Las “aspiradoras de carbono” siguen floreciendo en el planeta para beneplácito de la industria de hidrocarburos y gobiernos. Contrariando las proyecciones y recomendaciones de científicos y ambientalistas. Mientras, el planeta sigue calentándose. Pese a los intentos de la industria de intentar convencernos de que la captura y almacenamiento de carbono es la panacea para la crisis climática, los expertos consideran que son medidas de «lavado verde». Distraen y nos han alejado de la meta de 1,5 °C que luce ahora inalcanzable.
El tiempo es esencial para limitar el incremento de la temperatura mundial. Si no se logra, la Tierra se convertirá en un lugar progresivamente hostil para los seres humanos. Exacerbando los ya graves impactos del cambio climático. Como las sequías que encarecen los alimentos y el ascenso del nivel del mar que pone en riesgo a las comunidades costeras. Crisis climática que se atribuye en gran medida a las emisiones de carbono.
Una de las opciones es la tecnología de captura del aire. Los expertos ven esa tecnología con escepticismo. Debido a sus altos costos, necesidad de inversiones significativas y baja eficiencia y efectividad en comparación con otras estrategias de mitigación. Sumado a la preocupación por el almacenamiento a largo plazo, posibles impactos ambientales indirectos y la dependencia de un fuerte apoyo político y regulatorio. El impulso para desarrollar tales tecnologías viene de la mano de los gobiernos y la industria que la ven como la opción ideal para atender la urgencia global de limitar el aumento de la temperatura del planeta por encima de los niveles preindustriales.
“Megaspiradora” de Climeworks
La tecnología de captura directa del aire de Climeworks, que almacena CO2 bajo tierra o lo convierte en productos, es una respuesta directa a esa política. Climeworks, una empresa suiza pionera en tecnología ambiental, acaba de inaugurar Mammoth, una aspiradora de carbono, en Islandia. Una innovadora planta de captura directa de CO2 que promete retirar 36.000 toneladas métricas de carbono anualmente del aire. Es el equivalente a la emisión anual de 3.600 automóviles, 30 aviones, o una ciudad de 300.000 habitantes. En el mundo se calcula que la flota de vehículos supera los 1.440 millones de unidades, la de aeronaves comerciales 22.000 y hay más de 100.000 barcos.
Mammoth es un componente clave en la estrategia de sostenibilidad de Climeworks. Previamente recaudó 650 millones de dólares para impulsar tales esfuerzos. La meta de la empresa es ambiciosa: eliminar un millón de toneladas métricas de carbono al año para 2030. Según la empresa el proyecto, que tardó dos años en construirse, representa un avance significativo. Es diez veces más eficiente que las iniciativas previas de la compañía La instalación actualmente cuenta con 12 de 72 depuradores de aire en funcionamiento.
Climeworks asegura que Mammoth no solo representa un avance en la capacidad de eliminación de carbono, también es un ejemplo de eficiencia energética, al operar con energía geotérmica renovable y optimizar el uso de energía a través de mejoras en el proceso de mineralización. Con planes de expandir su tecnología DAC a nivel mundial, se prepara para una era de proyectos de megatones y gigatones, al demostrar que su tecnología es viable para aplicarla a gran escala. Microsoft, uno de los clientes destacados de Climeworks. Ha invertido 20 millones de dólares para capturar el 0,25% de sus emisiones anuales de CO2. Otras empresas como el Grupo H&M también forman parte de la cartera de clientes.
Tecnología cuestionada
Sin embargo, no todos apoyan esta tecnología. Jonathan Foley, de Project Drawdown, ha expresado su escepticismo sobre la efectividad de las «aspiradoras de carbono». Argumenta que estos proyectos tienen un impacto limitado en la eliminación de carbono y requieren una cantidad excesiva de energía. La captura de CO2 del aire, aunque factible técnicamente,”es escandalosamente caro”, afirma.
Cita como un buen ejemplo el Proyecto STRATOS de Occidental Petroleum en Texas. Se estima que costará 1.000 millones de dólares para construir una planta que separará 500.000 toneladas de CO2 al año. Con un costo operativo que supera los 500 dólares por tonelada de carbono evitado. La cifra traduce un costo adicional de 6 dólares por galón de gasolina para neutralizar las emisiones.
Abordar todas las emisiones de carbono de Estados Unidos tendría un costo anual de aproximadamente 3 billones de dólares. Equivale a cuatro veces el presupuesto del ejército estadounidense. Requeriría una infraestructura de tratamiento de aire que supera la capacidad actual de todos los sistemas de calefacción, ventilación y aire acondicionado en el país. Además de la necesidad de duplicar la capacidad de generación de energía libre de carbono.
Mejores opciones
Existen alternativas de mitigación de carbono más económicas que las aspiradoras de carbono. Con costos inferiores a 25 dólares, o incluso nulos, por tonelada de CO2 evitado. “Con el mismo presupuesto asignado a Occidental Petroleum, se podría haber evitado más de 20 veces la cantidad de carbono”, escriben en un artículo en The Bulletin, Kurt Zenz House, Josh Goldman, Charles F. Harvey. Los tres son reconocidos expertos en el campo del cambio climático y la tecnología.
Los defensores de la captura de aire, como los tecnooptimistas, los planificadores centrales del clima y las compañías petroleras, sostienen que las inversiones masivas reducirán los costos a largo plazo. Sin embargo, la experiencia histórica en la separación de CO2 y las leyes de la física sugieren lo contrario. Los costos de infraestructura hacen que la captura de aire sea intrínsecamente costosa.
Invertir en captura de aire hoy implica un costo de oportunidad significativo: cada dólar gastado en esta tecnología es un dólar que no se invierte en alternativas más efectivas y menos costosas. Como la energía solar, eólica, vehículos eléctricos, baterías de red o energía nuclear. Antes de considerar soluciones costosas de CO2, es esencial agotar el vasto inventario de opciones más asequibles.
No mejorará, es una táctica de «greenwashing»
Las tecnologías de captura y almacenamiento de carbono se están integrando en la industria petrolera y gasífera para mitigar las emisiones de carbono. Permite la continuidad de la producción de combustibles fósiles en un contexto de alta demanda global. Aunque algunos lo ven como un paso necesario para la seguridad energética, los ambientalistas la ven como una descarada táctica de “greenwashing” que posterga la transición a energías verdaderamente limpias.
La tecnología data de los años setenta. Originalmente se usaba para la recuperación mejorada de petróleo. Fue rebautizada para reflejar su potencial contra el cambio climático. Pero la realidad es que, en 2022, aproximadamente el 70% de los proyectos de captura de carbono se destinaban a fomentar la producción de más petróleo y gas, en lugar de disminuir las emisiones.
Los tecnooptimistas esperan que los costos de la captura de carbono disminuyan con la innovación y la inversión, pero la realidad es diferente. La separación de CO2 de mezclas de gases no es un concepto nuevo. Es una tecnología madura que ha sido perfeccionada desde la Segunda Guerra Mundial. Los costos de infraestructura asociados con la captura de aire no han disminuido con el tiempo, y la construcción industrial ha aumentado constantemente en precio.
Además, las leyes de la física establecen límites claros. La concentración actual de CO2 en la atmósfera es de aproximadamente 400 partes por millón, el 0,04%, lo que hace que la separación sea menos eficiente y más costosa que en concentraciones más altas, como las emitidas por las centrales eléctricas. Las aspiradoras de carbono, aunque más efectiva en teoría, es uno de los métodos más costosos. Sus precios que no han bajado de 100 dólares por tonelada evitada
Más proyectos
Pese a las observaciones y cuestionamientos de los expertos, siguen en múltiples proyectos. Prairieville, Luisiana, es parte del distrito Ascension, conocido como el “callejón del cáncer” por su mala calidad del aire. Ahí se planea una planta de 4.500 millones de dólares para capturar carbono y producir energía a partir de hidrógeno. Air Products and Chemicals es la encargada de construir y operar la planta, promete almacenar las emisiones de carbono bajo tierra.
El proyecto es uno entre varios en desarrollo en estados como Texas, Minnesota y California, impulsados por una asignación de 3.500 millones de dólares del Congreso. Su objetivo: retirar carbono del aire, reducir la contaminación y explorar nuevas fuentes de ingresos. Como la producción de hidrógeno. Inversiones realizadas pese a que el Panel de la ONU sobre el Cambio Climático sostiene que la energía solar y eólica avanzan más rápido que la captura y almacenamiento de carbono. Críticos como Basav Sen argumentan que esa tecnología es impracticable y una excusa para que la industria de combustibles fósiles continúe sin cambios.
Tasa de fracasos: 80%
Un estudio de la Universidad de California, San Diego, reveló que más del 80% de los proyectos de captura y almacenamiento de carbono han fracasado. Aunque la tecnología se aplicara con éxito, podría representar riesgos para la salud pública y el medio ambiente. Por ejemplo, un incidente en Mississippi en 2020 ilustró los peligros del transporte de dióxido de carbono.
Más de 500 organizaciones ambientales firmaron una carta abierta en rechazo las aspiradoras de carbono como una “solución falsa”. Obviamente la Carbon Capture Coalition defiende su potencial. Expertos como Matt Fry y Howard Herzog ven la captura de carbono como esencial para alcanzar objetivos climáticos. Una idea que no comparten los residentes cercanos a los proyectos propuestos. A quienes les preocupa la potencial contaminación del agua potable.
Pobres resultados
La tecnología de captura y almacenamiento de carbono es promocionada como una solución intermedia en la transición hacia energías más limpias. Que permite a las empresas de petróleo y gas reducir su huella de carbono. Pero los críticos opinan que ha sido exagerada e incumple con las expectativas. Con un 90% de la capacidad propuesta para el sector eléctrico sin realizar y muchos proyectos sin alcanzar sus tasas máximas de captura previstas.
A pesar de que organismos como el IPCC y la AIE reconocen la importancia de la captura de carbono en la reducción de emisiones. Un informe del IEEFA (Institute for Energy Economics and Financial Analysis) indica que la tecnología y el marco regulador presentan desafíos significativos. En 2019, las 59 plantas de captura y almacenamiento de carbono existentes solo podían eliminar 40 millones de toneladas. Una fracción del carbono emitido anualmente que asciendía a unos 43.000 millones de toneladas. Mil veces más.
Además, aproximadamente el 70% de los proyectos se utilizan para incrementar la producción de petróleo y gas. No para reducir las emisiones. En Texas, activistas luchan contra un proyecto de 10.000 millones de dólares que, a pesar de incorporar la captura de carbono, solo absorbería entre el 6% y el 7% de las emisiones totales de la planta. Los ecologistas afirman que calificar el proyecto de «limpio» es una mentira descarada y un claro caso de «lavado verde».
Como la captura de carbono sigue utilizándose para apoyar el suministro de combustibles fósiles, que siguen teniendo una gran demanda, es poco probable que los gobiernos demonicen su uso. Pero para los expertos esa tecnología solo puede ser una medida temporal. No una solución definitiva que prolongue innecesariamente la dependencia de los combustibles fósiles.
Promovida por industria fósil
Laurence Tubiana y Emmanuel Guérin de la Fundación Europea del Clima advierten que los productores de petróleo y gas cuentan con la captura y almacenamiento de carbono como licencia social para seguir perforando como de costumbre. Una postura que quedó en evidencia en la conferencia sobre el clima COP28 que se celebró en Dubai. En el marco de ese evento los científicos reiteraron que la captura de carbono contribuirá menos de una décima parte de la reducción necesaria de emisiones de CO2 para mantener el calentamiento global en 1,5 °C.
La Agencia Internacional de la Energía proyecta que con esas tecnologías se capturará alrededor de 1.500 millones de toneladas de CO2 en 2030 y 6 GT en 2050. Pero se enfoca en sectores como el cemento y la química. No en la producción de combustibles fósiles. Para alcanzar cero emisiones netas mediante esa tecnología, se necesitarían 32 GT de captura de CO2 para 2050.
A esta escala, la captura de carbono por sí sola requeriría 26.000 TWh de electricidad para funcionar. Una cantidad superior a la demanda mundial de electricidad actual. Alcanzar las emisiones netas cero de esta forma sería un 50% más caro que en el escenario NZE de la AIE (con un coste de inversión anual de 6,9 billones de dólares).
Del bolsillo de los contribuyentes
La inversión en el sector energético debe dirigirse hacia la eficiencia energética, energías renovables y otras soluciones de cero emisiones. Pero, actualmente, la industria del petróleo y el gas solo aporta el 1% de la inversión total en energía limpia a nivel mundial. Apenas invierte el 2,5% de sus beneficios en energías limpias. La AIE sugiere que para 2030, la proporción de inversiones entre soluciones sin carbono y el mantenimiento de instalaciones de petróleo y gas debería ser del 50/50. La realidad es que la industria de los combustibles fósiles no está invirtiendo en energías limpias ni en captura de carbono a gran escala. Espera que los gobiernos lo hagan o paguen la factura.
Comparando el dióxido de carbono en la atmósfera con una bañera llena de agua, la captura de carbono es como usar dedales bañados en oro para sacar agua, en lugar de cerrar el grifo de las emisiones. La solución propuesta por la industria fósil es que los contribuyentes financien las plantas de captura de carbono. Una estrategia costosa e ineficiente en comparación con alternativas como las energías renovables y los vehículos eléctricos.
Para científicos y ambientalistas la realidad es que nos engañan una vez más para ganar un tiempo que no podemos perder ante la crisis climática. Pese a lo cual, empresas como Climeworks siguen adelante con proyectos como la aspiradora de carbono Mammoth en Islandia. Un proyecto con el que asegura marcar un hito en la tecnología de captura directa de CO2 y con el cual pretende sentar las bases para futuras expansiones, que pagarán los contribuyentes, obviamente.