Por Edu Galán | Foto: Lino Escurís
14/04/2016
Con Late Motiv, el presentador se embarca en un programa de formato clásico, siguiendo la estela de los late night shows norteamericanos. Más tranquilo y reposado, menos bufón y transgresor. Cambio16 vive en primera persona los entresijos de un directo.
urante la época de esplendor del grupo Prisa alguien bautizó a su edificio de Tres Cantos, donde se encuentran también los estudios de Canal+, como La Estrella de la Muerte. Ahora, tras la venta en abril de 2015 del canal de pago a Movistar a cambio de 700 millones de euros, a la estructura gigante aún no se le ha quitado el aura de mazacote marronáceo en medio de chalets, pisos dormitorio y bares de menú. Todavía siguen en pie rótulos del pasado, como Santillana o el propio Plus, hoy Movistar+, pero ya existe dentro, entre sus más de mil trabajadores, una especie de sentimiento comunal de dejar atrás una época y comenzar otra a partir de lo existente. Como en la nueva de Star Wars, se trata de hacer un remake-secuela que, con similares mimbres, parezca nuevo. Hasta estaría bien renombrar al edificio de Tres Cantos Base Starkiller.
A este local sideral se ha trasladado Andreu Buenafuente (Reus, 1965) y parte de su productora, El Terrat, para participar con el late night Late Motiv en la construcción del canal de entretenimiento Cero de Movistar+, en el que comparten parrilla con Likes, un magazine presentado por Raquel Sánchez Silva y con miles de millones de colaboradores, o Web therapy, una serie con Eva Hache de terapeuta vía webcam.
En la promo del estreno de Late Motiv, Buenafuente amenazaba con tirarse desde el edificio de Telefónica si no le ponían un plató de color “negro piano” y lo ha conseguido. El estudio negro piano de Late Motiv conserva la disposición clásica del formato nocturno, popularizado en Estados Unidos por Johnny Carson o David Letterman: a la izquierda una mesa para el presentador con dos sofás; en el centro, un gran telón para el monólogo y la salida de invitados; y, a la derecha, la banda en directo. Detrás, frente a todo, está el público en directo. Unas doscientas personas de su padre y de su madre que todos los días llenan la grada y con las que los humanos de El Terrat pueden evaluar cómo está yendo el show.
En los ensayos, el realizador David Guillén es el que parece el monologuista: micrófono en mano, calcula cuándo deben entrar las piezas audiovisuales. Hoy se trata de un cuento de dibujos animados para Buenafuente y Bebe, su invitada, y Guillén comprueba si el sonido funciona, y si los logos están bien, y si el negro piano queda negro piano, y si, y si, y si, y si con todo mientras Marc Amorós, el subdirector, se sienta con Buenafuente y repasan el guion.
No parece un programa de humor: esto suena más a un camarote de gente que entra y sale y mira un ensayo en el que se representa la crucifixión de lo cómico. Realizadores y técnicos observando cómo otros repiten un guion de humor. Vemos que Buenafuente se escapa a fumar un cigarrillo y nos acoplamos miserablemente. Traspasamos un gran almacén donde se guardan miles de atrezos y decorados del Plus antiguo. Miro a ver si veo algún guiñol o a Máximo Pradera mientras Andreu me cuenta: “Estoy muy ilusionado. Es regresar al formato en todo su esplendor y con unos medios que son espléndidos”. Salimos a la calle y le veo contento: “Me apetece mucho el reto. Ha sido todo un lío venirnos desde Barcelona, pero estamos felices. Además, hoy justamente me apetece mucho porque tenemos a Bebe y un gag con Errejón”. Errejón, Errejón, resuena en la calle poligonera de detrás de la Estrella de la Muerte.
Iggy Rubin: “Cuando encuentras una veta del humor, como el aspecto de teenager de Errejón, tienes que aprovecharla”.
Kaco: “Ya, pero a veces te das cuenta de que se ha terminado. ¿Te puedes creer que hay gente que no conoce a Pocholo?”.
Los dos cómicos, Iggy y Kaco, son guionistas de Late Motiv y en otra planta, ya de oficinas, de La estrella de la muerte, hoy Base Starkiller, están buscando un concepto para próximos programas: los superhéroes mierder, es decir, los superhéroes con poderes basura. Aquí hay más risas que en el ensayo del plató, por eso me quedo a charlar con ellos. El benjamín es David Martos, 24 años, que escribe gags y presenta un espacio en RAC1, la radio catalana, sobre aficiones raras: nos escapamos a tomar un café y noto el tamaño real del edificio de Movistar+. Colas larguísimas para tomar cafeinazos en la entrada y miradas raras si les parece que te vas a colar: los trabajadores tienen poco tiempo y no se lo vas a joder tú.
Deberíamos pedirle un monólogo sobre el edificio gigante y sus rutinas a Marcos Mas, que se encarga de las piezas que abren el programa junto a Rafael Barceló. Me cuenta Marcos que normalmente los monólogos de Andreu están escritos para que duren 15 minutos pero que al final tienen que dejarlo entre siete y diez para combinarlos con vídeos. Esta es una novedad del late moderno.
En el caso del desaparecido Johnny Carson, que se jubiló a principios de los 90, un monólogo inicial casi nunca se interrumpía con vídeos, sino con disfraces del presentador y/o una serie de sorpresas. Esta noche me confirman que va a haber sorpresa: cuando empiece Buenafuente y esté haciendo chistes sobre Errejón, el propio político aparecerá en el plató tras la cortina.
¿Habrá entrevista con él? No. Hoy toca Bebe, me aseguran mientras comemos Bob Pop (Roberto Enríquez) y Alfredo Valls, los encargados de preparar las conversaciones de Andreu. Estamos en el bar Mary Luz de Tres Cantos. No hay ningún proyecto que en España pueda tener el glamur norteamericano porque siempre hay un bar Mary Luz al lado que lo acaba jodiendo. Bob Pop, que aparecía en pantalla en el anterior programa En el aire de Buenafuente, sólo se pone serio cuando detalla cómo afrontan las entrevistas en esta nueva etapa. “No buscamos entrevistas en las que cuenten su vida, sino momentos televisivos. Y siempre tratando de que el invitado se sienta en casa”, asegura.
LOS PROBLEMAS
Su compañero, el guionista Joan Grau, me da una pista sobre una de las principales dificultades de llevar un late night: se trabaja por las noches y, además, toda la batería de chistes ya puede haber aparecido en redes sociales varias veces. Sería un objetivo del programa, me explica con detalle, tratar de superar los 140 caracteres o las fotos graciosas. El humor en tiempos de internet es directo, rápido, impactante y, sobre todo, volátil. Tanto Joan Grau como David Lillo, subdirector del programa, o Aran Zulaika, una de las guionistas, coinciden en esto: cuidar el producto final para ir un paso más allá. De hecho están preparando un grafismo que debe aparecer cuando Buenafuente suelte un chiste en el monólogo. Antes, no, después, tampoco: justo en ese momento y durante el tiempo establecido en el guion.
En el plató ya esperan la llegada del público y matan los últimos detalles. Antes de salir a través de la enorme cortina, Íñigo Errejón debe sortear un escalón.
Técnico 1: “¿Y si Errejón se cae?”.
Técnico 2: “Bueno, si se cae, más risas”.
El filósofo Henri Bergson decía que la risa provenía de la alteración de una secuencia lógica de hechos o palabras. Esta teoría vale para cuando tropezamos. Sin darse cuenta, y gracias a una hostia de Errejón, los dos operarios explican qué es el humorismo. En cambio, cuando veo en sala de maquillaje al infante de Podemos, no parece que tenga muchas ganas de irse al suelo negro piano. Que un político aparezca en un programa de comedia, tradición en Estados Unidos, aquí es visto como una marcianada que se discute en los periódicos y en las televisiones. Buenafuente baja a saludar y se nota que no estamos ante una visita normal, hay más asesores y gente de prensa preguntando. “Siempre que entrevistamos a políticos es diferente a otros invitados.
Hay más control por parte de sus equipos, tenemos que estar atentos a las preguntas. Y eso que Errejón sólo viene para un sketch”, dice Andreu. Ha hecho miles de programas, ¿se pone nervioso todavía? “Hombre, no es como al principio pero cuando vas a empezar siempre tienes esa intranquilidad. Sí es cierto que en el primer programa de Late Motiv estaba un poco más atacado y, claro, (…)”. Sé que Buenafuente sigue hablando pero a mí se me va la pinza porque llega Bebe con unas enormes gafas de sol y ganas de contar sobre su nuevo disco. Regreso al mundo. “Bueno, nenes, os dejo que tengo que maquillarme y eso”, se despide Andreu. Siempre que le he visto antes de salir a un escenario pienso cómo puede parecer tan tranquilo.
A punto de empezar, llega el público en autobuses y Oli, el coordinador de público y animador, se encarga de recibirlos con chistes y música. Una vez sentados, les veo emocionados y en espera. Una pareja de prepúberes juega al ahorcado.
“_YAC_LACI_N _R_C_Z”.
Él se ríe. Me percato de que todos están nerviosos.
Una señora declama: “¿Así que viene Errejón? Pues es un sectario”.
Y, en eso, salta el vídeo de inicio. Con el público ya aplaudiendo de pie, sale Buenafuente pisando su suelo negro piano.