Por décadas la comunidad científica ha debatido si la crisis de la mediana edad es real o psicológica. Los recientes estudios demuestran que no es un asunto mental, es físico. El cuerpo es el que pasa factura y genera el proceso de reflexión y ajustes necesarios. Por suerte, los estudios también indican lo que debemos hacer para superarla y sacar el mejor provecho de la experiencia.
La «crisis de la mediana edad» es un término introducido por el psicoanalista Elliott Jacques en la década de los sesenta para describir un periodo de introspección y reevaluación que muchas personas experimentan entre los 40 y los 60 años. Ha sido objeto de debate y crítica, con algunos argumentando que no existe tal «crisis» universalmente aplicable. Porque las experiencias y reacciones varían considerablemente entre individuos.
La percepción cultural del envejecimiento juega un papel importante en la formación de la «crisis». La sociedad occidental a menudo presenta el envejecimiento físico de manera negativa, lo que puede generar ansiedad y desesperanza en las personas. Factores personales y externos, como cambios en la salud, relaciones, carrera profesional o finanzas, pueden exacerbar o desencadenar sentimientos de insatisfacción o crisis en la mediana edad.
Algunos estudios cuestionaron su existencia, porque solo entre el 10 y el 20% de los adultos reportan haber experimentado una crisis en la edad mediana. Investigadores como Carolyn Alwin y Michael Levenson argumentaban que, aunque algunas personas pueden experimentar crisis o momentos de reevaluación en la mediana edad, estos no son exclusivos de esta etapa y pueden ocurrir en otros momentos de la vida. Robinson, Rosenberg, y Farrell entrevistaron a 500 personas sobre su experiencia en la mediana edad. Encontraron que, aunque muchos reconocieron esta etapa como un tiempo de reevaluación, no necesariamente la consideraban una época de crisis.
Es física no mental
La mediana edad es un punto de inflexión en la vida de las personas. Es un momento en el que nuestros hábitos y comportamientos del pasado comienzan a tener consecuencias. Empezamos a notar que nuestro cuerpo y nuestra mente envejecen. Sin embargo, también es una oportunidad para hacer ajustes y mejorar nuestra salud y bienestar a futuro. Según la experta en psicología de la mediana edad, Margie Lachman, de la Universidad Brandeis, «las cosas que uno hace o que suceden en la mediana edad pueden tener efectos a largo plazo en la vida posterior». Es por ello que es crucial para prestar atención a nuestro cuerpo.
Aunque la experiencia de envejecer es diferente en cada persona, existen preocupaciones comunes que suelen presentarse. Algunos de estos problemas son simples dolores musculares. Causados por la disminución de la actividad física y la pérdida natural de masa muscular que ocurre en la mediana edad. A su vez, puede provocar dolor en las articulaciones, ya que el músculo absorbe parte de la carga. Además, nuestras articulaciones se vuelven más rígidas debido a la acumulación de desgaste. Lo que puede ocasionar lesiones, especialmente en mujeres, cuya densidad ósea se debilita por la disminución del estrógeno durante la menopausia.
Sin embargo, estos cambios relacionados con la edad pueden mejorarse y retrasarse a través del ejercicio. El entrenamiento de fuerza es fundamental para contrarrestar la pérdida de masa muscular y densidad ósea. Mientras que el ejercicio aeróbico aporta importantes beneficios cardiovasculares y de salud en general. Tal como afirma el experto, Dr. Arun Karlamangla, de la Universidad de California, «la bala de plata es la actividad física». No sólo para los problemas musculares y articulares, sino para prácticamente cualquier cambio relacionado con la edad.
De peras a manzanas
Por años, se creyó que el aumento de peso en la mediana edad se debía a una disminución repentina del metabolismo. Un reciente estudio publicado en la revista Science cuestiona esa idea. La investigación, dirigida por el profesor Herman Pontzer de la Universidad de Duke, revela que la cantidad de calorías que las personas queman, tanto en reposo como en actividad diaria, se mantiene bastante estable entre los 20 y los 60 años. «Todo el mundo pensaba que disminuiría a mediana edad, pero no es así», afirma el Dr. Pontzer. El aumento de peso en esta etapa de la vida se debe más bien a la acumulación gradual de uno o dos kilos anuales durante décadas. Algo que a menudo pasa desapercibido hasta que la persona alcanza los 40 años.
Algunos expertos discrepan. Susan Roberts, de la Facultad de Medicina Geisel de Dartmouth, señala que sí se producen ciertos cambios biológicos en la mediana edad que pueden afectar a la composición corporal y al metabolismo. Por ejemplo, la pérdida natural de masa muscular puede alterar la apariencia física. Aunque este cambio no tiene un gran impacto en las calorías quemadas. Asimismo, el envejecimiento gradual del cerebro, que consume aproximadamente el 20% de la energía del cuerpo, podría contribuir a una ralentización del metabolismo, según la Dra. Roberts. «No creo que el cerebro sea la única pieza de esto, pero creo que es una pieza importante que no está realmente reconocida».
Otro fenómeno común en la mediana edad es el aumento de la grasa abdominal. Los científicos aún no entienden del todo por qué, pero, en el caso de las mujeres, parece que los cambios hormonales asociados a la menopausia hacen que la grasa tienda a acumularse más en el vientre. Pasamos de ser peras a ser manzanas.
Perimenupáusicas
La menopausia se define como la ausencia de menstruación durante un año y suele producirse alrededor de los 51 años. Sin embargo, las mujeres pueden experimentar fluctuaciones drásticas en la función ovárica y los niveles de estrógeno hasta 10 años antes de dejar de menstruar, en algunos casos a partir de los 30 años. Históricamente, esta «montaña rusa» hormonal de la perimenopausia era a menudo desestimada por los médicos. «Solíamos decir a las mujeres: ‘Oh, sigues menstruando con regularidad, no es posible que tengas síntomas de menopausia’. Pero ahora sabemos que, efectivamente, se pueden tener los mismos síntomas de la menopausia y estar en la perimenopausia», explica la Dra. Stephanie Faubion, de la Clínica Mayo.
Los sofocos y los sudores nocturnos son los síntomas más frecuentes, pero también son comunes la irritabilidad, la confusión mental y los sentimientos de ansiedad y depresión. Muchas mujeres sufren trastornos del sueño debido a los sudores nocturnos. Aunque los cambios hormonales pueden contribuir al insomnio de otras formas aún no comprendidas. La terapia hormonal puede ayudar, y los riesgos de efectos secundarios son menores cuando se inicia pronto. El tratamiento está aprobado para los sofocos, la sequedad vaginal y la prevención de la pérdida ósea. Pero también puede ayudar con los síntomas del estado de ánimo y del sueño. En las mujeres perimenopáusicas que aún pueden quedarse embarazadas, los médicos pueden recetar anticonceptivos hormonales para ayudar a regular las hormonas.
¿Y el deseo?
Tanto hombres como mujeres pueden experimentar una reducción del deseo sexual a medida que envejecen. Las causas pueden variar. Comprender estos factores es clave para encontrar soluciones efectivas. En los hombres, si bien la testosterona disminuye con la edad, la mayoría mantienen niveles normales a lo largo de su vida. Aun así, el déficit de testosterona, también conocido como hipogonadismo, puede causar síntomas como pérdida de masa muscular, depresión, fatiga y disminución de la libido. La terapia de reemplazo de testosterona puede ayudar a tratar estos síntomas en hombres con niveles clínicamente bajos.
Pero la libido también depende de otros factores. Por ejemplo, la disfunción eréctil, a menudo causada por problemas de salud como hipertensión, colesterol alto y diabetes, puede hacer que los hombres se sientan inhibidos y menos dispuestos a tener relaciones sexuales. Tratar las afecciones subyacentes y hacer cambios en el estilo de vida pueden mejorar la función sexual.
En las mujeres, la disminución del deseo sexual durante la menopausia se relaciona más con factores psicosociales que con los cambios hormonales. Aunque la sequedad vaginal y los problemas de sueño provocados por los sofocos pueden afectar la actividad sexual, la calidad de la relación, el estrés, la fatiga y la depresión parecen desempeñar un papel más importante.
Tanto en hombres como en mujeres, los problemas psicosociales pueden afectar la libido. Hablar con la pareja y buscar terapia sexual pueden ayudar a abordar estos aspectos. También puedes consultar a su ginecólogo o urólogo para que compruebe si tiene algún problema de salud física. Según el Dr. Alan Shindel, profesor de urología de la Universidad de California, aunque la libido tiende a disminuir, «Nunca desaparece. Nunca se es demasiado viejo para el sexo».
Más sabios
Algunos procesos cognitivos mejoran con la edad, un cambio que se subestima, según el Dr. Gagan Wig, profesor asociado de Ciencias del Comportamiento y del Cerebro en la Universidad de Texas en Dallas. Aunque la velocidad disminuye, el conocimiento verbal, el conocimiento del mundo y el acceso a la información semántica aumentan. El conocimiento del mundo proviene de la información y las experiencias que una persona acumula a lo largo de su vida. Algunos científicos lo denominan “inteligencia cristalizada”; otros, sabiduría.
A medida que envejecemos, es normal que ciertos aspectos de nuestra cognición, como la memoria y la velocidad de pensamiento, se vean afectados. Se a cambios naturales en el volumen y la estructura del cerebro que comienzan alrededor de los 50-60 años. Los cuales no son necesariamente indicadores de demencia. De hecho, otras habilidades como el conocimiento verbal y la sabiduría práctica a menudo mejoran con la edad. La clave está en mantener un estilo de vida saludable, con ejercicio físico, buena nutrición, sueño adecuado y estimulación mental.
La mayoría de las personas experimentan el proceso de envejecimiento cognitivo, pero la velocidad y el grado de cambio varían mucho entre individuos. Si observa un deterioro más acelerado o significativo de su memoria es importante consultar a un médico. Especialmente si hay antecedentes familiares de demencia temprana. Con un enfoque proactivo, es posible mantener un cerebro sano y adaptarse a los cambios naturales del envejecimiento. Entender los procesos puede ayudarnos a tomar medidas para optimizar nuestra cognición a medida que avanzamos en años.
Pase de factura
La mediana edad es un período clave en el ciclo de la vida. Es cuando los efectos de nuestras experiencias, hábitos y exposiciones a lo largo de los años empiezan a reflejarse notablemente en nuestra salud y bienestar. Según la investigación de David Almeida, profesor de Desarrollo Humano y Estudios Familiares de la Universidad Estatal de Pensilvania, no es el «valle de la infelicidad» que comúnmente se cree. Si bien los niveles de estrés suelen ser más elevados en esta etapa, en términos generales las personas tienden a manejarlo mejor que en etapas anteriores de la vida. Almeida cree que se debe a que «es una época de la vida en la que es más probable que estemos al mando».
No obstante, Susan Charles, catedrática de Ciencias Psicológicas de la Universidad de California en Irvine, ha encontrado que la satisfacción vital alcanza su punto más bajo durante la mediana edad. lo atribuye a que es cuando las personas empiezan a confrontar la brecha entre sus expectativas y logros reales. «En nuestra juventud, pensamos que todo el mundo puede crecer y ser presidente. Tenemos esperanzas y sueños. La mediana edad es un momento en el que uno concilia lo que tiene con lo que esperaba y soñaba», explica.
Cuidar la salud
Más allá del aspecto emocional, la mediana edad también es clave desde el punto de vista de la salud. Es cuando muchas enfermedades crónicas, como el cáncer y las afecciones cardiovasculares, suelen hacer su aparición. Se debe a que las décadas de exposición a diversos factores de riesgo, como una alimentación poco saludable, sedentarismo, tabaquismo, etc., empiezan a cobrar factura.
- Enfermedades crónicas: Las pruebas de detección de enfermedades crónicas comienzan en la mediana edad. La exposición a sustancias tóxicas y el desgaste general del organismo afectan nuestra salud. Exposición frecuente a carcinógenos como la radiación UV del sol puede provocar mutaciones genéticas y cáncer.
- Menopausia y riesgo cardiovascular: En las mujeres, la menopausia aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares. El estrógeno y otras sustancias químicas producidas por los ovarios premenopáusicos protegen los órganos del cuerpo.Tras la menopausia, parte de la diferencia en riesgo entre hombres y mujeres se reduce.
- Reconocimientos médicos: Es recomendable realizarse mamografías y colonoscopias. Detectan enfermedades temprano para un tratamiento exitoso. También deben practicarse controles de colesterol y análisis de azúcar en sangre. Evalúan la evolución de la salud a lo largo del tiempo.
- Recomendaciones de pruebas: Control regular de tensión arterial y colesterol antes de la mediana edad. Pruebas de prediabetes a los 35 años si hay sobrepeso u obesidad, y a los 45 en caso contrario. Mamografías a partir de los 40 años y la primera colonoscopia a los 45. Densitometrías óseas no oficiales hasta los 65 años, pero considerar antecedentes familiares de osteoporosis. Pruebas de detección del cáncer de pulmón a partir de los 50 años para fumadores empedernidos.
Desafíos y oportunidades
Aunque el concepto de «crisis de la mediana edad» ha sido objeto de debate es importante reconocer que muchas personas experimentan cambios y desafíos significativos en esta etapa de la vida. Abarcan una amplia gama de experiencias personales y situaciones de vida y pueden variar enormemente de una persona a otra. No todos experimentarán una «crisis» en la mediana edad. Sin embargo, es importante reconocer que estos desafíos pueden ser oportunidades para el crecimiento personal y la reevaluación de la vida.
Incluso si la felicidad alcanza su punto más bajo en este período, tiende a estabilizarse a medida que se aceptan las realidades de la vida. Por lo que es un momento crítico en el que las decisiones pasadas y estilo de vida actual determinan nuestra salud futura. Entenderlo puede ayudarnos a tomar medidas preventivas y a adaptarnos con más éxito a los desafíos de esta etapa de la vida. Aunque no está exenta de retos, con los cuidados y cambios necesarios, puede ser un período de mayor autoconocimiento, estabilidad y bienestar general.