Los acuerdos globales para frenar el cambio climático son obligantes e imperativos. Sin las metas y los compromisos allí contenidos, se lanzaría a la deriva a un planeta lo suficientemente desigual e insostenible. Pero al parecer estos convenios no son suficientes. ¿Cuánto pesa la opinión de los ciudadanos en la actuación de los gobiernos? ¿Es necesario escuchar a manifestantes, activistas y aquellos que alzan sus voces en las calles?
Farhana Yamin tiene mucho que decir en su lucha climática es de interés. Es una abogada ambiental reconocida internacionalmente. Y una asesora respetada de países en desarrollo y pequeñas naciones insulares como las Islas Marshall, que trabaja en su nombre a nivel mundial.
También es autora principal del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) y fue una de las arquitectas clave del Acuerdo climático de París. Yamin, de 57 años, es ampliamente vista como responsable de asegurar, a través de la diplomacia detrás de escena, un elemento central del pacto: la meta de cero emisiones netas para mediados de siglo.
Sin embargo su trabajo consecuente y vigoroso se topó con una piedra o, tal vez con un muro. Después del acuerdo, cuando Donald Trump llegó al poder en Estados Unidos y otros países retrasaron la adopción de medidas enérgicas contra el cambio climático, dijo que su fe en las instituciones comenzó a desmoronarse, reseña The New York Times.
“Fui ingenua sobre lo que podíamos lograr”, comentó Yamin sobre su viaje intelectual de más de treinta años. “He aprendido que no podemos confiar solo en abogados y diplomáticos”.
Otros caminos de los acuerdos sobre cambio climático
Ese viaje comenzó cuando estudiaba derecho a los 20 años. Al crecer como una inmigrante paquistaní en Inglaterra experimentó el racismo, Yamin supo entonces que quería pasar su carrera luchando contra la injusticia. Cuando se embarcó en una pasantía en una pequeña firma de abogados ambientales en 1991 como recién graduada de Oxford, encontró su vocación. “Nunca miré hacia atrás, yo era optimista”, dijo.
Desde entonces, ha asistido a casi todas las principales conferencias internacionales sobre el clima. Pero es mejor conocida por su trabajo en las negociaciones que llevaron al Acuerdo de París, como fundamento de otros acuerdos para detener el cambio climático.
Pasó años trabajando con académicos, grupos de la sociedad civil y abogados para lograr cero emisiones netas. La idea de usar reducciones, captura de carbono y compensaciones de carbono para garantizar que no se agreguen más gases de efecto invernadero a la atmósfera, se consolidó en la conferencia de 2015. “Farhana estaba entre un puñado de colaboradores dispuestos a intensificar y defender esta búsqueda”, dijo Bernice Lee. Directora de investigación sobre sostenibilidad en Chatham House, una organización de investigación de Londres.
Pero solo unos meses después de que Yamin lograra una de las mayores victorias de su carrera, dijo, las cosas empeoraron. Para 2016, algunos países occidentales estaban viendo un aumento del nacionalismo. Y una creciente desconfianza en las instituciones internacionales. Con Gran Bretaña votando a favor de abandonar la Unión Europea y Trump amenazando con sacar a EE UU del Acuerdo de París si era elegido.
“Sentí que el mundo multilateral, el marco internacional de los derechos humanos, se estaba derrumbando a mi alrededor”, comentó Yamin.
Acuerdos de alto gobierno al activismo por el cambio climático
Cuando Farhana Yamin vio a Trump ganar las elecciones, se sintió abatida. Sintió que su carrera de 30 años como abogada del gobierno y negociadora de acuerdos sobre el cambio climático no había servido para nada. Se encontraba en la sala de reuniones de una conferencia climática de las Naciones Unidas en Marrakech, Marruecos.
“Todo se estaba convirtiendo en humo”, señaló a The New York Times. “No podía decirle a mis clientes, no podía mentirle a las Islas Marshall, que arreglaríamos esto”. Yamin tomó un año sabático.
Pasó la mayor parte de su tiempo en clases de terapia natural y acampando en la naturaleza durante semanas.En su tiempo libre, Yamin comenzó a leer sobre otros movimientos sociales, como la campaña contra el apartheid. Y el movimiento sufragista, que utilizaban la movilización social y la resistencia no violenta para promover sus causas.
“Sentí que el movimiento climático era casi único y frágil. Se basaba principalmente en tácticas internas y no en la construcción de movimientos”, argumentó la abogada . “No dependía de los conjuntos completos de herramientas”.
Fue esta idea la que reavivó la pasión de Yamin por el clima y la ayudó a volver al trabajo. En lugar de volver a la diplomacia climática, se unió al naciente movimiento Extinction Rebellion. Un grupo descentralizado que utiliza la acción no violenta y la desobediencia civil, en 2018.
Inicialmente se convirtió en la líder del equipo político de Extinction Rebellion. Y utilizó su conocimiento del terreno diplomático para ayudar al movimiento a ser más estratégico en su activismo y obtener más fondos. Sin embargo, incluso en su nuevo papel de activista, Yamin sintió que confiaba demasiado en sus habilidades intelectuales en lugar de arriesgar su cuerpo. Pero…
“Positividad tóxica” en la COP26
Cuando se emitió un informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático en octubre de 2018, Yamin lo estaba leyendo en simultáneo. Mientras los activistas llenaban la Plaza del Parlamento en Londres. Cuando vio fotos de jóvenes que se negaban a romper filas y esperaban ser arrestados, pensó: “Quiero estar con ellos”.
Yamin pasó los siguientes dos años trabajando con Extinction Rebellion, organizando y protestando junto con otros activistas. Y renunció a su cargo en el grupo en 2020 debido a desacuerdos con otros líderes. Destacó que creía que el movimiento no estaba lo suficientemente centrado en la justicia climática. Desde entonces, ha estado trazando un nuevo camino, uno que no depende de instituciones o grupos activistas.
En la COP26, la última cumbre climática de las Naciones Unidas, en Glasgow, Yamin trabajó duro como siempre en estos eventos. Ansiosa por defender el legado de París y otros acuerdos vinculados directamente con el cambio climático. Pero en lugar de pasar sus días en la sala de negociaciones, rodeada de lo que ella llama una “positividad tóxica”, se centró en la creación de movimientos. Y en escuchar a las personas vulnerables que hablaban fuera del centro de conferencias.
Confió que se fue de Glasgow con el corazón roto. Tanto por el resultado de la conferencia como por las historias que escuchó de las comunidades marginadas sobre los impactos climáticos. “Casi podría llorar. Seguimos empujando los plazos”, contó. «¿En qué momento decimos ‘suficiente’?»
Incluir a la sociedad en el tema climático
Farhana Yamin reveló que entre sus próximos planes quiere trabajar directamente con las comunidades de color de primera línea en Gran Bretaña. Y ayudar a movilizar al sector cultural para que se involucre más en los problemas climáticos.
“Necesitamos que el sector cultural y los creativos nos ayuden a imaginar nuestra salida de la crisis”, resaltó. También quiere educar a las organizaciones filantrópicas sobre la justicia climática para ayudar a obtener más dinero para las comunidades de primera línea. Su objetivo es asegurarse de que todos los sectores de la sociedad luchen contra la crisis climática. “Todos deberían tener la palabra ‘activista’ en su CV”, dijo.
Cuando se le preguntó cómo se siente mirando hacia atrás en su carrera, Yamin hizo una pausa. “Estoy orgullosa de mis logros. Pero no puedo seguir haciendo eso frente a la conocida indiferencia. Soy mucho más honesta ahora”, afirmó.