Aníbal G. Arregui y Juan Martín Dabezies
La antropología es la ciencia del anthropos (el ser humano), pero también estudia las formas en que diversas culturas se relacionan con los no humanos: animales, plantas, hongos, etc. Algunas de esas formas de relación entre especies invitan a imaginarnos la ecología de una manera diferente a la que predomina en la sociedad occidental.
Ejemplos alternativos pueden encontrarse en la reciente publicación Vitalidades: etnografías en los límites de lo humano. Si bien en Occidente concebimos a otros organismos como seres-objeto a los que dominar, este libro ilustra cómo otras culturas (o sectores no convencionales de nuestra sociedad) conciben a los individuos de otras especies como sujetos con quienes interactuar.
Cuando se pasa de la idea de dominación a la de interacción no solo cambia la manera de entender las relaciones entre especies, sino también la ecología.
La singularidad de los “no humanos”
Una de las cosas que observamos es que, en muchos contextos, los no humanos no son representantes de una especie a la que dominar, sino organismos singulares que dan pie a relaciones (es decir, a sociedades y ecologías) también singulares.
Por ejemplo, uno de los casos que recogemos en nuestro libro es el del campesinado purhépecha (México) y sus cultivos de maíz. Las autoras de este capítulo explican que, mientras el maíz transgénico (ya presente en la región) es un mero producto industrial, las purhépechas perciben a su maicito tradicional como algo más que una planta: es una compañera vital a la que escuchar y cuidar, porque tiene su propia subjetividad, intenciones y caprichos.
Otro ejemplo es el de los jabalíes urbanos. En este caso, los animales salvajes, con todo el peligro que comportan, son integrados en la vida diaria de los barrios de la periferia de Barcelona. Así, muchos jabalíes son reconocidos individualmente, como sujetos, y algunos hasta reciben nombre propio. Como consecuencia, se produce una transformación de la propia ecología urbana.
En Vitalidades mostramos que no es necesario desplazarse a contextos exóticos para encontrar formas alternativas de relación entre especies. Algunas de estas formas nos obligan a pausar la idea de la dominación de una naturaleza-objeto para, en su lugar, reimaginar la ecología desde el paradigma de la interacción entre organismos-sujeto.
El Antropoceno no lo hicimos entre todos
Si bien es importante atender las particularidades de los animales o las plantas, la singularidad de los propios humanos es también un aspecto crucial para entender la ecología. En este punto, la antropología puede desempeñar un papel central en algunos debates científicos del presente.
En las últimas décadas, desde geólogos a climatólogos, pasando por todo género de científicos sociales, hablan del Antropoceno. El Antropoceno vendría a definir una época en la que el impacto del ser humano en el planeta es mayor al del resto de fuerzas de la naturaleza en su conjunto.
La narrativa del Antropoceno reconoce que la ecología es un producto antropogénico, es decir, algo que los humanos hacemos. Sin embargo, esa narrativa niega la singularidad de los diversos grupos humanos. Dicho de otra manera: es completamente erróneo atribuir esta nueva era y sus consecuencias (como la crisis climática) al anthropos en su conjunto. Es decir, al Homo sapiens como especie.
En efecto, esta situación la hemos creado solo aquellos sapiens que vivimos en las zonas prósperas del capitalismo global. Solo en este contexto se ha generado la deriva productiva y explotadora que apunta hacia un futuro ecológico bastante oscuro para muchos.
En varios capítulos de nuestro libro mostramos que si bien solo unos pocos somos responsables del Antropoceno, las consecuencias de la actual degradación ecológica ya se hacen notar a escala planetaria (y de hecho, las sufren más quienes no causaron el problema).
Deshacer la supremacía del humano
En el libro del Génesis (1:28), Dios dio una clara orden a los humanos: “Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sojuzgadla; ejerced dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra”. Por suerte, hubo muchos que no le hicieron caso.
La antropología lleva mucho tiempo prestando atención a culturas (o sectores no convencionales de la sociedad occidental) que se desmarcan de la idea de que los humanos debemos dominar y subyugar a otras especies. La interacción es una alternativa a la dominación. Si bien la mera idea no va a resolver nuestros problemas, sí puede servir para empezar a imaginar ecologías diferentes, menos jerárquicas y, quizá, más razonables.
Aníbal G. Arregui, profesor de Antropología, Universitat de Barcelona y Juan Martin Dabezies, profesor de Antropología Ambiental, Universidad de la República, Uruguay. Artículo publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.