Los Estados Unidos entran en una semana crucial, en la que se realizará el acto de investidura de Joe Biden como el 46º presidente de ese país, tras una de las más controversiales elecciones de la historia. Será, por mucho, una toma de posesión totalmente fuera de lo común. El reciente asalto al Capitolio, las denuncias de fraude, el proceso de juicio político a Donald Trump, unas medidas de seguridad llevadas al extremo, la necesidad de mantener la distancia social. Las autoridades encargadas están tratando de que el proceso de transición del poder sea lo más «normal» que se pueda, en unas circunstancias que son totalmente inusuales.
La investidura es la ceremonia formal que marca el inicio de una nueva presidencia y tiene lugar en Washington DC. Según la Constitución de los Estados Unidos, modificada por la 20ª Enmienda, el mandato de un presidente comienza al mediodía del 20 de enero después de una elección. Ese día, Joe Biden deberá pronunciar un juramento de 35 palabras, antes de ejercer cualquier poder o deber. Estos son los únicos requisitos. Todo lo demás es ceremonia.
Por su parte, Kamala Harris se convertirá en vicepresidenta una vez que preste juramento en el cargo, lo que generalmente ocurre justo antes de que el presidente tome posesión.
No todo será igual
Algunas actividades han sido reducidas o eliminadas, debido a la pandemia de coronavirus. El tradicional desfile por la avenida Pennsylvania (que une a la Casa Blanca con el Capitolio) no se realizará. Tampoco habrá bailes inaugurales. El acto contará con pocos asistentes.
Adicionalmente, tras el ataque al Capitolio el 6 de enero, se han ido acumulando más restricciones. Habrá más de 20.000 miembros de la Guardia Nacional disponibles, muchos de ellos armados, imponiendo «el perímetro más grande jamás establecido alrededor del Capitolio».
El National Mall, donde las multitudes en el pasado han servido como barómetro de popularidad, estará completamente cerrado. Un ensayo planeado para el domingo se pospuso debido a preocupaciones de seguridad. Se ha instado a la gente a mantenerse alejada, no solo de Washington, sino también de los capitolios estatales como el de Minnesota, debido a las amenazas previas a la inauguración.
De cara al futuro
Más allá de lo que ocurra el día de la investidura de Biden, existe preocupación por lo que los hechos recientes puedan significar para la política y la sociedad estadounidense a futuro. Desde el episodio violento del 6 de enero en el Capitolio, se plantean muchas preguntas sobre el destino de la democracia en los Estados Unidos.
La exposición de los Estados Unidos como una sociedad extremadamente polarizada, ha debilitado su posición moral como referente de la democracia. En el futuro, cuando un político estadounidense critique a una contraparte no democrática, sin duda tendrá que aguantar una reprimenda desdeñosa. Cualquier república bananera podría simplemente replicar: ¡primero ponga su propia casa en orden!
Importancia de la investidura de Biden
En medio de este entorno, cada mensaje que se envíe, de manera directa o a través de las acciones, tendrá repercusiones para la democracia. Un primer paso fue que, tras los ataques al Congreso, la seguridad y el orden democrático se restablecieron rápidamente. Y tanto la Cámara como el Senado continuaron su sesión después de que terminaron los disturbios. Ello envió, de momento, una señal positiva.
Si Estados Unidos logran dejar atrás estos terribles eventos de la manera correcta, entonces la democracia emergerá más fuerte que antes.
Pero si los enemigos de la democracia – Moscú, Teherán, Pekín – son capaces de afirmarse con éxito como la mejor alternativa, los hechos recientes habrán presagiado simbólicamente al principio del fin de la democracia como un modelo global exitoso.
Un mensaje al mundo
De allí que haya especial interés en que esta transición del poder ocurra con la mayor normalidad posible. En parte por esta razón, Joe Biden se ha mostrado inflexible en cuanto a prestar juramento y dar su discurso de investidura en el tradicional lugar al aire libre en el frente oeste del Capitolio.
La líder demócrata del Senado en el Comité Conjunto del Congreso sobre Ceremonias Inaugurales, Amy Klobuchar, dijo que, a menos que haya una amenaza real, no se dará marcha atrás en el acto de juramentación y se mantendrá tan fiel a la tradición como sea posible.
Posibles hechos de violencia
Pero no todos están de acuerdo. Informes de seguridad apuntan a que la turba que atacó el Capitolio no estaba formada simplemente por pandilleros desorganizados, sino, en buena medida, por insurrectos organizados con capacidad e intención letales.
Es esto lo que preocupa a personas como el general retirado del ejército Barry McCaffrey, quien cree que trasladar el juramento al interior no sería una señal de debilidad. Dijo que, aunque no cree que Biden corra el riesgo de sufrir daños físicos durante la investidura, las provocaciones en los bordes del perímetro podrían crear una distracción «humillante» ante una audiencia global.
Reportes de inteligencia indican que hay grupos armados que planean reunirse en los edificios legislativos de los 50 estados y en Washington DC el mismo 20 de enero, mientras se esté realizando el acto de investidura de Joe Biden.
La preocupación por evitar que se repitan escenas como las del pasado 6 de enero, cuando el asalto al Capitolio de Washington dejó 5 personas muertas, ha hecho que se refuercen las medidas de seguridad.
El «juramento» de Trump
Se ha convertido en una costumbre que el presidente saliente vea a su sucesor juramentarse. Esto puede hacer que las cosas se vuelvan un poco incómodas, sobre todo si quien deja el cargo fue derrotado al intentar ser reelegido. Este año, las cosas serán diferentes. Trump no se presentará. Se espera que asista el vicepresidente saliente, Mike Pence, al igual que los miembros de partido Republicano en el Congreso.
Solo tres presidentes, John Adams, John Quincy Adams y Andrew Johnson, han optado por no participar en la investidura de sus sucesores. Pero en el último siglo todos han asistido.
Algunos de los partidarios de Trump dicen que le están planeando una «segunda investidura» virtual, el mismo día y hora en que Biden asuma el cargo. Más de 68.000 personas han dicho en Facebook que asistirán al evento en línea, para mostrar su apoyo al presidente saliente.
Estos hechos acrecientan las diferencias entre la investidura de Joe Biden y las transferencias de poder que se realizaron en el pasado. De lo que suceda este 20 de enero dependerá, en buena medida, la percepción que el mundo tenga acerca de los Estados Unidos y de la solidez de su democracia.
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