Por Consejo Editorial
03/09/2017
Discreción, humildad, cortesía, caridad, carácter de alta moral, sacrificio de causas correctas, espíritu de invencibilidad y certeza de la victoria. Estos son algunos de los valores que deben encarnar los maestros del judo con cinturón negro. Y el presidente ruso, Vladímir Putin (San Petersburgo, Rusia, 1952), los ejerce magistralmente a tenor de su posición en la escala de rangos en la que se basa esta disciplina.
El mandatario ha llegado a Hachidan, el octavo Dan de un máximo de 10. Logró ese grado, solo accesible para unas pocas personas, después de que la Federación Internacional de este deporte considerara que él “es un garante” de esos valores “en el mundo”.
La alianza con China
Desde su llegada al poder, en 1999, su liderazgo es indiscutible. Además de la reconstrucción del caótico país que heredó de la etapa de Boris Yeltsin, el mandatario ruso ha conseguido una serie de hitos que confirman a Rusia como una superpotencia en el plano internacional. Uno de sus grandes éxitos ha sido lograr una alianza con China, otra de las superpotencias emergentes, en un eje energético y comercial muy poderoso.
En 2014, Rusia acordó abastecer al gigante asiático de gas natural con un multimillonario tratado que ambos países han estado negociando durante cerca de diez años. El pacto entre Gazprom y la Corporación Nacional de Petróleo de China (CNPC) se iniciará oficialmente el próximo año, se prolongará durante tres décadas y supone un montante de 400.000 millones de dólares. También a nivel político, la colaboración entre ambos países es imparable. Recientemente y, en un gesto sin precedentes, Putin y el presidente chino, Xi Jinping, lanzaron un llamamiento a Corea del Norte y a EEUU para que cesaran en sus hostilidades.
A principios de año, Putin mantuvo con el emir catarí Tamim bin Hamad Al Thania una reunión en la que ambos mandatarios celebraron como la compraventa más grande de 2016 en el sector petrolero el acuerdo sobre inversión conjunta de Catar y la suiza Glencore de 11.300 millones de dólares en la petrolera rusa Rosneft (con un 19,5% de las acciones). Todo ello antes de que se desatara la crisis forzada por Arabia Saudí y sus aliados del golfo, con la ayuda de EEUU, contra el Gobierno catarí.
Grandes acuerdos
Con empresas de su país, el mandatario ha conseguido, además, extender la influencia rusa al ámbito global. Con un socio tradicional, Cuba, el Kremlin firmó en 2016 un acuerdo de cooperación en materia de energía nuclear que entró en vigor en abril para, entre otros asuntos, la producción de radioisótopos y su uso en la industria, la medicina, la agricultura, la protección y el estudio del entorno; la medicina nuclear, las tecnologías de radiación o la formación de especialistas en energía atómica.
Desde 2014, el Ejecutivo ruso ha alcanzado diversos acuerdos con los sucesivos gobiernos brasileños en asuntos relacionados con ámbitos comerciales, gasíferos y de defensa –como la compra de diverso material por parte de Brasil–. También con Venezuela, país con el que han mantenido una alianza económica y militar, la Rosfnet ha establecido relaciones de éxito para la explotación de los hidrocarburos.
El poder de Rusia se extiende, también, a otros países latinoamericanos como Argentina, y su influencia busca consolidarse, además, en la Unión Europea. En mayo, Rosneft y la italiana Eni firmaban un acuerdo para ampliar la cooperación en exploración y extracción de hidrocarburos tanto en el territorio ruso como en el extranjero.
Entrevista con Stone
“Un ciudadano responsable ama y respeta la historia de su país. Un político responsable entiende que las decisiones políticas no se pueden juzgar de una sola manera”, aseguraba el propio Putin en la entrevista que le hizo el director de cine estadounidense Oliver Stone, que es quizá la que mejor define la filosofía de vida del mandatario. Con las acciones económicas antes citadas, el dirigente se ha lanzado a por la recuperación del pasado dorado que vivió su país. La fórmula para volver a ‘engrandecer’ Rusia le funciona y, a pesar de haber colaborado incluso con la OTAN –como hizo en la guerra de Afganistán–, también trata de lograr resituarse como el contrapeso de Occidente a nivel internacional.
La estrategia en Oriente Próximo
Para representar esa estrategia, Putin ha encontrado el escenario de Oriente Próximo. Allí intervino militarmente en Siria en 2015, y logró objetivos en su política exterior inéditos tras la caída de la URSS. Se le vio como un líder mundial al plantear un plan de paz frente a la estrategia que mantenía EEUU y mantuvo al mundo en vilo ante sus actuaciones. Su influencia dividió a los rebeldes y, a base de distintas reuniones bilaterales, consiguió convencer a países tan importantes como Alemania o Turquía de que la amenaza tanto para los sirios como para el conjunto de la comunidad internacional es el Estado Islámico.
Ese papel le ha permitido reforzarse geoestratégicamente a nivel planetario, ganando puntos a la hora de negociar con la Unión Europea o con EEUU las sanciones que pesan sobre Rusia por la guerra que acabó con la reunificación de Crimea o la situación de Ucrania. También por su papel en Siria, Putin ha conseguido contener el avance de los islamistas en la propia Chechenia.
Sobre Catar
A Siria puede que en los próximos meses se le sume el conflicto abierto por los países árabes en Catar. Así, mientras EEUU parece haberse posicionado ya claramente con el frente que encabeza Arabia Saudí, Rusia ha querido dejar claro que mantendrá sus relaciones con las autoridades cataríes. Nada más desatarse la crisis, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, se mostró partidario de que se pusieran en marcha las conversaciones entre las distintas partes. Contrasta así con la postura mantenida por el Gobierno de Donald Trump que, en la línea de sus socios árabes, se ha apresurado a acusar al país petrolero de financiar el terrorismo. La correlación de fuerzas de finales del siglo pasado se repite, así, ante un eventual agravamiento de la situación en la zona.
El papel en los medios
El despliegue mediático que ha acompañado todas las acciones y estrategias del equipo de Putin responde a que el máximo dirigente ruso mantiene ya una guerra económica con superpotencias como EEUU y China por la supremacía mundial y ha empezado a utilizar la información como arma. Vende el país con unos valores que son capaces de apelar a otras sociedades además de la rusa. El mandatario ruso está aprendiendo a convencer y no solo a utilizar la fuerza militar.
A esa estrategia se debe la mitificación de Putin como líder, contraponiéndolo a otros dirigentes más blandos y ligándolo a valores más tradicionales. En definitiva, el presidente ruso ha conseguido tener su público cuando, en entrevistas como la que concedió a Stone, asegura, por ejemplo, que no tiene días malos porque no es una mujer. Es un dirigente que ya goza de una gran popularidad en Asia, África o América Latina.
Las relaciones con EEUU
En cuanto a la intervención de Rusia en elecciones extranjeras, manifestándose a favor de fuerzas políticas contrarias al orden establecido –como en el caso del respaldo a Marine Le Pen, en Francia, o a Trump, en EEUU–, su estrategia también tiene que ver con su interés en reforzarse a nivel internacional.
Le interesa hablar con Alemania por sus negocios, si bien se resiste a que la Unión Europea se refuerce mientras entre sus países integrantes se encuentran los estados del este que estuvieron siempre bajo su órbita de influencia. Putin es consciente de las correlaciones de fuerzas geoestratégicas y nunca renuncia a la nostalgia de la URSS, tan presente en la sociedad de su país.
Dificultades para el acercamiento
Respecto a su estrategia para acercarse a la administración estadounidense, ésta aún no le está dando sus frutos. Las relaciones entre Trump y Putin se mantienen prácticamente congeladas y las continuas acusaciones que proliferan en los medios de comunicación sobre las relaciones del presidente norteamericano con la administración rusa siguen impidiendo un acercamiento.
Como explicaba recientemente Pilar Bonet, corresponsal del diario El País en Moscú, “Trump no solo no puede permitirse un gesto amable en dirección a Putin, sino que debe manifestar claramente su distanciamiento” por la presión mediática. En ese contexto se desarrolló la reunión entre ambos líderes en el encuentro del G20 en Alemania.
Denuncias internacionales
Sobre Putin también pesan las críticas de diversos organismos internacionales por su tratamiento a los derechos humanos. Así, el último informe de Amnistía Internacional alerta de que, en el último año, en Rusia “se intensificaron las restricciones del derecho a la libertad de expresión, asociación y reunión pacífica” y “continuaron los procesos judiciales de quienes habían participado en protestas contra el gobierno en la plaza de Bolotnaya (Moscú), lo que suscitó mayor preocupación aún por el respeto a las normas sobre juicios justos”.
El texto alertaba, asimismo, de que en los últimos meses “varias personas fueron acusadas en aplicación de la legislación contra el extremismo por criticar políticas gubernamentales y por poseer o mostrar en público material supuestamente extremista”.
Las advertencias de Amnistía
Amnistía alerta también de que, en el último año, “hubo denuncias de tortura y malos tratos en instituciones penitenciarias”, y se constató que “la falta de atención médica adecuada en las cárceles ponía en peligro la vida de las personas recluidas en ellas”. Asimismo, “continuaron denunciándose graves violaciones de derechos humanos cometidas en el contexto de las operaciones de seguridad en el Cáucaso septentrional” o en Chechenia. La Corte Penal Internacional mantiene su examen preliminar de la situación en Ucrania –donde continúa la guerra fratricida entre los intereses rusos y los de la UE–, que incluye los delitos cometidos en el este del país y Crimea por el que también se investiga a Rusia.
En busca de la supremacía
A pesar de estas acusaciones, lo cierto es que Vladímir Putin se ha convertido en uno de los grandes líderes internacionales, que pasará a la historia por devolver la ilusión al pueblo ruso y haber rescatado el sueño de los años de grandeza. Todo ello gracias a que ha conseguido algo inédito: situar a Rusia en los mercados y negocios internacionales, luchando por la supremacía económica al mismo nivel que el resto de las superpotencias.