Pretender que se puede cambiar el rumbo de la economía y la vida de los habitantes de un país por puro capricho ideológico de un puñado de ignaros en el poder, decretando la igualdad únicamente por demagogia y solo para su explotación y beneficio particular, constituye no solo una atrocidad sin sentido, sino también un verdadero crimen de lesa humanidad.
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