El anuncio del Ministerio de Consumo de aplicar un impuesto a las bebidas azucaradas ha acarreado un debate sobre los alcances y las limitaciones de esa medida para empresas y consumidores. También sobre las ventajas, si las hay, para la salud de los más pequeños en su combate contra la obesidad.
Alberto Garzón, titular del despacho, no ha precisado la tasa impositiva ni la fecha de la medida. Sí ha dicho que gravará las bebidas azucaradas y que a inicios de 2021 se introducirá el código de etiquetado Nutriscore.
Además, complementará esas medidas con el fomento a una mejor alimentación en los colegios y con el «cambio de los valores” de la publicidad infantil. El funcionario argumenta que “en España la obesidad infantil es del 23% entre las familias de renta baja. El doble que entre las familias de renta alta. La obesidad infantil es un problema de clase y combatirlo es una prioridad del @consumogob”, escribió en Twitter. ¿Podría interpretarse que se pechará más al consumo de los más pobres?
Christopher Snowdon señaló en entrevista con Libre Mercado que “estos impuestos son claramente regresivos. Las familias de menor renta dedican un mayor porcentaje de esta a adquirir este tipo de bebidas”.
Por lo tanto, el experto británico, del Institute of Economic Affairs, especializado en el análisis de este tipo de medidas fiscales y de salud pública, advirtió que “es llamativo que alguien que se define como comunista proponga un impuesto que afectará mucho más a quienes menos ganan”.
Comentó que “en Estados Unidos fue muy llamativo ver que Bernie Sanders, el senador más socialista del Partido Demócrata, se opuso a esta medida afirmando que golpearía a los pobres. Mientras que Hillary Clinton, que encarna la izquierda caviar, sí la apoyó”.
Bebidas azucaradas en el banquillo
Snowdon se refirió al argumento de salud pública para gravar las bebidas azucaradas. “Si subes ese impuesto, aumentan los precios, de modo que cada vez se venden menos refrescos o zumos. Y, en última instancia, la dieta se vuelve menos calórica, de modo que al final se reduce la obesidad. No podemos negar que los precios son fundamentales para entender la oferta y la demanda. Pero también hay que tener en cuenta la elasticidad, que en este tipo de productos no muestra grandes cambios”.
Al final, comentó, “la gente compra una Coca-Cola porque quiere una Coca-Cola y, si tiene que pagar algunos céntimos más, lo hará. Y, por cierto, aunque se hable de obesidad infantil, el impuesto golpearía a todos, jóvenes o no”.
El especialista británico confió, además, que “las bebidas azucaradas que se quieren gravar suponen alrededor del 2% del consumo calórico total de una persona normal. Por lo tanto, su impacto final en la dieta de un ciudadano de a pie es casi inexistente. Porque incluso llevando a cero su consumo, lo cual implica asumir una posibilidad muy poco realista, solo se estaría ante una reducción del 2%».
El impuesto favorecerá a la salud
La Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (SemFYC) lleva años pulsando los niveles de obesidad de niños y jóvenes, y la necesidad de pechar el consumo de bebidas azucaradas.
En España, la proporción de obesos se ha duplicado en los últimos 20 años. En la población de 2 a 17 años el porcentaje de población con obesidad para ambos sexos es del 9,6%, uno de los mayores de Europa, indicó.
En ello desempeña un papel fundamental la reducción del consumo de alimentos de bajo contenido calórico como verduras, frutas y cereales integrales, señaló. También el incremento del consumo de alimentos de alto valor calórico como grasas y proteínas de origen animal y bebidas azucaradas.
Por cada 150 calorías de promedio diario per cápita que se introducen en los hábitos alimentarios de un país, la tasa de diabetes en la población aumenta 1,1%. Estas calorías equivalen a 38 gramos de azúcar, es decir, el azúcar que contiene una lata de refresco.
La SemFYC afirmó que “la OMS ha defendido que un impuesto que aumente el precio de las bebidas azucaradas en 20% podría conseguir reducciones similares en su consumo. Se prevé que la elasticidad del impuesto se sitúe entre el 0,5% y el 1,2%. De modo que por cada 1% de aumento del impuesto, el consumo puede bajar en una magnitud similar”.
En España, por ejemplo, se ha calculado que un impuesto del 20% podría lograr una reducción efectiva del consumo de calorías en la dieta del 4,7%. Esto puede suponer una pérdida de peso corporal de 725 gramos por año. Este impuesto podría ayudar a reducir a medio plazo la prevalencia de obesidad y diabetes en el conjunto de la población, argumenta el gremio.
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