En 2024 se incrementó en forma extraordinaria el número de visitantes: 122.000 personas
Atraídos por su belleza única, deslumbrante y remota, miles de turistas en el mundo deciden visitar la Antártida. Los viajes al continente más austral de la Tierra han alcanzado un nuevo hito. Este turismo está acompañando el declive de esta región sacudida por el calentamiento global.
Muchas ciudades en el mundo están experimentando el turismo excesivo que limita las condiciones de vida de los lugareños y, pese a su aporte cultural y económico, afecta los suelos, las aguas, las calles y patrimonios de estas urbes. La Antártida no tiene comparación. Pero gradualmente está registrando preocupantes cifras récord de visitantes del mundo.
En 2024 se disparó en forma extraordinaria el número de turistas. 122.000 personas viajaron a la Antártida el año pasado, frente a 44.000 registradas en 2017. En solo siete años las visitas se triplicaron.
Más del 90% de las actividades turísticas en la Antártida se realiza a través de cruceros, y sólo unas pocas empresas realizan turismo aerotransportado. Los barcos turísticos navegan principalmente en la región de la Península Antártica y las islas Shetland del Sur. Algunas incluyen también entre sus itinerarios a las islas Georgias del Sur y Malvinas.
Los conservacionistas afirman que el aumento del tráfico turístico está teniendo repercusiones en la Antártida. Investigadores de la Universidad de Santiago de Chile han descubierto que el blanco cegador del paisaje helado del continente se está ennegreciendo.
Turistas en la Antártida ¿es excesivo?
Los cruceros de lujo han hecho que el destino sea accesible a una mayor variedad de personas y ahora está en la lista de deseos de muchos.
«Ese número realmente encendió las alarmas”, señaló Claire Christian, directora ejecutiva de la Coalición Antártica y del Océano Austral a la BBC. Una alianza de organizaciones no gubernamentales que ha estado abogando por la conservación de la Antártida durante más de 40 años.
«Ahora estamos viendo que es urgente gestionar adecuadamente esta industria y su efecto en un medio ambiente muy frágil y que está cambiando rápidamente», adicionó Christian.
La Asociación Internacional de Operadores de Turismo Antártico (IAATO, en inglés) incluye actualmente 95 embarcaciones en su oferta. Entre ellos 21 yates que transportan a turistas adinerados atraídos por un destino de «última frontera». Un lugar -como afirma un operador- «tan prístino y lejano que se oyen los copos de nieve cayendo al agua».
Algunos barcos transportan más de 400 turistas a la vez. Y en su mayoría parten desde el extremo de América del Sur hacia la Península Antártica que sobresale hacia el norte de la masa de hielo de Antártida occidental.
«La industria se está expandiendo. Hay una gran diversificación de actividades que incluyen viajes en kayak, aventuras en sumergibles y helicópteros», afirmó Elizabeth Leane, profesora de Estudios Antárticos en la Universidad de Tasmania. «En algún momento esta cantidad de actividades será excesiva. Pero no sabemos exactamente cuándo”.
Cuidado con el medio ambiente
IAATO capitaliza la mayoría de los turistas que visitan la Antártida. En su sitio en internet señalan que sus miembros y operadores siguen reglas estrictas diseñadas para proteger el medio ambiente. Algunas de ellas incluyen llevarse los desechos y cumplir protocolos de esterilización para evitar la introducción inadvertida de especies no nativas.
Sin embargo, estudios de bioseguridad (incluyendo uno que consistió en aspirar los bolsillos, calcetines, zapatos y equipos fotográficos de los turistas) encontraron una gran cantidad de especies no nativas presentes.
«Los hallazgos no nos sorprendieron. Era lo que esperábamos», dijo la ecologista antártica Dana Bergstrom, profesora visitante en la Universidad de Wollongong, a la publicación británica.
Y los riesgos son reales. Una especie de césped invasora se ha arraigado en una de las islas Shetland del Sur de la Antártida. Mientras que la gripe aviar llegó en 2023 a las islas subantárticas, donde ha tenido un efecto devastador en la población de focas.
A pesar de estas amenazas inminentes, Bergstrom señala que la bioseguridad no es el mayor peligro que enfrentan las áreas silvestres de la Antártida. «Los turistas pueden mitigar (los riesgos de bioseguridad) llevando ropa nueva a la Antártida, pero sabemos que el impacto del carbono es un problema real».
La gran distancia que recorren la mayoría de los turistas para llegar a la Antártida hace que las emisiones de carbono sean un problema grave.
El promedio de emisiones de carbono por persona de un visitante es de 3,76 toneladas, aproximadamente la suma total que un individuo suele generar en un año entero.
Emisiones, altas temperaturas y deshielo
Investigadores de la Universidad de Santiago de Chile han descubierto que el blanco cegador del paisaje helado del continente se está ennegreciendo, reseña Euronews.
La nieve que rodea los puntos de desembarco de turistas y las estaciones de investigación se ha ido oscureciendo cada año. Confirmaron que esta dramática anomalía está siendo causada por el carbono negro producido por los barcos, helicópteros, aviones, camiones y generadores diesel que los humanos llevan a la Antártida.
Una nieve más oscura significa que ésta se derrite más rápido. Los científicos calculan que cada visitante hace que la Antártida pierda unas 83 toneladas de nieve. Ellos también llevan vehículos al continente blanco, por lo que es innegable que tienen un impacto, pero los turistas también contribuyen al problema.
Las emisiones de carbono de los cruceros también son un problema. El viaje turístico medio a la Antártida genera 5,44 toneladas de emisiones de CO2 por pasajero, o 0,49 toneladas por pasajero y día.
Todo ello contribuye al calentamiento global, que impulsa el aumento de las temperaturas en el continente. Los científicos observaron en 2024 una ola de calor en la Antártida en la que las temperaturas alcanzaron 10ºC por encima de la media. También existe el riesgo de que los grupos turísticos molesten a la fauna cuando la visitan. Estos ecosistemas, ya amenazados por el cambio climático, están sufriendo ahora la presión del aumento del turismo.
Viajes con impacto
Algunas compañías de cruceros intentan reducir el impacto ambiental de los turistas que llevan a la Antártida. Quark ofrece expediciones «pequeñas» con experiencias más inmersivas y buques que pueden viajar a zonas remotas no masificadas por los grandes cruceros.
«La sostenibilidad está en el centro de todo lo que hacemos en Quark Expeditions», afirma Lyndsey Lewis, responsable de sostenibilidad de la empresa. «Diseñamos y ejecutamos nuestras expediciones, y nos comprometemos con los entornos prístinos que tenemos el privilegio de explorar», añade.
Para los pasajeros de los cruceros de Quark y otros miembros de la IAATO, hay una sesión informativa obligatoria sobre la protección de la Antártida. Incluye datos sobre cómo descontaminar las botas antes de subir a bordo, cómo aspirar semillas u otros materiales extraños de la ropa. Y en general, cómo limpiar el equipo para evitar la contaminación de la Antártida.
El atractivo de este entorno de otro mundo es, comprensiblemente, inmenso. El turismo antártico no es, ni mucho menos, algo nuevo. «La fascinación por conocer lugares remotos y frágiles como la Antártida no es nueva. Pero la explosión del número de visitantes sí lo es», explica Larissa Clark, fundadora de Another World Adventures
El ‘slow travel’ no es perfecto: ningún viaje a la Antártida puede estar exento de impacto, dice Larissa. «Los viajeros tienen opciones y yo animaría a cualquiera que esté pensando en viajar a la Antártida a que elija un operador. Como los grandes veleros con los que trabajo, que dé prioridad a las prácticas responsables con el medio ambiente. Entre ellas la energía eólica para la propulsión, un menor número de pasajeros, el cumplimiento estricto de las normas de la IAATO. Y la educación activa de los pasajeros sobre la importancia de preservar el medio ambiente antártico», añade.
El gran salto turístico
El inicio formal de la actividad turística comercial en la Antártida comenzó en el verano de 1958 cuando el Transporte Naval argentino “Les Eclaireurs” trasportó por primera vez a turistas hacia el continente antártico.
Hasta principios de la década de 1980, solo unos pocos cientos de turistas visitaban la Antártida. Desde principios de los años noventa, estas actividades tuvieron un incremento sostenido no solo en el número de turistas, sino también en el de sitios visitados y en la frecuencia de los desembarcos, señala la cancillería argentina.
En la temporada de verano 2018- 2019 se alcanzó el pico máximo de turistas en la Antártida, con un total aproximado de 56.168 visitantes. Entonces se esperaba que continuara la tendencia en aumento en las próximas temporadas, como en efecto está ocurriendo.