Por Javier Gil*
15/5/2017
Los vientos de guerra y destrucción vuelven a soplar con fuerza en la península coreana, al menos si nos atenemos a la dialéctica beligerante empleada por los mandatarios de Corea del Norte, personificados en Kim Jon-un, que ha amenazado con el estallido de una guerra nuclear contra los Estados Unidos. Si bien la situación es de alta tensión y extrema gravedad, cierto es también que poco o nada ha cambiado con anteriores crisis en las que se han visto envueltos ambos países. De hecho, se podría argumentar que la actual tensión entre EEUU y Corea de Norte es otro episodio más dentro de una larga cadena de altibajos en las relaciones de ambos países. Una guerra nuclear entre ambas naciones es posible, pero hay que afirmar con rotundidad que las probabilidades son muy bajas debido a tres hechos fundamentales que explican el comportamiento de Corea del Norte en relación, especialmente, a las armas de destrucción masiva y al desarrollo de un ambicioso programa nuclear.
En primer lugar, hay que destacar que el inicio de las tensiones por el programa nuclear de país norcoreano se pueden situar en 1993, año en el que anunció que se retiraría del Tratado de no Proliferación Nuclear. Esta decisión, que tardó diez años en materializarse, fue el pistoletazo de salida al enfrentamiento entre Corea del Norte y EEUU y sus fieles apoyos de Japón y Corea del Sur. Supuso un antes y un después dentro del tratado, ya que hasta la fecha ha sido el único país firmante que lo ha abandonado, mandando de esa forma un terrible mensaje a la comunidad internacional en favor de la proliferación descontrolada. Por lo tanto, la tensión actual no es nueva, sino que deriva de aquella decisión coreana de principios de los 90.
En segundo lugar, la existencia de un programa nuclear con fines militares en Corea del Norte responde al deseo de supervivencia del régimen de Kim Jong Un, que ha visto cómo el fin de la guerra fría acabó con la Unión Soviética, su principal socio y valedor en la escena internacional. Este hecho es clave, porque el entorno estratégico del país ha sufrido drásticas variaciones desde décadas atrás, que le han impulsado a desarrollar un potente programa de armas nucleares acompañado de un probable plan de armamento químico y quizás biológico. Si bien estos dos últimos no gozan de la notoriedad del primero, huelga decir que el territorio ha desarrollado dos de las tres patas que componen el núcleo de las armas de destrucción masiva. De hecho, si bien ya no es parte del tratado sobre armamento nuclear, tampoco lo es de la Convención contra la Proliferación de Armas Químicas.
Tras la caída de la Unión Soviética y los vertiginosos cambios originados en su entorno –básicamente la transformación de China y el exponencial desarrollo económico en Corea del Sur– el régimen norcoreano consideró que su supervivencia política debía fundamentarse en el desarrollo de un programa de armas de destrucción masiva que lo protegería. Esta situación no ha cambiado, por lo que parece poco probable, por no decir imposible, que los norcoreanos abandonen su programa militar de armas nucleares.
En último lugar, el escenario futurible y apocalíptico de una guerra nuclear en la zona es difícilmente sostenible si atendemos a sus posibles consecuencias negativas. Si Corea del Norte utilizara el arma, la justificación de su uso estaría totalmente fuera de lugar y ningún territorio cercano, ni siquiera la República Popular de China, intercedería en su favor. Además, el liderazgo político en el país es consciente de que si utilizara el arma nuclear la respuesta internacional en sus diversas formas, incluyendo la militar, provocaría el fin del régimen totalitario y acabaría con lo que algunos consideran la Monarquía Roja.
Finalmente, una guerra nuclear en la zona provocaría no solo millones de muertes, sino también una gran tensión política y económica en un área vital para la estabilidad mundial. Sobre todo por los cuatro países claves que rodean a Corea del Norte y que en ningún caso la desean: Japón y Corea del Sur, países aliados de Estados Unidos que albergan 55.000 y 25.000 soldados americanos en su territorio respectivamente, y Rusia y China, territorios aliados en el tablero internacional y que, sobre todo el último, tiene cierta capacidad de influencia en el vecino coreano y rechaza cualquier tipo de enfrentamiento armado en la zona.
La principal intimidación de Corea del Norte tiene que ver tanto con el uso de sus armas convencionales –baste recordar el hundimiento de un barco surcoreano en 2010 provocando la muerte de más de 40 marines–, como con el amago del lanzamiento de la bomba nuclear que no llega por primera vez y no será el último. En esa amenaza reside su supervivencia.
*Profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Pontificia Comillas ICAI-ICADE. Experto en Asia.