El Informe Mundial de Situación sobre Alcohol y Salud 2018 de la OMS (Organización Mundial de la Salud) señaló que una de cada 20 muertes es producto del consumo nocivo de alcohol. Unas tres millones de personas fallecen al año por esta causa y Rusia es uno de los países que más consume, con un promedio anual entre 11-12 litros de etanol puro.
A pesar que desde el año 2003 el consumo ha descendido en forma importante, pues lo gobiernos han restringido su venta, aplicado más impuestos y desarrollados campañas preventivas, el confinamiento producto de la crisis por la COVID-19 amenaza con que pueda aumentar. Desde la primera semana de confinamiento las ventas de alcohol se elevaron en un 65%, según el instituto de estudio de mercado GFK.
Tatiana tiene 50 años, vive en Moscú y antes de iniciar una reunión telemática con Alcohólicos Anónimos afirmó que no todos pueden resistirse permaneciendo dentro de cuatro paredes. Aunque pudo evadir a la tentación, sí confesó que «cuando me encontré sola en casa, lo primero que pensé fue ‘ah, es un buen momento para emborracharme'».
Un estudio de opinión de Rusia Sobria reveló que el 75% de los encuestados compró más alcohol de lo usual, incluso tanto como lo hacen para las fiestas de fin de año. Lo más grave es que un 80% piensa que “el alcohol inmuniza contra la COVID-19, cuando es todo lo contrario, reduce la inmunidad y exacerba las enfermedades crónicas», dijo Sultan Khamzaev, jefe de la organización.
Exhortó a las autoridades a que limiten la venta por persona o cierren las licorerías para evitar se pierda el inmenso trabajo de los últimos años. Se corre ese riesgo si la gente se encuentra sin trabajo y deprimida.
El alcohol despierta el diablo
Entre los años 2003 y 2016, el consumo de alcohol cayó en el país que lideriza Vladimir Putin en un 43%, según la OMS, pero en las actuales circunstancias podría causar estragos.
Para Vasili Shurov, un psiquiatra especializado en adicciones, el nivel de ansiedad en pacientes “frágiles” aumenta en confinamiento y la población en riesgo “comienza a beber”. Expresó que en la clínica privada que dirige se disparó el número de consultas telefónicas.
Otra de las consecuencias importantes del consumo de alcohol en tiempos de la COVID-19 es que se propicia con mayor frecuencia la violencia doméstica. «El alcohol despierta al diablo», dijo Anna Rivina, directora del centro “No a la Violencia”, aunque también aclara que es pronto para establecer una relación.
Lo que sí es un hecho es que el número de quejas a la mujer relacionadas con el consumo de alcohol aumentó, de acuerdo a Mari Davtian, una abogada de derechos humanos, que compartió con la agencia AFP el caso de Irina, una mujer de 32 años con un hijo de dos años.
«Mi marido fue despedido, empezó a beber y a pegarnos. Quería ir a casa de mis padres, pero me amenazó con denunciarme a las autoridades y decirles que puse al niño en peligro saliendo de casa».
También dio a conocer el de Ksenia, de 26 años, con un niño de ocho meses: «Mi marido empezó a beber todos los días y me pega por cualquier cosa. No sé qué hacer. Los tribunales están cerrados y ni siquiera puedo divorciarme».
Mientras, Aliana Popova, una activista que impulsa la adopción de una ley de emergencia que despenalice a las mujeres maltratadas que huyen del hogar, afirmó que «el alcohol y la pobreza aumentan la violencia doméstica».
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