VOZ DE WHATSAPP AL TWITTER DEL MINISTRO FRANCÉS
El detonante de la noticia engañosa sobre el ibuprofeno fue el mensaje en Twitter del ministro francés, pero los investigadores de las UOC han rastreado la ruta pública de la historia hasta un mensaje de voz de WhatsApp en Alemania. Después, a partir de la huella digital en la plataforma de microblogs, también han analizado cómo la historia se prolongó durante dos semanas desde el país de origen hasta los usuarios de los Países Bajos, Francia y, finalmente, España e Italia. También, el papel que las fuentes creíbles, como los representantes políticos y los medios de comunicación respetados, tuvieron como promotores de la desinformación.
La importancia de las fuentes oficiales se ve en las diferencias en cuanto a la difusión de la información entre Francia y Alemania. «A pesar de que el mensaje se originó en el país germánico, no tuvo mucho éxito: el mensaje de voz se reenvió a varios usuarios, pero como no se pudo identificar al autor, perdió credibilidad, y la conversación global consistió esencialmente en desacreditarlo y hacer bromas sobre el tema», destacan los autores de la investigación. En cambio, en Francia, donde el mensaje fue transmitido por una fuente creíble, el impacto de la desinformación fue mayor en comparación con los países estudiados y no hay casi conversaciones en las que se desmienta la información.
De hecho, el trabajo muestra que, después del tuit del ministro, otras fuentes fiables, como los medios de comunicación, reprodujeron la noticia sin hacer ninguna comprobación, lo que contribuyó a que se transmitiera todavía más la información. «La desinformación transmitida por fuentes veraces es especialmente peligrosa porque, al ser fuentes de confianza, la gente tiene un grado de reflexión menor y tiende a creer las recomendaciones sin ponerlas en duda. Además, este tipo de acciones durante situaciones de emergencia son especialmente sensibles, puesto que un tratamiento incorrecto puede tener consecuencias irreversibles», destaca el investigador.
Hay que tener una actitud crítica respecto a la información que recibimos y verificarla en más de una fuente
El resto de los territorios estudiados se encuentran entre estos dos casos extremos y combinan mensajes que reproducen la noticia engañosa con otros que niegan que sea verdad. En España e Italia, los medios de comunicación y los periodistas fueron los primeros en denunciar la desinformación citando las declaraciones del ministro francés para desacreditarlas. El día 18 de marzo, en todos los países apareció una segunda oleada, que no tardó mucho en ser rechazada por los usuarios. Sin embargo, en Italia la historia volvió a circular con fuerza entre el 20 y el 23 de marzo.
FUERTE DIMENSIÓN LOCAL EN LA DIFUSIÓN DE LA INFORMACIÓN
La trayectoria de esta información demuestra la importancia para los gobiernos de tener una presencia activa en las redes sociales. «Practicar la escucha activa para detectar conversaciones sobre la gestión de la emergencia permite poder actuar con rapidez cuando la información no veraz obtiene un cierto grado de visibilidad», explica.
Además, los investigadores vieron que, a pesar de que órganos supragubernamentales como la Organización Mundial de la Salud y la Agencia Europea de Medicamentos descartaban la veracidad de la información, la velocidad de su difusión no se redujo hasta que los canales oficiales de cada región la desmintieron. Según los autores, esto indica una fuerte dimensión regional en la difusión de la información.
A fin de evaluar el efecto de las fuentes oficiales del país para desacreditar las noticias falsas, los investigadores estudiaron el caso de Cataluña. Los resultados muestran que la mayoría de los usuarios catalanes que contribuyeron a la difusión de la información no verificada no seguían fuentes oficiales en el momento de publicarla. Por otro lado, la gran mayoría de las personas que compartió mensajes que contribuían a desacreditar la desinformación sí seguía canales oficiales.
«La desinformación hay que combatirla desde el ámbito local. Cuando una narrativa falsa circula en una región, los organismos locales deben ayudar a verificar y desmentir la información cuando sea necesario. Hemos visto que seguir canales oficiales locales tiene un efecto positivo, pero cuando estos canales son los que promueven información falsa, la información cuidadosa puede quedar invisibilizada para los ciudadanos de este territorio», explica el investigador.
En este sentido, el papel de las redes sociales es muy complicado en casos como este. «Las plataformas sociales (en este caso, Twitter) pueden y deben hacer más para evitar que circule información falsa en sus ecosistemas, pero el caso estudiado es especialmente crítico, puesto que son canales creíbles y verificados por la plataforma que disemina la información no precisa», destaca.
Ante situaciones de desinformación como la del caso del ibuprofeno, los investigadores recomiendan seguir fuentes oficiales, tener una actitud crítica respecto a la información que recibimos y verificarla en más de una fuente que, siempre que sea posible, tenga un origen distinto y esté alejada geográficamente. Además, a escala institucional plantean un marco de ciberseguridad desde un enfoque centrado en la información y la comunicación. «Hasta ahora la ciberseguridad solamente se ha tratado desde un punto de vista tecnológico, pero estos casos demuestran que la amenaza tiene una dimensión que va más allá de la tecnología, en la que también deben estudiarse los aspectos sociales», concluye Sergi Xaudiera.
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