Por Iñigo Aduriz | Ilustración: Obs Business School
18/02/2017
Falsificar hace daño. Tanto, que sólo en 2013, último año contabilizado a nivel global, el impacto de esta práctica alcanzó en todo el mundo los 338.000 millones de euros. En la Unión Europea los productos falsificados supusieron el 5% de las importaciones totales, equivalentes a 85.000 millones y en España, donde existen datos más recientes, de 2015, se incautaron bienes valorados en más de 767. Tanto la OCDE como la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea (EUIPO), organismos que han hecho públicos estos datos, apuntan a que es la estadounidense la economía más afectada por estas prácticas. Se calcula que allí dos de cada diez productos son falsificaciones, con su evidente perjuicio a las marcas implicadas. A EEUU le siguen Italia, Francia, Suiza o Japón.
“De los datos utilizados procedentes de las incautaciones aduaneras realizadas a nivel mundial se concluye que el origen de los productos falsificados y pirateados ya es global”, explica Gian-Lluís Ribechini Creus, ingeniero y profesor de la OBS Business School que ha elaborado un informe al respecto. Él advierte de que, en todo caso, “son las economías emergentes las que desempeñan un papel relevante en este ámbito, ya que pueden actuar tanto como países fabricantes de productos falsificados o como zonas de tránsito”. Destaca especialmente China que, según el estudio, supone casi el 67% del origen de las incautaciones globales, seguida por Hong Kong (22,6%) y ya más de lejos, por Turquía (3,48%), Singapur, (2,06%) Tailandia (1,68%) y la India (1,22%).
Los datos recogidos de los productos incautados en los últimos años muestran que las principales industrias y sectores afectados a nivel mundial por los bienes falsificados son el del calzado, que supuso el 25% del total en 2013, seguido del de las prendas de vestir de punto (16%), los artículos de cuero (también el 16%) o la maquinaria eléctrica (14%). Todas esas mercancías entran en los diferentes países principalmente a través del correo ordinario, que supone el 63% del conjunto de las importaciones, aunque también por avión (21%), barco (8%) o carretera (7%).
Ribechini destaca que España tiene sus propias caracterísiticas. Así, mientras el sector de zapato es el que más falsificaciones mueve a lo largo y ancho del planeta, en el caso español es el textil. Sólo durante el año pasado se incautaron medio millón de prendas de ropa que habían sido copiadas de otras marcas. Le siguieron los productos electrónicos o de maquinaria. Fueron apercibidos más de 250.000 objetos de este tipo. Pero también bebidas o comestibles que no se correspondían realmente a las marcas de las que aparentaban ser. Estas prácticas supusieron, en 2015, la detención o imputación de 1.453 personas que se dedicaban a falsificar, a comerciar o transportar este tipo de productos. Y los decomisos se produjeron, especialmente, en naves, fábricas o almacenes.
El impacto en la economía española fue determinante, también, según los datos que ha analizado la OBS Business School. En el sector de la ropa y el calzado las pérdidas provocadas por la irrupción de las prendas falsificadas alcanzaron la cifra de 4.127 millones de euros. En el de la cosmética e higiene personal el daño se cuantificó en 948 millones, al que siguieron el de las bebidas alcohólicas (263), la joyería y relojería (204), los juegos y juguetes (167), los bolsos o maletas (123), los artículos de deporte (76) y la industria discográfica, que perdió nueve millones. “Es significativo que mientras el valor de los objetos decomisados en España durante el año 2015 sea de casi 800 millones de euros, en cambio el valor estimado de las pérdidas en ventas directas de ocho sectores sea del orden de casi 6.000 millones de euros anuales”, lamenta Ribechini.
Luchar contra estas prácticas
Desde la Policía, que dispone de una sección específica con tres grupos dedicados a perseguir estos delitos, apuntan que “el de la propiedad industrial es un tráfico negro y oscuro” que mueve “tantísimo dinero” que tiene “estructuras criminales bien organizadas”. Mónica Dopico, jefa de la sección de delitos contra la propiedad intelectual e industrial, recuerda que lo más extraño que se han encontrado en sus investigaciones ha sido la falsificación de un filtro para centrales nucleares. Y advierte de que la lucha contra estas prácticas empieza por el ciudadano, a quien emplaza a comprar “siempre en los canales oficiales de distribución”, bien sean “tiendas propias de la marca” o comercios autorizados.