Por Andrés Moreno
11/12/2016
Hasta mediados de los años 70, los conceptos lujo y deporte en relojería estaban completamente separados. La primera categoría estaba compuesta por modelos fabricados en oro y tamaño pequeño, mientras la de deportivos englobaba aquellos relojes de carácter funcional, pensados para medir los tiempos de carreras o bucear. Incluso las marcas que pertenecían a una determinada categoría no se aventuraban a entrar en la otra por miedo a perder su identidad de cara a los clientes. Será en 1972 cuando Audemars Piguet rompa esta regla no escrita y lance el Royal Oak, un reloj de lujo completamente fabricado en acero. Cuatro años más tarde Patek Philippe sigue esta senda y presenta el Nautilus, toda una revolución en la historia de la casa de Ginebra.
El Nautilus será el primer reloj automático de acero de Patek Philippe y también el primero con una clara vocación deportiva, sin abandonar con ello la filosofía de lujo artesanal que siempre ha caracterizado las creaciones de la casa. El responsable de su diseño fue Gérald Genta, quien partió de las escotillas de las barcos para crear una caja fijada mediante tornillos y hermética hasta 120 metros. La forma octogonal del bisel y el azul de la esfera pronto se convirtieron en signos inequívocos de un reloj convertido en icono con el paso del tiempo.
Con la celebración del cuadragésimo aniversario de su creación, Patek Philippe hace una excepción en su política de no hacer series limitadas y presenta dos del Nautilus. La primera, realizada en platino, recupera el diseño original del modelo de 1976. La segunda edición especial es la versión cronógrafo que traemos a estas páginas. Esta referencia, realizada en oro blanco y tirada limitada de 1.300 piezas, ya se ha convertido en un clásico de la firma apenas ha salido al mercado.