POR CAMBIO16
26/11/2017
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Aunque es más la gente que pierde que la que gana, la ilusión de un día de paga en Venezuela se ha vuelto más seductora, ya que los venezolanos soportan la inflación más alta del mundo, la escasez de productos básicos -desde los alimentos básicos hasta las baterías para coches- y la disminución de los salarios en tiempo real, situación que ya pronostican se prolongará en 2018.
Con este panorama, la esperanza (o la desesperanza) de muchos encuentra su bálsamo en los juegos de azar: en el hipismo -muy tradicional en el país caribeño-, la lotería y hasta en salones de apuestas callejeros, donde un juego de estilo ruleta llamado popularmente «Los Animalitos» es actualmente el juego más popular en la calles de Caracas y de varias ciudades del país.
En este último, los jugadores se alinean formando largas filas junto a un pequeño kiosco en un barrio popular para elegir animales en un juego que se ha convertido en una locura en un país rico en petróleo que sufre un cuarto año de brutal recesión.
Parece que cada vez más venezolanos recurren a los juegos de azar en su desesperación para llegar a fin de mes en medio de la crisis económica sin precedentes. Muchos de los que juegan están desempleados o lo utilizan como un «rebusque» -expresión que utilizan los venezolanos para designar una actividad que genere un ingreso extra-.
Pero, en esas situaciones apremiantes, los jugadores se gastan entre 5.000 y 10.000 bolívares, para ganar hasta 50.000 o 60.000 bolívares, un poco más de un cuarto del salario mínimo mensual.
El juego de los Animalitos, cuyos resultados aparecen en YouTube a horas programadas, es muy popular porque atraviesa varias rondas, mantiene el interés de la gente y brinda más oportunidades de ganar que la mayoría de las opciones de apuestas tradicionales.
El boleto más barato cuesta solo 100 bolívares, una cuarta parte de un centavo estadounidense al tipo de cambio del mercado negro y más de 10 veces menos que el del intercambio oficial.
Una industria en auge
No hay datos concretos sobre cifras de apuestas, y el regulador de apuestas del gobierno jamás se ha pronunciado sobre el tema.
Pero los que están detrás de estos negocios de juego de Venezuela, manejados por una mezcla de compañías privadas y autoridades regionales locales, aseguran que este tipo de comercio está en auge, con líneas más largas y más ocupadas que nunca, debido, y no a pesar, a los tiempos difíciles.
La última escasez en Venezuela precisamente es la de dinero en efectivo, ya que las autoridades no pueden producir suficientes notas para mantenerse al día con una inflación vertiginosa, por lo que muchos bares, tiendas y salones de apuestas han cambiado rápidamente de efectivo a transacciones electrónicas para mantener el flujo de dinero.
Pero, a pesar de la falta de efectivo, la gente no deja de jugar o de ir a las tradicionales carreras de caballos en el Hipódromo La Rinconada, en Caracas. «En una crisis como la que estamos viviendo, las personas beben y juegan más para escapar de la realidad», dicen los jugadores.