El pasado y el futuro de la energía colisionan en Alemania. Durante años, ha sido el principal adalid europeo de la transición energética hacia fuentes más limpias. A contravía, también es uno de los mayores emisores de dióxido de carbono del continente. Datteln-4, una central termoeléctrica de carbón, es un ejemplo escandaloso de la discordante ruta.
Aunque Alemania se prepara oficialmente para acabar con el carbón en 2038, cerca de Datteln (al norte de Dortmund) la empresa Uniper conectó a la red de electricidad la Datteln-4, una nueva central termoeléctrica de carbón con 1,1GW de potencia instalada.
El mes pasado, cuando se inició la conexión de la central, decenas de manifestantes desplegaron una enorme pancarta a lo largo del canal debajo de la planta. Al mismo tiempo, una barcaza repleta de carbón se deslizaba. La tripulación gritaba y silbaba burlonamente.
La imagen era un símbolo de la lucha que enfrenta las dos caras de Alemania. Por un lado la que se coloca a la vanguardia de la transición energética. Del otro, la del líder de la industria del carbón.
Se esperaba que la oposición a Datteln-4 se convirtiera en el último grito de guerra para el movimiento ambientalista alemán. Pero a raíz de la pandemia de coronavirus, y con la recesión inminente, la lucha contra el lobby del carbón se ha visto atenuada.
Una larga lucha
La polémica en torno a la planta Datteln-4 no es una sorpresa. En enero la discusión sobre la puesta en marcha de la instalación fue muy intensa. Su apertura abre la interrogante de cómo se va a amortizar en los 18 años que le quedan por delante.
El gobierno aprobó recientemente un proyecto de ley de salida de carbón. Los cierres se realizarán en 2038 a más tardar. Serán monitoreados y posiblemente revisados en 2026, 2029 y 2032, si el país descarboniza sus industrias antes.
El caso Datteln-4 ha traído de cabeza al activo movimiento ecologista alemán. Y ha afectado sensiblemente la credibilidad en los programas de descarbonización que pone en marcha el gobierno. Hoy un tercio de la generación eléctrica alemana sigue produciéndose en las térmicas de carbón.
«Es un crimen climático, lo que está sucediendo», dijo Lisa Göldner, una activista de Greenpeace involucrada en las protestas contra Datteln 4. «Veo como parte de nuestro trabajo enviar mensajes de esperanza. Pero estoy realmente frustrado. Uno lo siente como una batalla perdida».
Una transición compleja
Cuando se empezó a construir Datteln-4, en 2007, no había planes de descarbonización tan ambiciosos como los actuales. Sin embargo, los cambios de los últimos años no frenaron el proyecto. Al contrario. Frente a las demandas y manifestaciones contra la planta, Uniper dijo que, por su novedad, es más eficiente y respetuosa del medio ambiente. Además explicó que sus planes conllevan el cierre de otras cinco plantas de carbón cuyas emisiones son tres veces mayores que la de la nueva central que las sustituirá.
En este marco, no debería de haber demasiada polémica. Pero la puesta en marcha de la planta pone sobre la mesa la zigzagueante posición alemana con respecto a la transición energética en las últimas décadas.
En 2002 el gobierno de Gerhard Schröder puso en marcha las primeras piezas de la Energiewende (Transición energética). Desde entonces, la política energética alemana se ha ido construyendo con decisiones poco planificadas. Un ejemplo fue el abrupto abandono de la energía nuclear tras el accidente de Fukushima. También se dejaron atrás los proyectos de las autovías energéticas. Estas iniciativas han llevado a un callejón sin salida.
Suspicacias de los ambientalistas
En ese contexto, crecen las suspicacias de los activistas, pero también de muchos analistas. Con el fin de la era Merkel, nadie sabe qué puede pasar en los próximos años. Tampoco se conoce por qué camino escogerá la Unión Demócrata Cristiana de Alemania, muy reforzada tras la gestión de la pandemia de coronavirus.
Con Alemania enfrentando la posibilidad de su peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial, la atención pública se ha alejado del Partido Verde alemán. Las preferencias regresan a los partidos principales. El año pasado, para esta época, los Verdes estaban en lo más alto de las encuestas de opinión. Contaban con el respaldo del 27% de los alemanes. La última encuesta de Forsa mostró que el apoyo al partido ahora se ha reducido al 16%.
Los ecologistas alemanes esperaban que Datteln-4 se convirtiera en su próximo «momento del bosque de Hambach», refiriéndose a las 50.000 protestas fuertes que atribuyen al desencadenamiento de un fallo judicial contra la expansión de una mina de lignito en un parche de bosques antiguos. Además de la lucha contra Datteln-4, los activistas intentan proteger varias aldeas que serán demolidas a fin de extraer el carbón debajo de ellas.
También temen que Datteln-4 puede ayudar a facilitar la indulgencia de la UE al carbón del centro y el este de Europa.
Posibles avances
No obstante, en la otra calle hay significativos avances en la transición energética. En 2019, el 74% de toda la nueva potencia instalada en el mundo fue renovable. En Europa, países como Austria o Suecia han anunciado que el cierre de las últimas térmicas será años antes de lo esperado. Esta parece ser la tónica mundial.
A finales del mes pasado, España cerró siete centrales termoeléctricas, al terminar el periodo de vigencia del Plan Nacional Transitorio, que les autorizó a funcionar desde el 1 de enero de 2016 hasta el 30 de junio, sin cumplir con los límites de emisión que fija la Directiva de Emisiones Industriales de la Unión Europea.
Uniper ha dicho que cerrará sus plantas de carbón más antiguas y menos eficientes para 2025. De esta manera, reducirá las emisiones generales de dióxido de carbono de la empresa, incluso con Datteln-4 operando hasta la fecha límite.
Además, la empresa podría considerar cerrar Datteln-4 antes de la fecha oficial de salida de 2038, si las condiciones para la compañía son las correctas en ese momento, dijo el presidente ejecutivo Andreas Schierenbeck.
Uniper es propiedad mayoritaria de Fortum, de Finlandia, cuyo enfoque se centra en la generación de energía a partir de fuentes libres de fósiles.
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