El número de casos durante la primera ola de infección de la COVID-19 en Wuhan podría ser más del doble de lo que reportó China. Investigadores del Fondo de Investigación Médica y Salud de Hong Kong analizaron cómo la definición de caso influyó en el conteo de las personas infectadas con el SARS-CoV- 2.
El 20 de feberero China confirmaba 55.000 casos reportados de COVID-19. Sin embargo, el estudio apunta que para ese día pudo haber sido 232.000. El cálculo lo hicieron sobre la base de un modelo de crecimiento exponencial que primero estimó cómo las diferentes versiones de definición de caso influyeron en el número reportado cada día. Luego, averiguaron cómo hubiese sido la curva epidémica si la definición siempre hubiese sido la misma.
La definición de caso, un elemento clave
El análisis de los datos abarcó las fechas entre el 15 de enero y el 3 de marzo. Durante ese tiempo los investigadores encontraron que la Comisión Nacional de Salud de China emitió siete versiones de «caso» para la COVID-19. Lo interesante llegado a este punto es que algunas no abarcaron los leves y los asintomáticos.
Si se hubiese considerado la versión 5 desde un principio del brote hasta ese 20 de febrero, el número de casos se eleva drásticamente. Esa definición era mucho más amplia, porque abarcaba mayor cantidad de síntomas y para ese momento ya se realizaban suficientes pruebas de diagnóstico.
Los autores del estudio señalan que las definiciones apropiadas de caso son cruciales para el diagnóstico clínico, la vigilancia de la salud pública; para conocer la velocidad de propagación de un virus y la eficacia de las intervenciones.
Los autores señalan que la definición de caso de la COVID-19 inicialmente fue muy limitada. Con el paso del tiempo se fue ampliando, se fueron incluyendo los casos leves y los casos que no tenían vínculo epidemiológico con Wuhan. La apropiada definición de caso evita los sesgos en el conteo de los infectados.
Falta de transparencia
Los hallazgos del informe publicados en The Lancet aparecen, cuando los Estados Unidos y Australia lideran una iniciativa para que una investigación internacional desvele el misterio de los orígenes del actual brote de coronavirus. Los datos aportados por la investigación están lejos de constituir prueba alguna de encubrimiento de cifras.
Aunque China no es el único país que presenta controversias en las cifras de la COVID-19, otros también tienen controversias por las cifras de afectados y fallecidos. Por ejemplo en Reino Unido hay disparidad. El Gobierno británico cuenta solo las muertes en los hospitales, mientras que el Instituto Nacional de Estadística incluye las muertes en la comunidad.
En España, también se han reportado escollos similares. Hace unos días se conocía que las autonomías manejaban unas cifras y Sanidad otras. Sin embargo, China desde el principio de la crisis sanitaria ha sido acusada de falta de transparencia. Uno de los principales dedos acusadores de China está en los Estados Unidos, que considera que el gobierno chino no ha sido claro con respecto a los orígenes del virus, que se presumen están en los fondos de los mercados húmedos de Wuhan.
China/Estados Unidos
La reacción de China no se ha hecho esperar y ha planteado «repensar» las relaciones con los Estados Unidos. El embajador de China en EE UU, Cui Tankai, criticó a los políticos estadounidenses por no escuchar a los asesores científicos y hacer críticas infundadas.
Mike Pompeo, secretario de Estado, acusó a China de no haber informado oportunamente sobre el brote. Mientras, corre sin evidencia la acusación de que el virus SARS-CoV-2 escapó de un laboratorio en China.
Más allá de la especulación política, la ciencia confirma que los cambios en la definición de caso de la COVID-19 tuvo un claro efecto en la proporción de infecciones identificadas y confirmadas. De allí la importancia de la transparencia de los datos, dado que eran cruciales para conocer el devenir de la epidemia y del virus como tal, y de las medidas para abordarla dada la inminente propagación.
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