En un mundo como el que vivimos, el ser humano está lleno de retos a los que debe enfrentarse para garantizar sus necesidades sin comprometer a las futuras generaciones. De esto trata la sostenibilidad, un principio que parte de tres pilares esenciales: la protección medioambiental, el desarrollo social y el crecimiento económico. La sostenibilidad es una palabra muy usada en estos días, pero muchas veces está vacía de contenido o sirve para enmascarar conductas y procedimientos propios del greenwashing.
Si bien muchos de los retos que enfrentamos actualmente, como el cambio climático, las desigualdades, el hambre o la escasez de agua, solo pueden resolverse promoviendo el desarrollo sostenible, debe existir una perspectiva global. Estas metas comunes necesitan la implicación activa de las personas, las empresas, las administraciones y los países de todo el mundo. Solo así podrá hablarse de un verdadero desarrollo sostenible, sin sentir vacía la palabra.
Todos hemos caído en el greenwashing
La sostenibilidad trae consigo muchos cambios. En principio solemos pensar que uno de los mayores cambios que podemos hacer está en la forma en la que producimos, y es cierto. Sin embargo, aunque dejemos de consumir masivamente o busquemos alternativas «más sostenibles» de los productos, siempre habrá algún impacto negativo en el medio ambiente, aunque sea menor.
Partiendo de esta premisa, el educador Alexander Benesch publicó un artículo en Age of Awareness en el que pone en duda en que sea posible la sostenibilidad y afirma que el actual sistema nunca producirá productos sostenibles. Benesch explica que desde siempre las corporaciones han hecho -y seguirán haciendo- cualquier cosa para vendernos la idea de que podemos ser sostenibles.
Un ejemplo de ello son las bolsas ecológicas. También las pajitas de bambú, los empaques «ecofriendly». Todos estos productos no son más que estafas clásicas de lavado verde. Adquiriendo productos «sostenibles» creemos que estamos logrando el cambio y disminuyendo el impacto negativo. Pero no es así, desde la perspectiva de Benesch, podemos compensar algunos de los impactos, pero no podemos evitarlos completamente.
Hasta ahora ningún producto es sostenible
Hoy ningún producto que consumimos puede ser sostenible. Alexander Benesch lo explica con un simple gráfico que ilustra el ciclo de producción de una camiseta. Cada paso en ese ciclo tiene un impacto ambiental, mientras más pasos tenga más dañina es su producción para el medio ambiente.
Para la gran mayoría de los bienes el ciclo termina con el consumidor. «Después de eso, es basura», dice el educador. Sin embargo, los ecosistemas naturales no tienen esa cosa llamada basura. En los sistemas naturales de la Tierra, el ciclo se cierra y comienza de nuevo, y así debería ser nuestro modelo de producción si queremos generar un cambio real.
Actualmente buscamos compensar algunos de los impactos, pero no nos enfocamos en evitarlos por completo. Para que nuestros productos sean verdaderamente sostenibles, Benesch dice que solo hay un camino: emular los ciclos naturales lo más cerca posible.
Necesitamos emular los ciclos naturales
Para que podamos producir de manera sostenible, hay que lograr que los ciclos de producción sean cerrados, tal y como lo hacen los ecosistemas naturales. También debemos eliminar nuestros impactos en la medida de lo posible, los residuos no pueden existir. Además, necesitamos reducir drásticamente nuestro consumo.
Señala que no es una cuestión de hacer uno u otro. Hay que hacer ambos, y hacerlo todos al mismo tiempo. La verdadera sostenibilidad significa que los productos de un solo uso no pueden existir, independientemente de los materiales con los que se fabriquen. Así que ni plástico ni papel. Todo debe ser reusable.
Es muy posible que para lograr verdaderos cambios haya que ir en contra de la extraña lógica del sistema instaurado. Una sería pensando bien en las cosas que compramos y otra compartiendo activos siempre que se pueda. Usar los productos el mayor tiempo posible, reciclando y reutilizando todo lo que adquirimos.
No es fácil, dice Benesch, y lo sabemos. Posiblemente es el desafío colectivo más difícil al que se ha enfrentado la humanidad. Quizá nunca logremos hacer que todos estos cambios sucedan al mismo tiempo y en todo el mundo, pero debemos intentarlo.
La sostenibilidad como utopía
Lograr la sostenibilidad es difícil, pero vale la pena luchar por ella. Diversos autores se han referido a la sostenibilidad como una utopía, plantean que no es posible tener un mundo ideal en el que el hombre tiene éxito dentro de él. En realidad todo depende de cada uno de nosotros y de nuestras acciones.
A pesar de que desde 2015 están planteados los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, que deben alcanzarse para 2030, aún a ocho años de la fecha límite no se vislumbra un cambio real, ni siquiera vamos por un buen camino. El cambio climático avanza sin control, la crisis alimentaria aumenta y más especies continúan extinguiéndose.
Todavía no existe un marco regulatorio global efectivo para enfrentar los desafíos mundiales, las desigualdades son enormes y la realidad es que es casi imposible pensar en las generaciones futuras cuando el presente es aún incierto para muchas familias.
Si queremos lograr la sostenibilidad debemos hacer cambios simultáneos en muchos ámbitos. El cambio real va a depender de la interacción de las multitudes. De nuevo: todos tenemos que participar: gobiernos, corporaciones, ONG y ciudadanos.
El cambio debe estar en todas las fases de la vida. Desde lo que comemos hasta cómo viajamos o de dónde obtenemos la electricidad. No se trata de prohibirnos todo lo que sabemos hace daño al planeta, sino de lograr una mejor calidad de vida siendo conscientes de lo que producimos y consumimos.
La sostenibilidad puede ser una utopía o una realidad, pero todo va a depender de la convicción y de la suma de acciones de cada uno de nosotros llevadas a nuestros diferentes ámbitos de vida. Pero también consiste en asumir que al ser la única especie racional en el planeta tenemos el deber ético y moral de velar por la perpetuidad de todas las formas de vida en términos de calidad y cantidad.