En este mundo inestable de amores fugaces y paternidades retrasadas, los avances médicos crearon soluciones y problemas. Los embriones congelados han sido una bendición para parejas con problemas para procrear. También se está convirtiendo en una pesadilla cuando el amor se acaba.
No es que el amor se esté acabando, pero lo cierto es que, en Estados Unidos la gente se está casando menos. Cuando lo hacen son mayores que en el pasado y se dan tiempo antes de tener hijos. Ese retraso tiene un costo biológico: a más años de vida menos fertilidad y más riegos. Para evitar esos inconvenientes muchas parejas han optado por la congelación de embriones. Pero los seres humanos, y sus emociones, son impredecibles y cambiantes. Lo que luce como una sabia decisión, puede derivar en una costosa y amargante pesadilla.
Fríos números
El matrimonio en Estados Unidos ha experimentado un descenso notable en las últimas décadas. En 1946, la tasa de matrimonios alcanzó su punto máximo con 16,4 matrimonios por cada 1.000 personas. En 2022, esta cifra se redujo a 6,2 matrimonios por cada 1.000 personas. Ha habido un cambio en las tendencias hacia la vida en pareja, sin contraer matrimonio. En 1986, el 66% de los adultos estadounidenses vivían en pareja, pero en 2014, solo el 59% lo hacía. Peor aún, las personas sin pareja tienden a tener la mitad de las relaciones sexuales que las personas en una relación estable.
Un estudio reciente reveló que una cuarta parte de los estadounidenses de 40 años nunca se han casado. Un aumento significativo respecto al 20% de 2010. La edad promedio para tener un primer hijo en los Estados Unidos ha superado los 30 años, especialmente entre las migrantes. Pasaron de los 27 a los 32 años, y en las mujeres negras, de los 24 a los 28 años. El cambio se atribuye a varias razones. Incluye la decisión de muchas mujeres de invertir en sus estudios y carreras antes de tener hijos, y el deseo de las mujeres de clase trabajadora de esperar hasta tener mayor estabilidad financiera. Esa postergación de la maternidad, en lucha contra el reloj biológico, es una de las razones por las cuales se opta por congelar los embriones.
Incremento significativo
Desde 1998, el almacenamiento de embriones congelados en los Estados Unidos ha experimentado un aumento significativo. Pasó de unos 100.000 a cerca de 1.5 millones. Anualmente, las parejas británicas congelan alrededor de 100.000 embriones, mientras que, en 2022, solo en Australia Occidental, se informó de 30.000 embriones congelados. En España superan los 250.000.
Es un proceso que implica la inyección de hormonas a la mujer, extracción de sus óvulos y su posterior fertilización. Tiene un costo considerable. Oscila entre 10.000 y 25.000 dólares por ciclo. Según un editorial de The Economist, los 770.000 bebés nacidos mediante fertilización in vitro en 2018 requirieron alrededor de 3 millones de ciclos. En países como Estados Unidos y Gran Bretaña, solo la mitad de las parejas logra llevar un bebé a casa después de varios años y hasta ocho ciclos de tratamiento.
El almacenamiento de embriones congelados tiene un costo mensual que varía entre 500 y 1.000 dólares. Sin embargo, el creciente volumen de embriones almacenados está abrumando a algunas clínicas. Los recipientes de nitrógeno ocupan espacio y los médicos pueden crear docenas de embriones por cada paciente. En 2019, un médico reveló a NBC News que a algunas pacientes se les extraen entre 40 y 60 óvulos en un ciclo y todos son inseminados. Sin preguntar si la paciente desea que se inseminen tantos. Como resultado, se plantea la cuestión ética de qué hacer con los embriones sobrantes, ya que, como señaló el médico, “nadie va a tener 30 hijos”.
Hasta Sofía Vergara
Pero los problemas se agravan cuando el amor se va. La actriz Sofía Vergara y su expareja, el empresario Nick Loeb, se vieron envueltos en una intensa batalla legal por el control de los embriones congelados resultantes de un proceso de fecundación in vitro iniciado en 2014. Aunque el proceso no se completó, la separación de la pareja desató un conflicto legal que comenzó en abril de 2015, cuando Loeb demandó a Vergara por su intención de destruir los embriones.
Loeb argumentó en un artículo publicado por The New York Times que debería tener el derecho de utilizar los embriones unilateralmente. Pese al acuerdo previo que estipulaba que ambos debían dar su consentimiento para cualquier uso de los mismos. En primera instancia la justicia desestimó los argumentos de la actriz, que objetaba que alguien usara material genético de otra persona sin su consentimiento.
Pero la decisión final en el caso fue favorable para la famosa colombiana. Un tribunal de Los Ángeles dictaminó que el empresario no puede usar los embriones sin el consentimiento de Vergara, y rechazó su apelación. El juez concluyó que cualquier intento de Loeb de implantar los embriones en una gestante subrogada sería una violación a la Directiva de Forma.
No solo a los famosos
Pero lo que le ocurrió a la popular actriz colombiana no es un hecho aislado. Debido a que cada vez más personas deciden formar una familia o tener hijos más tarde en la vida, la congelación de embriones se ha vuelto una alternativa común. Vista como una “garantía” y un signo de compromiso. También representa un riesgo considerable para la salud física, las decisiones personales y la autonomía de las mujeres.
El portal The Cut recogió unos testimonios desgarradores como el de Jenifer quien, a sus 29 años, decidió con su novio congelar sus embriones como una alternativa al matrimonio. Un gesto que ella interpretó como un símbolo de su compromiso. Sin embargo, la revelación de su infidelidad justo antes de su primera inyección hormonal la dejó sintiéndose atrapada y manipulada.
A pesar de sus dudas, Jennifer decidió seguir adelante con el procedimiento, creando y congelando 20 embriones. Dos años después, su novio la abandonó. Dejándola devastada no solo por la pérdida de la relación, sino también por la incertidumbre sobre el destino de sus embriones.
En retrospectiva, Jennifer considera que la propuesta de su ex era simplemente una táctica dilatoria. Muchas de sus amigas se encuentran en situaciones similares. Por lo que critica la tendencia de usar la congelación de embriones como una forma de aplazar el compromiso. «Toda esta moda de la congelación de embriones como prórroga y sustituto del compromiso, tiene que acabar», le dijo a The Cut.
Costosa batalla
Aunque la congelación de embriones ha ganado popularidad entre las parejas que no están casadas puede generar complicaciones legales y emocionales inesperadas. Un ejemplo lo encontramos en la historia de Mallory. Una mujer que cuando cumplió 40 años decidió, con su novio, congelar sus óvulos.
Mallory, que trabajaba en una start-up de fertilidad, pensó que entendía los riesgos asociados con la congelación de embriones. Para protegerse, contrató a un abogado para redactar un documento que estipulaba que, en caso de separación o fallecimiento, ella sería la propietaria de los embriones. A pesar de estas precauciones, después de que su relación terminó, se encontró en medio de una batalla legal que duró 16 meses y le costó más de 100.000 dólares.
La separación marcó el inicio de un período de acoso por parte de su exnovio, quien intentó tomar el control de los óvulos congelados de Mallory. A pesar de una orden de protección, su exnovio contactó a la clínica de fertilidad y exigió el control de los óvulos de Mallory, argumentando que el proceso embrionario había comenzado. Mallory se vio obligada a contratar a un abogado para lidiar con las demandas de su exnovio.
El Dr. G. Donald Royster IV, socio del Centro de Medicina Reproductiva del Sur de California, ha observado un aumento en el número de parejas que optan por congelar embriones para su uso futuro. Calcula que la mayoría de las parejas que trata no están casadas, aunque no pregunta y rara vez lo sabe. «Clínicamente, es irrelevante»
Lo que las clínicas callan
Las discusiones sobre el compromiso rara vez ocurren en las clínicas de fertilidad. De las 11 mujeres entrevistadas por The Cut, sólo dos mencionaron que sus médicos habían planteado la posibilidad de una ruptura. La mayoría de las mujeres no recibieron asesoramiento previo sobre qué podría suceder con los embriones si su relación terminaba. Según Jennifer, «no es algo de lo que hayamos hablado en absoluto».
En la clínica de Royster y en la mayoría de las demás, la pregunta sobre qué hacer si una pareja se separa está contenida en un único formulario. Enterrado entre consentimientos médicos, explicaciones de riesgos y protocolos quirúrgicos. Royster sólo se entera de las separaciones cuando los pacientes regresan para conservar nuevos tejidos.
Sugerir que las cosas podrían salir mal puede disuadir a los clientes potenciales. Los servicios de fertilidad se han convertido en una industria multimillonaria cada vez más controlada por fondos y capitales de alto riesgo. Las clínicas a menudo priorizan los beneficios por encima de los intereses de las pacientes, lo que ha llevado a algunas mujeres a sentir que están en una “fábrica de bebés” o en una “cadena de montaje”.
Además, las ventajas de crear embriones pueden ser exageradas. Aunque Royster afirma que los óvulos frescos funcionan el doble de bien que los descongelados, el dato se basa en un estudio que incluye óvulos congelados en 2005, utilizando métodos primitivos. Las mejoras recientes en las técnicas de vitrificación han llevado a otros médicos a concluir que los resultados de los óvulos frescos y los congelados recientemente no son significativamente diferentes.
Costo adicional
Otro punto que se omite con frecuencia son las consecuencias y costos a mediano plazo. Kitty, de 34 años, y su novio de un año, comenzaron a planificar su futuro juntos, incluyendo la congelación de óvulos. A sugerencia de su clínica, decidieron crear embriones, un paso que Kitty interpretó como un compromiso a largo plazo de su novio.
El proceso, que costó a Kitty 11.000 dólares, resultó ser física y emocionalmente agotador debido a los efectos secundarios de las hormonas y productos químicos utilizados. A pesar de que los hombres tienen casi las mismas probabilidades de causar infertilidad, el único requisito para su novio fue proporcionar una muestra de esperma.
Ocho meses después de la creación de los embriones, su novio la dejó abruptamente. Los embriones, que una vez fueron un símbolo de su compromiso, se convirtieron en un recordatorio de su traición. Actualmente, Kitty y su ex no han decidido qué hacer con los embriones. Viven en Luisiana, donde la destrucción de embriones congelados está prohibida, por lo que los enviaron a Texas para su almacenamiento.
Kitty planea dejar de pagar la cuota anual de 1.200 dólares, con la esperanza de que los embriones sean donados a la ciencia. Sin embargo, existe la preocupación de que la ley en Texas pueda cambiar, al igual que ocurrió en Alabama, lo que podría complicar aún más la situación.
Más complicaciones
La Corte Suprema del estado de Alabama emitió a comienzos de año una sentencia en la que considera como “bebés” a los embriones congelados. Michele Goodwin, profesora de derecho reproductivo en la Universidad de Georgetown, ha descrito la reciente sentencia de Alabama sobre embriones congelados como una “pesadilla potencial”.
Según Goodwin, esta sentencia podría llevar a casos de homicidio culposo por destrucción o daño de embriones, e incluso a implantaciones forzadas. Goodwin advierte que otros estados podrían seguir el ejemplo de Alabama, una tendencia que el Dr. Royster ha observado en su práctica.
Incluso en entornos más liberales, las mujeres que congelan embriones con su pareja pueden enfrentar problemas inesperados. Carly, una abogada de 43 años de Long Beach, California, lo experimentó de primera mano. Después de crear embriones congelados con su novio, se encontró en una situación difícil cuando la relación terminó y decidió convertirse en madre soltera. A pesar de haber pagado por el procedimiento, la clínica le informó que necesitaba el permiso de su ex para usar los embriones.
Jennifer, otra mujer que congeló embriones con su ex, también se encontró con restricciones similares en su clínica. La clínica requería el consentimiento de su ex para destruir sus embriones congelados antes de que ella pudiera mover sus óvulos a otro estado o crear nuevos embriones.
Embriones abandonados
Otro problema que las parejas no mencionan pero que padecen las clínicas son los embriones abandonados. Tras la reciente decisión de la Corte Suprema de Alabama las alarmas se han activado. Se estima que en los Estados Unidos pueden existir más de 400.000 embriones congelados que no se utilizan, conocidos como Embriones Sobrantes Humanos (ESH). Algunos han permanecido almacenados durante décadas y cada día se congelan más.
El almacenamiento de embriones conlleva desafíos técnicos: implica un costo elevado y necesita supervisión constante y espacio físico. Además, como ya hemos visto, presenta retos legales. Los embriones congelados suelen ser considerados como bienes personales. Por lo que su destrucción o mala gestión podría acarrear serias consecuencias legales. La reciente decisión de la Corte Suprema de Alabama es un ejemplo.
Aunque en Estados Unidos, las leyes que rigen la disposición de los embriones congelados varían de un estado a otro, las opciones para los embriones congelados en caso de separación pueden incluir: uso por parte de los cónyuges, donación con fines reproductivos, donación con fines de investigación y destrucción de los embriones. Pero la sentencia de Alabama que considera a los embriones congelados “bebés”, complica las dos últimas opciones. El temor de los expertos es que otros estados conservadores adopten la misma política.
Congelar los embriones cuando se está bajo los influjos del enamoramiento puede parecer muy modernamente romántico, un bosquejo del sueño a construir en el futuro. Pero cuando ese arrobamiento pasa, la realidad golpea, y el amor se va, lo que queda es una pesadilla económica, legal y ética.