Durante medio siglo, Sir David Attenborough, el naturalista y divulgador científico más popular y respetado, se ha asomado a nuestras casas desde la televisión con un saludo que es su tarjeta de presentación: “Hi I’m David Attenborough” (“¡Hola! Soy David Attenborough”). Así comenzó su conversación con Cambio16, que le distinguió con el Premio Madre Tierra. Tras agradecer la concesión de este galardón, el ambientalista británico alertó una vez más de que el planeta se encamina hacia el desastre y estamos al borde de la sexta extinción masiva. No obstante, confía en las nuevas generaciones para frenar el cambio climático, persuadido de que si cuidamos de la naturaleza, la naturaleza cuidará de nosotros.
El Consejo Editor de Cambio16 ha concedido a Sir David Attenborough el Premio Madre Tierra, un galardón instituido en la primera edición del Congreso Internacional de Sostenibilidad Medioambiental (CISM, organizado anualmente por el grupo editorial), por su dilatada trayectoria en defensa del patrimonio natural y de la biodiversidad, así como por su capacidad para comunicar y generar conciencia en la opinión pública, formando a las futuras generaciones en hábitos de vida saludable y sostenible que mitiguen los efectos del cambio climático.
Esta distinción, que ha contado con el respaldo de la organización WWF España, miembro del comité organizador del CISM junto con otras asociaciones conservacionistas, reconoce su trabajo: una ingente obra que ya abarca dos siglos, y su vigorosa llamada a la acción para revertir la pérdida de biodiversidad.
Testigo imprescindible de una época que relata la historia de una decadencia global durante toda una generación, tal y como recoge su último documental –Una vida en nuestro planeta–, que se acaba de estrenar en España, y que se erige en un testamento vital, conmovedor y sincero, que aglutina el pensamiento que ha iluminado desde la década de los cincuenta el movimiento en defensa del medio ambiente y de la vida salvaje.
En su primera edición, el Premio Madre Tierra fue entregado al Premio Nobel de la Paz (2007) Al Gore, por sus esfuerzos para construir y difundir un mayor conocimiento sobre el cambio climático causado por el hombre y poner las bases para tomar las medidas necesarias para contrarrestar ese cambio.
El naturalista británico está convencido de que cada vez queda menos tiempo, que se agotan las oportunidades. A los 94 años de edad, Attenborough estima que no le quedan muchos más aquí y no puede soportar la perspectiva de un futuro que se escurre como el hielo derretido entre las manos.
«Me resulta difícil pensar más allá de eso, las señales no son buenas», sentencia, a sabiendas de que durante el tiempo que le ha tocado no se ha trabajado lo suficiente para evitar los efectos devastadores del cambio climático: «Mi generación no es un gran ejemplo de comprensión, hemos hecho cosas terribles».
David Attenborough nació el 8 de mayo de 1926, en Isleworth, afueras de Londres. Comenzó a trabajar en la BBC en 1952, después de graduarse en Ciencias Naturales en la Universidad de Cambridge. De la década de los cincuenta datan sus primeros documentales sobre animales, aunque tuvo que esperar a 1979 para alcanzar su primer gran éxito con la serie Life on Earth (La Vida en la Tierra).
Actor, director de cine, guionista, periodista, biólogo, realizador, presentador de televisión, naturalista y ambientalista, todas las facetas que ha emprendido a lo largo de su vida profesional han girado en torno a la conservación de la naturaleza y la protección del medio ambiente.
La mayor parte de sus documentales y las ocho series que ha escrito y presentado giran en torno a la ecología. En España sus programas se han podido ver en La2 de TVE. La vida en la Tierra (1979), El planeta viviente (1984), La vida a prueba (1990) o El planeta helado (1993) son algunos de sus documentales más famosos, que le han valido varios premios Emmy y BAFTA de televisión.
EDUCADOR Y COMUNICADOR
Está convencido de que la educación medioambiental y la formación en esta materia de las jóvenes generaciones, y de la sociedad en su conjunto, es fundamental para avanzar en la conservación de la naturaleza, así como en la adquisición de hábitos y conocimientos que redunden en la lucha contra el cambio climático y la protección de la biodiversidad.
Por ello, cree que el principal fin de los medios de comunicación debe ser informar y formar a la audiencia, máxime frente a la manipulación de la opinión pública asociada a la difusión de bulos y fake news, una de las herramientas más destructivas de control social y consolidación del pensamiento único que más daño ocasiona a la libertad de prensa y de información.
En consecuencia, siempre ha levantado su voz en las plataformas públicas para promover el activismo ecológico y concienciar sobre el calentamiento global y la emergencia climática. Con este objetivo, decidió explorar el canal de comunicación que ofrecen las redes sociales para que su mensaje circulara masivamente entre los más jóvenes, usuarios preferentes de estas aplicaciones.
El 24 de septiembre del año pasado se registró en Instagram. Su irrupción en la plataforma pulverizó todos los récords. El nonagenario divulgador en 4 horas y 44 minutos logró 1 millón de seguidores. Desplazó de este podio digital a la actriz Jennifer Aniston, que consiguió la marca en 5 horas y 16 minutos gracias a los millones de fans de la mítica serie televisiva Friends al subir una foto de una cena en la que participaban seis de los actores protagonistas.
“Estoy dando este paso y explorando esta nueva forma de comunicación porque, como todos sabemos, el mundo está en problemas. Los continentes están en llamas. Los glaciares se están derritiendo. Los arrecifes de coral están muriendo, los peces están desapareciendo de nuestros océanos… La lista sigue y sigue. Pero sabemos qué hacer al respecto, y por eso estoy abordando este canal de comunicación”.
Primer mensaje de Sir Attenborough en las redes
El divulgador es el primer científico en figurar en este ranking, en el que también aparecen los duques de Sussex, el cantante surcoreano Kang Daniel, el papa Francisco y David Beckham.
Sus seguidores son personas que ni siquiera habían nacido cuando comenzó a realizar documentales explicando los secretos y las maravillas del mundo natural y la necesidad de vivir conectados con la naturaleza. Su primera serie televisiva –Life on Earth (La vida en la Tierra)– se transmitió por primera vez en la BBC en 1979 y cuenta con una audiencia de 500 millones de personas.
Algunas escenas, como su encuentro con una colonia de gorilas en Ruanda, forman parte del inconsciente colectivo de toda una generación y han superado en popularidad en la televisión británica a la retransmisión de la coronación de Isabel II.
El programa fue un éxito y un verdadero punto de inflexión. Logró interesar a los jóvenes en la vida silvestre mucho antes de que ese tipo de documentales se pusieran de moda.
Pese a su avanzada edad, considera un privilegio que sus palabras calen en esta audiencia.
“Es su mundo y es su mañana. Yo no estaré allí, ellos sí estarán. Es muy importante que, como está sucediendo, cada vez más gente joven se preocupe por este tema”, señaló a la BBC cuando la cadena británica lo entrevistó con motivo de su inclusión en el Libro Guinness de los Récords Mundiales.
Desde aquel primer mensaje viral, que alcanzó 17 millones de reproducciones, ha grabado vídeos que se han emitido de forma periódica explicando qué problemas plantea la pérdida de biodiversidad y cómo afrontar la emergencia climática. Tras alcanzar la cifra de 5,4 millones de seguidores, Attenborough anunció que abandonaba Instagram y que no tenía intención de volver a la red social. “Prefiero comunicarme a través de los medios habituales, como el correo. Recibo alrededor de 70 cartas al día y si alguien me escribe y adjunta un sobre y un sello, estaré encantado de responder”.
“No desperdicien alimentos, no desperdicien electricidad, no desperdicien gas. No desperdicien papel. Y si todos viviéramos más económicamente, el mundo sería un lugar mucho mejor”
Y para demostrar que sus canales de comunicación siguen abiertos, mantuvo una videoconferencia en la emisora BBC Radio 1 con un niño que le preguntó qué podía hacer por el planeta: “Uno de los mejores lemas es ‘no desperdicies cosas’. No desperdicien alimentos, no desperdicien electricidad, no desperdicien gas. No desperdicien papel. Todas esas cosas son las que pide el planeta. Si todos viviéramos más económicamente, el mundo sería un lugar mucho mejor”.
ACCIÓN POR EL CLIMA
En su desencuentro con las redes sociales tuvo mucho que ver la capacidad de estas plataformas para hacer creíble, de forma tendenciosa, infundios o medias verdades.
A Attenborough se le ha llegado a acusar de ser demasiado complaciente en sus documentales y de presentar el mundo natural de una manera idílica. Es posible que la belleza de sus producciones para televisión y sus increíbles imágenes hayan alimentado esta patraña. Lo cierto es que cada vez se muestra más firme para exigir a gobiernos e instituciones que actúen antes de que sea demasiado tarde para el planeta. Su futuro depende de la capacidad del ser humano de tomar decisiones y de implementarlas.
Quien ha tenido la fortuna de presenciar algunos de los espectáculos naturales más hermosos, no duda en demandar un cambio profundo tanto social como político y económico. Como observador privilegiado del medio natural ha llegado a afirmar: “En mi país ningún político se considera creíble si no incorpora en su programa una serie de propuestas sobre medio ambiente”.
En este empeño, nunca dudó en unir sus reivindicaciones a la de otros líderes mediáticos cuyo reconocimiento global alerta sobre el impacto de la degradación ambiental en la flora y la fauna.
Admite que después de dos décadas advirtiendo de la emergencia climática y reclamando cambios políticos y en la vida cotidiana de los ciudadanos, muy pocos se dan por enterado.
Considera deprimente, por ejemplo, que los gobiernos de Estados Unidos, Brasil o Australia llegaran a desvincularse del Acuerdo de París y de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, poniendo en duda incluso el cambio climático.
Así se lo confesó a la activista Greta Thunberg, la adolescente con síndrome de Asperger conocida por organizar la primera huelga escolar del mundo por el clima frente al Parlamento de su país, Suecia, y que logró intervenir en la Cumbre del Clima de Nueva York (COP24) respaldada por millones de jóvenes.
“Es su mundo y es su mañana. Yo no estaré allí, ellos sí estarán. Es muy importante que cada vez más gente joven se preocupe por la naturaleza y el futuro del planeta”
En este foro global, acusó a los dirigentes internacionales de no ser lo suficientemente maduros para decir las cosas como son: “Nuestra civilización está siendo sacrificada para que unos pocos tengan la oportunidad de seguir haciendo grandes cantidades de dinero. Hasta que no empecéis a focalizaros en lo que es necesario hacer, en vez de lo que es políticamente posible, no habrá esperanza. Ustedes dicen que aman a sus hijos por encima de todo, sin embargo, les están robando su futuro ante sus propios ojos”.
Attenborough simpatiza con los movimientos que propugnan la acción directa y la desobediencia civil, como es el caso de Extinction Rebellion, la organización que usa la resistencia no violenta para llamar la atención sobre el calentamiento global, aunque critica sus tácticas.
De la joven Greta Thumberg, el divulgador llegó a decir que despertó al mundo, a lo que la activista respondió que considera al naturalista una inspiración por haber dedicado su vida a la defensa del medio ambiente y de la naturaleza, animando a los jóvenes a asumir su responsabilidad con el futuro del planeta.
A partir de ese instante, Attenborough comprendió que había que aprovechar cualquier oportunidad para que personas de todo el mundo, independientemente de su nacionalidad o circunstancias, sean parte de la discusión más importante de este siglo: la acción sin precedentes y necesaria para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París.
El camino hasta convertirse en un activista por la causa de la naturaleza fue largo. En esta evolución en sus convicciones nunca olvidó su faceta de divulgador, su talento para educar y formar a los jóvenes y su sensibilidad ante el atractivo y el esplendor de un mundo que agoniza. Como él mismo reconoce, abrazó la causa contra el calentamiento global en 2004, después de asistir a una conferencia del científico estadounidense Ralph Cicerone.
“Lo que me convenció –escribió en el diario británico The Independent– fueron los gráficos que conectaban el aumento de CO2 en la atmósfera y el incremento de temperatura con el crecimiento de la población humana y la industrialización”.
Con todo, el descubrimiento de su pasión por la naturaleza se produjo mucho antes. Fue en 1936, cuando él y su hermano Richard, el actor, productor y director de cine británico que obtendría dos Óscar por su película Gandhi (1982), asistieron a una charla del polémico naturalista Archibald Belaney, conocido como Grey Owl (Búho Gris), cuyo personaje fue encarnado en la gran pantalla por el actor Pierce Brosnan en un film dirigido por el propio Richard.
La película narra la odisea de un inglés que emigró a Canadá a los 17 años, vivió allí solo, en plena naturaleza, y se hizo pasar por mestizo, hijo de padre escocés y madre india. Años después, con el nombre de Búho Gris, recorrió Inglaterra dando una serie de concurridísimas conferencias en pro de la defensa del medio ambiente y de la cultura indígena. David tenía solo diez años cuando quedó prendado de la historia de Búho Gris.
LA MÁQUINA DEL TIEMPO DE ÁMBAR
Desde niño le gustó coleccionar fósiles, rocas, especímenes vivos y cualquier objeto relacionado con la naturaleza. Una de sus hermanas adoptivas le regaló un trozo de ámbar para su museo particular. Fue el germen del documental de la BBC The Amber Time Machine (La máquina del tiempo de ámbar), que se emitió en 2004 y posteriormente formó parte de la colección Attenborough in Paradise and Other Personal Voyages (Attenborough en el paraíso y otros viajes personales).
El documental presenta a Attenborough buscando las identidades de criaturas preservadas dentro de un trozo de ámbar báltico. Luego muestra cómo un grupo de científicos puede reconstruir un ecosistema completo de veinte millones de años a través de piezas de ámbar dominicano y analiza la viabilidad científica de que el ADN se conserve en ámbar.
Justo el argumento, basado en una novela de Michael Crichton, que utilizaría en 1993 Steven Spielberg para su oscarizada película Jurassic Park, en la que Lord Richard Attenborough interpretaba al excéntrico multimillonario John Hammond, que consigue hacer realidad su sueño de clonar dinosaurios del Jurásico y crear un parque temático. Esa pasión por los fósiles alentó la última polémica en la que se ha visto envuelto a su pesar. Un embrollo que comenzó al regalar al príncipe George de Gran Bretaña un fósil de diente de tiburón gigante después de que, junto a su padre, el príncipe William, duque de Cambridge, vieran en privado su nuevo documental –David Attenborough: A Life on Our Planet– en el Palacio de Kensington.
El fósil, de 23 millones de años, fue encontrado por Attenborough en Malta cuando estaba de vacaciones en la isla mediterránea a finales de la década de los sesenta. El diente de megalodón, una especie extinta de tiburón gigante que podía medir hasta 20 metros y pesar 50 toneladas, fue reclamado por el ministro de Cultura de Malta, José Herrera, que argumentó que la pieza debía formar parte del patrimonio natural de la excolonia británica.
“Los continentes están en llamas. Los glaciares se están derritiendo. Los arrecifes de coral están muriendo, los peces están desapareciendo de los océanos”
El asunto incendió las redes sociales y se ridiculizó la actitud del político maltés. Algunos mensajes apuntaban que los dientes fosilizados de tiburones megalodón se pueden comprar por menos de 50 euros en Internet.
David Attenborough es miembro de la academia estadounidense de las Artes y de las Ciencias, la Sociedad Zoológica de Londres y la Royal Society, la sociedad científica más antigua del Reino Unido. Ha recibido incontables galardones y títulos honoríficos, entre los que destaca el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 2009. También hay más de 20 especies, desde plantas e insectos a reptiles y mamíferos, que fueron nombradas en su honor, incluido una de dinosaurio, Attenborosaurus conybeari (una especie marina).
El nuevo barco polar británico, el RSS Sir David Attenborough, también le rinde tributo. A finales de año emprenderá su viaje inaugural a la Antártida para impulsar la investigación sobre el cambio climático.
David Attenborough: “Esta es nuestra casa, debemos protegerla”
Unas palabras de Arthur Conan Doyle, extraídas de su novela El mundo perdido, te describen perfectamente: “Hay muchos hombres que nunca cuentan sus aventuras porque no pueden esperar que le crean”. Si pudieras sentarte cara a cara con todos los jóvenes del mundo, ¿qué mensaje querrías transmitirles?
La población mundial se ha multiplicado por tres desde que empecé a realizar programa de historia natural. Cada vez ocupa más espacio y deja menos superficie al entorno natural. Dependemos de la naturaleza para todo, desde nuestra alimentación hasta el aire que respiramos y sin ella desapareceríamos como especie. El mundo salvaje tiene hoy un gran problema y por ello debemos protegerlo.
¿Visitó en alguna ocasión ese “mundo perdido” que Conan Doyle sitúa en Roraima (Venezuela)?
Acampé justo en la cima del monte. No hay nada más que roca desnuda y llueve constantemente. En relación con el planeta, y en términos geológicos, es una formación montañosa bastante reciente. Allí arriba hay muy pocos animales.
La gente busca normalmente un propósito en su vida, un anhelo ciertamente esquivo y completo. Sin embargo, tu vida responde a un gran propósito. ¿Cómo definirías esa vocación?
Lo que me interesa es el mundo natural y a eso precisamente me he dedicado durante toda mi vida. Sé que estoy aquí y trato de entender el mundo natural. Ese es mi propósito de vida.
¿Sientes que de alguna manera estamos inmersos en lo que Elon Musk definiría como un nuevo renacimiento?
Es posible. Estamos descubriendo cómo obtener energía directamente del viento, del mar y del sol y avanzamos vertiginosamente en el desarrollo de fuentes renovables de energía.
¿Crees que esta pandemia ha traído cambios positivos para el planeta y la humanidad?
Ciertamente, y esos cambios se han visualizado a corto plazo. Por supuesto, ha habido pandemias antes y las hemos superado. Estoy seguro de que superaremos también esta. Esta situación de emergencia sanitaria nos está dando una lección a todos y nos confirma que progresamos en la vida y garantizamos el futuro del planeta a medida que cambiamos nuestra actitud hacia la naturaleza.
¿Puede la naturaleza hacernos más sabios?
La naturaleza nos enseña muchas cosas, pero no estoy seguro de si al final somos más sabios.
A pesar de que la sociedad está cada vez más concienciada ante el calentamiento global, los datos relacionados con la crisis climática están empeorando. ¿Deberíamos adoptar un enfoque más radical para exigir el fin de la dependencia de los combustibles fósiles?
Durante toda mi vida he luchado por reducir la dependencia de los combustibles fósiles. Ahora tenemos la posibilidad práctica de hacerlo y reducir drásticamente la dependencia del carbón en favor de la generación de fuentes limpias de energía, pero para eso son necesarios acuerdos internacionales que obliguen a los países.
Carl Sagan habla sobre el punto azul pálido y dice algo similar a lo que usted explica sobre el Jardín del Edén visto desde arriba: “La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos en un futuro próximo, al que nuestra especie pueda migrar. Visitar, sí. Destruir, todavía no. Nos guste o no, por el momento la Tierra es donde nos mantenemos firmes”. ¿Cree que nosotros, como humanos, nos estableceremos en otros planetas antes de arreglar el nuestro?
Eso es algo difícil de llevar a cabo. No conozco ningún planeta que sostenga la vida humana y los organismos independientes. Podemos salir de la nave espacial y caminar. Te lleva años y años llegar allí y cuando llegas allí, por lo que sabemos, no hay vida en absoluto. ¿Quién querría hacer eso?, ¿por qué querrías ir a un lugar donde no hay posibilidad de caminar por el mundo exterior?… Hemos evolucionado en este planeta y esta es nuestra casa.
¿La transformación humana puede crear un mundo mejor?
Lamentablemente, no nos transformamos.
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