Un niño de 8 años de edad, descendiente de una familia vinculada a un importante conglomerado minero en Mongolia y que podría dirigirlo en un futuro, ha sido sorprendido por un porvenir más místico —líder mundial del budismo tibetano— y también muy terrenal. Se encuentra en medio de una lucha abierta entre el Dalái Lama y el Partido Comunista de China.
Hace algunos años, en una visita a un vasto monasterio en la capital de Ulán Bator, conocido por una imponente estatua de Buda dorada, su padre lo llevó con su hermano gemelo a una habitación y fueron sometidos a una prueba secreta junto con otros siete niños. Se les mostró una mesa llena de objetos religiosos. Algunos de ellos se negaron a alejarse del lado de sus padres. Otros se sintieron atraídos por los dulces que habían sido colocados como distracciones.
Este chico, A. Altannar, se separó del padre y fue hasta donde estaba un rosario y se lo puso alrededor del cuello. Luego tocó una campana utilizada para la meditación y se acercó a un monje y juguetonamente se subió a sus piernas. Bataa Mishigish, un erudito religioso que observó al niño con dos monjes mayores dijo que «fueron señales muy especiales». «Simplemente nos miramos y no dijimos una palabra», recordó.
Habían encontrado la décima reencarnación de Bogd, una de las tres figuras más importantes del budismo tibetano y líder espiritual de Mongolia, donde casi la mitad de la población es budista. Durante los siguientes siete años, los monjes mantuvieron en secreto la identidad del Bogd, conocido formalmente como Jebtsundamba Khutughtu, reseña The New York Times.
El niño líder del budismo tibetano
Marzo del 2023 fue emocionante para los budistas en Mongolia. El día 8 alrededor de 600 budistas asistieron a una ceremonia especial en un templo en Dharamsala en la India. Allí, el Dalai Lama nombró al niño décimo Khalkha Jetsun Dhampa Rinpoché, que es el título del tercer líder del budismo. “Tenemos la reencarnación del Khalkha Jetsun Dhampa Rinpoche de Mongolia hoy con nosotros”, anunció.
La emoción era palpable. El anterior Jetsun Dhampa solo estuvo el último año de su vida en ese país, cuando llegó de la India, donde vivió en el anonimato y el exilio. No estaba seguro en su país de origen, el Tíbet, debido a la ocupación china. Vivir en Mongolia comunista, en el que el PC impuso el ateísmo, no era una opción viable.
Sin embargo, la alegría y emoción se mezclaron con miedo y ansiedad. Esperan la reacción de China. El gobierno chino ve al Dalai Lama como un separatista que trata de controlar a población tibetana mediante sus líderes religiosos. A sus visitas anteriores a Mongolia les siguieron amenazas y, sobre todo, sanciones que afectaron la economía mongola.
El décimo Jetsun Dhampa tiene un hermano gemelo. Los niños se llaman Aguidai y Achiltai Altannar. Nacieron en Estados Unidos, de padres mongoles. Vienen de una familia adinerada y poderosa. Su padre, Altannar Chinchulun, es profesor de matemáticas en la Universidad de Mongolia. Su madre, Monkhnasan Narmandakh, es ejecutiva empresarial. En su página de Facebook indica que dirige dos compañías: una minera, llamada Grupo Monpolymet. y otra de construcción, de nombre Moncement. La abuela de los chicos, Garamjav Tseden, fue parlamentaria.
Desafío del Tíbet a China
La designación del niño como líder del budismo tibetano no es un hecho meramente espiritual. Involucra aspectos geopolíticos muy delicados con implicaciones para Mongolia, China y el Tíbet. El Partido Comunista ha tratado de afirmar su autoridad sobre el budismo tibetano incluso fuera de las fronteras de China, como parte de una implacable campaña para reforzar su control sobre el Tíbet.
China considera al Dalai Lama, de 88 años de edad, que huyó del Tíbet en 1959 y ha vivido exiliado en la India desde entonces, como un enemigo decidido a liberar al Tíbet de su dominio. Aunque oficialmente ateo, el partido ha afirmado que es el único autorizado para nombrar su reencarnación y las de otros altos lamas.
Después de la muerte del último Bogd en 2012, existía la preocupación de que China intentaría elegir o influir en la selección del próximo. En 1995, China secuestró a un niño que el Dalai Lama había nombrado Panchen Lama, la segunda figura más reconocible del budismo tibetano.
La aparición pública de Dalai Lama con A. Altannar fue una afirmación desafiante de su influencia sobre la fe y enfrentada a los propósitos de Pekín de nombrar al sucesor que uso a Mongolia en aprietos. Tensó más su volátil relación con China, su vecino mucho más grande, más rico, más poderoso y poco respetuoso de las creencias de las personas.
Algunos han empezado a preguntar si la tradición de ungir a los niños como lamas reencarnados tiene sentido y un lugar en la Mongolia moderna. Y otros se han quejado de que las familias de élite, como la del niño, disfrutan de demasiados privilegios. Mientras tanto, sus padres –educados en Estados Unidos– se enfrentan a tener que renunciar a sus esperanzas y sueños para que su hijo siga una vocación religiosa que ellos no eligieron.
Gemelos, pero uno es el líder
Al niño A. Altannar, que estudia tercer grado y le gustan TikTok y los videojuegos, le esperan décadas de formación teológica, una vida de celibato y la grave responsabilidad de defender el budismo mongol contra la presión china. Y, en cierto modo, también a su hermano gemelo.
Para oscurecer la identidad de A. Altannar y protegerlo de adoradores demasiado entusiastas o algo peor, los gemelos Achildai Altannar y Agudai Altannar siempre aparecen juntos. De hecho, ni el Dalai Lama ni los padres han dicho públicamente cuál niño fue presentado en la ceremonia.
La llamada telefónica a la familia del niño con la noticia de su selección provino del entonces presidente de Mongolia, Tsakhia Elbegdorj. Una señal de la importancia nacional del puesto. Pero Munkhnasan, la madre de A. Altannar, dijo que su respuesta inmediata fue un rotundo rechazo. Los padres esperaban que sus hijos estudiaran ingeniería y se hicieran cargo del imperio empresarial familiar.
Munkhnasan recordó que entonces dijo que no era posible. “Mi hijo todavía era un bebé y no hubo ningún tipo de advertencia previa ni comunicación sobre lo que estaba a punto de suceder”, contó. Con su esposo Altannar Chinchuluun, le escribió al Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) pidiendo ayuda. «El proceso de reencarnación había despojado a su hijo de sus derechos», argumentaron.
La familia se apresuró a viajar a Ulán Bator después del presidente y exigió a los monjes que encontraran otro niño. Los monjes argumentaron que lo intentarían, pero el Dalai Lama dijo que no.