Por Andrés Tovar
31/01/2017
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La última orden de inmigración del presidente Donald Trump, la bautizada «prohibición musulmana», impide técnicamente que las personas asociadas con varias películas nominadas al Oscar 2017 asistir a los premios de la Academia. Eso lleva a pensar en la característica solidaridad de la Academia, la cual se ha escandalizado con la medida. ¿Cabría la posibilidad de que cancelen su ceremonia anual y, en su lugar, anuncien a los ganadores a través de comunicado de prensa (se nos ocurre), por ejemplo?
Contabilizando, la orden de Trump impiden viajar a la ceremonia al director iraní Asghar Farhadi, quien está nominado en la categoría de Mejor Película en idioma extranjero por The Salesman, así como los protagonistas del documental Los cascos blancos, trabajadores sirios de rescate voluntario. Aunque ya la Casa Blanca le sugirió a la revista People que podría proporcionar exenciones para los afectados, a fin de que puedan asistir a la ceremonia.
Pero Farhadi, por su parte, se niega a asistir a la ceremonia, incluso si se le concede una exención, argumentando que las condiciones de la orden ejecutiva son inaceptables.
La Academia también se ha pronunciado: «La Academia celebra los logros en el arte de la cinematografía, que busca trascender fronteras y hablar con los espectadores de todo el mundo, independientemente de las diferencias nacionales, étnicas, o religiosas. Como seguidores de cineastas y de los derechos humanos de todas las personas, en todo el mundo, nos resulta muy preocupante que Asghar Farhadi y su elenco puedan ser impedidos de entrar en el país a causa de su religión o país de origen«.
Pero el valor de este pronunciamiento, por muy nobles o firmes que sean, es sobre todo simbólico. Si la Academia o la comunidad de Hollywood realmente desea hacer retroceder, se requieren más de declaraciones públicas.
Discursos insuficientes
La verdad es que no creemos que el Oscar sea cancelado. Hay muchas razones por las cuales es casi seguro que la ceremonia continuará como está prevista: Una cancelación significaría agotar la relación de la Academia con la cadena de televisión ABC, que transmite la ceremonia, lo que daría lugar a enormes pérdidas económicas debido a una ruptura de los contratos con los proveedores contratados para ayudar a producir los premios. Y sería privar a los miembros de la Academia de su celebración anual, que está en el centro de muchos calendarios sociales.
Una cancelación sería ciertamente ser una gota en el mar en términos de la lucha por la derogación de las restricciones de Trump.
Sin embargo, el gobierno de EE.UU ha tomado medidas reales y tangibles que afectan a la comunidad de Hollywood. El orden podría hoy afectar a Farhandi, pero también se aplica a muchos otros miembros de la industria del cine y la televisión, que ya no se les permite viajar a los EE.UU. para trabajar en algunos casos, y en otros casos están ahora esencialmente atrapados en EE.UU por sus tarjetas de residencia o visados, que dejarían de ser válidos si salen.
Uno de los puntos reconocibles de una «ceremonia Oscar» son los discursos llamando a la acción política, que realmente no se arriesgan a casi nada en medio de un auditorio liberal y amable, como el de Hollywood.
Los Oscar nunca se han cancelado, pero se han pospuesto tres veces. En 1938, unas inundaciones en Los Ángeles los retrasó una semana, y otro retraso de una semana se produjo en 1968, debido al asesinato de Martin Luther King Jr. Luego, en 1981, los premios se retrasaron por un solo día después del intento de asesinato de Ronald Reagan. Y el puñado de veces que la Academia ha tenido que elaborar planes de contingencia por alguna «amenaza» que pudiera obstaculizar la realización de los premios han sido generalmente resultado de los conflictos laborales, como la última huelga de guionistas 2007-’08.
Los Oscar han sido vistos como una plataforma política, con o sin consentimiento de la Academia. Los ganadores del premio han utilizado con frecuencia el plató de premiación para abogar por las posiciones en las que creen. La más famosa fue cuando Michael Moore habló en contra de la guerra en Irak después de ganar por Bowling for Columbine en 2003, o Marlon Brando, cuando rechazó su premio por El padrino en 1973 para protestar en contra del tratamiento degradante de los nativos americanos por la industria cinematográfica. Richard Gere, Tim Robbins y Susan Sarandon, entre otros tantos, han hecho foro político en los premios.
Este año ya tuvimos una probadita con Meryl Streep en los Globos de Oro (catalogada como la antesala a los Oscar), así que lo más probable es que casi todos los ganadores del Oscar en el 2017 van a hablar en contra de Trump y su orden ejecutiva para «mantener la tradición». Pero el nuevo muro a la inmigración afecta a Hollywood más que muchas otras industrias, y por lo tanto requiere una respuesta más audaz que una noche de discursos políticos apasionados.
La meca inmigrante
En EE.UU, pocas otras industrias son tan dependientes de talento foráneo como la industria del entretenimiento. Y, nos guste o no, Hollywood sigue siendo el centro de la industria del cine y la televisión a nivel mundial, a pesar de su centralidad se esté reduciendo.
Y la orden ejecutiva de Trump puede apresurar ese declive. Sin ser fatalistas, podría incluso no existir en su forma actual sin la empatía histórica de EE.UU hacia los necesitados de asilo. Los sistemas de estudio -los sets– como los conocemos, fueron construido en gran parte por los hombres judíos que huían de la persecución en Europa y encontraron en EE.UU un lugar más acogedor. Un ejemplo para decir que la inmigración no es sólo vital para Hollywood, sino que está escrito en el ADN de la propia industria. Y afecta a algo más que actores. Se extiende al personal técnico, a los escritores, directores, productores y otros tantos…
Una cancelación de los Oscar no hará que Trump reconsidere su posición, pero seguro que haría un ruido ensordecedor en nombre de aquellos sin los cuales no existiría Hollywood. ¿Valdría la pena?