A pequeña escala los consumidores pueden hacer su aporte al medioambiente a la hora de ir al mercado. Y tener en cuenta que la producción de alimentos representa un tercio de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, principalmente de metano y dióxido de carbono. Más de la mitad de esas emisiones son impulsadas por la ganadería. Por tanto, sugiere un equipo de investigadores, reemplazar la carne por ciertos tipos de pescados y mariscos de origen sostenible podría ayudar a las personas a reducir las emisiones y su huella de carbono sin comprometer la nutrición.
El estudio recomienda optar por los bivalvos de cultivo (mariscos como mejillones, almejas y ostras).Y los peces pequeños (pelágicos) de superficie capturados en la naturaleza, que incluyen anchoas, caballas y arenques. Estos productos generan menos emisiones de gases de efecto invernadero y son más ricos en nutrientes que la carne de res, cerdo o pollo.
La investigación tuvo como fin «hacer un mejor trabajo para comprender los impactos climáticos de los productos del mar. A través de cualidades nutricionales diversas», dijo Peter Tyedmers. Coautor del estudio y economista ecológico de la Universidad de Dalhousie en Halifax, Canadá.
Los hallazgos se hicieron eco de estudios anteriores. Incluido el trabajo de los miembros del grupo de Tyedmers que se centró en los productos del mar consumidos en Suecia. Esta vez, los investigadores querían incluir una gama global más diversa de pescados y mariscos, citó Nature.
Las dietas basadas en plantas ofrecen una alternativa de menor impacto al consumo de carne, pero las soluciones tienden a pasar por alto los beneficios de las dietas basadas en mariscos o «azules», precisó el texto.
Consumir pescados, un aporte para reducir emisiones
Utilizando 41 especies de mariscos, los investigadores establecieron una puntuación de densidad de nutrientes que representaba los más esenciales, como ciertas grasas y vitaminas. Las especies encuestadas incluyeron peces, crustáceos, bivalvos y cefalópodos (el grupo que incluye pulpos y calamares) capturados en la naturaleza y de piscifactoría.
Luego, el equipo utilizó los datos de emisiones disponibles para 34 de esa variedad de pescados y mariscos para comparar su densidad de nutrientes con las emisiones asociadas con su producción o captura.
La mitad de las especies de mariscos ofrecieron más valor nutricional en términos de emisiones. El salmón rosado (Oncorhynchus gorbuscha) y el salmón rojo (Oncorhynchus nerka), junto con pequeños peces pelágicos capturados en la naturaleza y los bivalvos de cultivo, fueron las mejores opciones para fuentes de proteínas ricas en nutrientes y bajas emisiones.
El pescado blanco como el bacalao también tuvo un bajo impacto climático, pero se encontraba entre los alimentos menos densos en nutrientes. Los crustáceos capturados en la naturaleza tenían las emisiones más altas, con una huella de carbono solo comparable con la de la carne de res. Los autores señalan que sus datos de emisiones no incluyen las emisiones «posteriores a la producción», como las generadas por la refrigeración o el transporte.
El análisis agrega más perspectiva al papel de los productos del mar en los sistemas alimentarios, señaló Zach Koehn, científico marino del Centro Stanford para Soluciones Oceánicas en California. Agregó que un obstáculo en la aplicación de esta investigación será la necesidad de hacer que los productos del mar estén más disponibles de una manera asequible. Cree que aquellos que podrían beneficiarse más de los alimentos ricos en nutrientes podrían no tener acceso a ellos.
Agudizando los sentidos
Los alimentos más saludables y nutritivos tienden a ser más sostenibles y respetuosos con el medio ambiente que aquellos con bajo valor nutricional. Es una de las conclusiones de un análisis de más de 57 000 artículos alimenticios vendidos en el Reino Unido e Irlanda.
El gigantesco estudio es uno de los primeros en estimar el impacto ambiental de los productos elaborados con múltiples ingredientes, en lugar de alimentos individuales. Esta información podría ayudar a los consumidores a comprender cómo se comparan los artículos en términos de nutrición y sostenibilidad, dijo Michael Clark, científico ambiental de la Universidad de Oxford, en el Reino Unido.
“Lo que es bueno para uno generalmente es bueno para el otro”, adicionó Clark. “No tiene que tomar una decisión que sea buena para el medio ambiente pero que pueda tener un impacto negativo en su salud”.
La producción de alimentos es uno de los principales contribuyentes al cambio climático. Un estudio de 2020 descubrió que, incluso si las emisiones de la quema de combustibles fósiles terminaran de inmediato, las tendencias actuales en los sistemas alimentarios podrían descarrilar los esfuerzos para limitar el calentamiento global a 2 °C.
Algunos alimentos, como la carne roja, producen muchas más emisiones que otros, como por ejemplo, los pescados. El año pasado, una encuesta del gobierno inglés encontró que más de la mitad de las personas en el país quieren tomar decisiones más sostenibles en torno a los alimentos. Pero debido a que muchos contienen múltiples ingredientes, puede ser difícil desentrañar el impacto ambiental de un producto sobre otro, aclaró Clark.
“Tenemos información sobre los impactos ambientales de materias primas como el trigo y la soja”, refirió. Pero, «si está entrando en su tienda de alimentos local, no solo está comprando trigo».
Algoritmos para detectar las bondades de los alimentos
Para crear un sistema de calificación que la gente encontrara fácil de entender, Clark y sus colegas idearon una alternativa. Usaron un algoritmo para estimar la cantidad de cada ingrediente en miles de productos vendidos en las principales cadenas de supermercados del Reino Unido. Luego, dieron a los alimentos una puntuación de impacto ambiental de 100, siendo 100 el peor, al combinar los impactos de los ingredientes en 100 gramos de cada producto. Consideraron varios factores, incluidas las emisiones de gases de efecto invernadero y el uso de la tierra.
El equipo descubrió que los productos que contenían cordero y carne de res, como los pasteles de carne preparados, tenían el impacto ambiental más grave. Con una puntuación hasta tres veces mayor que los productos elaborados con aves de corral. Los alimentos de menor impacto tendían a estar elaborados con plantas e incluían productos de pan, frutas, verduras, granos y bebidas ricas en azúcar.
Si se hicieran más fáciles de usar y ampliamente accesibles, los sistemas de clasificación de alimentos como este podrían ayudar a las personas a tomar decisiones informadas sobre lo que comen, comentó Olivier Jolliet, especialista en salud ambiental y cuantitativa de la Universidad Técnica de Dinamarca en Kongens Lyngby.
“Existen grandes diferencias entre los alimentos, y podemos comenzar a tomar decisiones que realmente mejoren nuestra salud y el medio ambiente de manera sustancial”, añadió. “Este tipo de estudio puede ayudarnos a encontrar nuestro camino”.