Por Rebeca Queimaliños | Foto: Xavier Torres-Bacchetta
03/07/2016
n tipo que ha descrito los instintos más repulsivos del ser humano con esa precisión quirúrgica no es guionista, es neurocirujano audiovisual. David Simon (Washington DC, 1960) es un animal político tan incómodo como necesario. Creador de The Wire –quizás la mejor serie de la historia de la televisión–, ha sacudido el establishment y golpeado las conciencias más putrefactas. El ideólogo de obras de arte que requieren los cinco sentidos, pies en alto y copa de bourbon entre los dedos –Generation Kill, Treme o Show Me a Hero-, prepara ahora The Deuce, una serie protagonizada por James Franco sobre el surgimiento del mercado del porno en Nueva York durante la década de los 70. Cada uno de sus guiones es pieza única y numerada, pero alejado del ego absurdo que rodea la fama y el éxito, Simon siempre parece estar a punto de decir: “No tengo mérito. ¿Qué otra cosa podría hacer?”.
The Wire encaja en la descripción ‘serie de culto’. Sin embargo, a nadie pareció importarle la obra cuando estaba en antena…
Muy cierto. La gente cree que a partir de la tercera temporada todo era maravilloso, pero cada temporada bajamos el número de espectadores que teníamos en la anterior (risas). Alguien debería reconocerme eso.
¿Cuál es el punto de inflexión?
Debo reconocer que fue culpa vuestra, de los europeos, porque cuando la serie llegó a Francia, Inglaterra o España todo el mundo empezó a decir ‘tíos, deberíais ver The Wire, esta serie es buena’. Fue entonces cuando en Estados Unidos empezó una corriente fuerte de reinvindicación y las reemisiones tenían el doble o triple de espectadores que las emisiones originales. Tengo que reconocer que a mí mee pilló desprevenido.
¿Por qué a nosotros nos gustó más que a ustedes?
Supongo que hay un trasfondo cultural y otro socio-político. En mi país la gente encuentra más complicado sentarse frente a la tele a ver algo y focalizarse sólo en eso, sin levantarse para ir al baño, hacerse un sándwich o llamar por teléfono a un colega.
De ahí viene la gran sentencia: ‘Que se joda el espectador medio’.
¿Por qué tiene que preocuparme un tipo al que le importa una mierda lo que le estoy contando? No me interesa ese espectador que no tiene una hora de su tiempo para mí. Pero si puedes dedicarme varias horas, prometo que voy a contar algo que importa y voy a poner toda mi energía en hacerlo bien, como es debido. Esa es mi promesa.
Ninguna de sus series ha encontrado jamás un lugar en los ratings, pero aún así sigue trabajando. ¿Cuál es la clave?
Efectivamente, ninguna de mis series ha triunfado y sigo trabajando y ganándome la vida con ello.
¿Tiene alguna explicación convincente?
(Risas) Soy de Baltimore, seguro que es eso.
Pero nació en Washington.
Mierda, has hecho los deberes… Pues entonces debe ser por mi aspecto o porque grito mucho por teléfono.
¿Qué pasó con Treme?
Pues que en lugar de poner a un tipo negro con un arma le puse con un trombón, y eso no gustó. ¿La verdad? No tengo ni idea, espero que los europeos empecéis a revisarla pronto para reivindicarla y que vuelva a Estados Unidos como un bumerán, pero ya vais con retraso.
¿Nueva Orleans no interesaba al público?
Quiero creer que no es así, quiero creer que no supimos conectar con el público por razones que se me escapan. Pero dicho esto, es una serie de la que estoy orgulloso y si la volviera a hacer, la haría exactamente igual.
¿También está orgulloso de Generation Kill?
Muchísimo.
Muchos creen que es la única serie de David Simon que no es de Simon…
(Sonríe) Sí, algunos piensan que me alejé muchos kilómetros de Baltimore, pero lo cierto es que responde a mis preocupaciones de la misma forma que The Wire o Treme.
¿Por qué una serie sobre la guerra?
Porque tenemos una concepción muy particular de la guerra y la única válida es que es el caos, que es imposible organizar una guerra limpia y rápida. Me interesaba hablar de esos tíos que van a la guerra y se encuentran un problema tras otro, que no salen en la tele porque no les interesa un carajo, porque la guerra es su trabajo.
Tengo entendido que la serie es muy popular entre los marines estadounidenses
La pasamos en Camp Pendleton (una de las bases marines más grandes de Estados Unidos) con 5.000 efectivos entre el público y fue increíble.
¿Les gustó?
De los sargentos para abajo la amaron, les encantó… pero a los mandos, no estoy seguro de que opinen lo mismo (risas). De hecho, muchos marines utilizan ahora frases de Generation Kill y muchos se me acercaron para darme las gracias por haber entendido cosas como la forma en la que hablan entre ellos de los asuntos que les preocupan.
Show Me A Hero siguió a rajatabla el código Simon: muy buenas críticas, cero público.
Efectivamente, lleva mi sello por todas partes.
¿Por eso se arriesgó poco e hizo una miniserie?
Hice una miniserie porque la historia no necesitaba más tiempo para ser contada. ¿Quién quiere ver cinco temporadas sobre un tipo de Yonkers metido en una confrontación racial de dimensiones incontrolables? Yo no.
El de las confrontaciones raciales es un tema que nunca deja de ser actualidad.
Por supuesto, mi país tiene graves problemas en ese sentido, aunque no negaré que se ha avanzado. Hay movimientos sociales como Black lives matter o Okuppy Wall Street que han hecho grandes cosas a pie de calle y tenemos un presidente negro. Si te lo hubiera contado hace 20 años te habrías echado a reír. Pero lo cierto es que aún hay mucho trabajo por hacer.
Hablando racismo y presidentes, ¿qué le parece Donald Trump?
Me parece un idiota y un bocazas, pero a veces es simplemente hilarante: cuando ha dicho que quiere construir un muro para que no entren los mexicanos y asegura que lo pagarán los mexicanos (risas). No me digas que no es genial. Sin embargo, entre ese papagayo y Ted Cruz creo que me quedo con Trump. Cruz nunca dice todo lo que piensa y es mucho más radical que Trump.
¿Y entre los candidatos demócratas, Hillary Clinton y Bernie Sanders?
¿Has oído hablar del secreto de voto?
Parece usted más de Sanders…
(Sonríe) No insistas.
Y ahora, para rematar, The Deuce, una serie sobre porno. ¿Es para disfrutar por fin del favor de la audiencia?
Reconocerás que es buena idea. Pero escucha: encontraré la manera de cagarla y que no la vea nadie. Será la primera serie sobre la industria del porno que no verá nadie.
¿Y qué cuenta?
El momento de transición en los 70, cuando el Tribunal Supremo decidió que el porno no era ilegal, se podía comercializar y se convirtió en una industria que facturaba millones: de la bolsa de cartón con una cinta de vídeo a la alfombra roja por donde desfilaba Jack Nicholson.
¿No ha pensado nunca en hacer una comedia?
¿Crees que soy gracioso?
A veces…
Ahí tienes la respuesta. ¿En serio crees que sólo soy gracioso a veces?