«La unidad no se reduce a que un grupo de partidos o líderes políticos ‘se unan’ en torno a una causa. Es rigurosamente al revés. La verdadera unidad es fundamentalmente idiosincrática, racional»
Después de más de dos décadas de infortunios y miserias nunca vividas en Venezuela, las preguntas siguen siendo por qué y hasta cuándo. Creo que es momento de agregar otra pregunta: ¿Con quién? y ¿cómo? Sin liderazgo sólido y unitario es muy difícil vencer en una pelea muy desigual. Y sin corregir ciertos elementos culturales que degeneran en posturas individualistas, seguiremos perdidos.
La historia está llena de movimientos sociales y partidistas que alcanzaron su libertad con muchos sacrificios [Frente Unido en Chile o Uruguay, Solidaridad en Polonia, OTPOR -resistencia en Serbia, CNA en Sudáfrica]. Pero si los esfuerzos de unos son demonizados por otros que se suponen del mismo bando, el resultado seguirá siendo fragmentación y anomia.
La cultura del “ese no es mi problema”
Tiene su origen en la desconfianza grupal. Decir “resuélvelo tú, ese no es mi asunto” comporta inmensos atavismos que van mucho más allá del egoísmo. La cultura hispana que nos ha dado tanto, también nos legó inmensos desenfados. Por siglos hemos estado subyugados primero a los designios de la colonización y de la corona, a la imposición de castas y convencionalismos de la nobleza.
La cultura judeocristiana consagró al rey como representante de Dios en la tierra. Luego a la espera al mesías y después a la inmolación aprendida al dios de nuestros pecados, teniendo la culpa, la flagelación la contrición y el perdón como “ave marías” que nos harían merecedores de otra vida después de la vida. Lo contrario, es decir, desconocer la Santísima Trinidad cuestionó el poder de los nobles y catapultó el poder del proletariado.
La llegada del pensamiento colectivista-positivista, terrenal y existencialista “sustituyó a Dios” por las masas y las convirtió en el nuevo “orden social”. En el medio quedaron los liberales, los ilustrados de la razón, del imperativo moral, los justicieros. Nadando quedaron las democracias de orientación eurocentristas en las que el poder reside en el pueblo. El autoritarismo de sable emerge como brazo contenedor del comunismo.
¿Cuáles democracias sobrevivieron? Aquellas donde el pueblo se reconoce así mismo como ciudadano por formar parte del Estado. La democracia inglesa tiene su máximo valor de representación en la corona [monarquía constitucional], pero con un prístino sentido de autorrealización. La democracia norteamericana tiene su valor originario en el pensamiento liberal de los siete fundadores de la patria [John Jay, Washington, Jefferson, Madison, Hamilton, Adams, Franklin], cuyo valor superior es el «deber de defender» por encima del «derecho a ser defendido».
Las democracias europeas y latinas aún están en pleno proceso de maduración, que no es más que emanciparse del poder benefactor del Estado, por lo cual su responsabilidad [que soy yo] no es mi problema. Bajo esta lógica el Estado tampoco me importa, por lo tanto, nace el Estado ausente: un perder-perder.
La unidad en la política
La unidad como herramienta política es un factor profundamente cultural e identitario. Un elemento muy poderoso en los procesos transicionales. ¿Cuál ha sido el cambio sustancial de la Venezuela preindependentista a la Venezuela desrepublicana? El sentido de pertenencia. Vivimos un proceso de igualación y democratización [1810-1998] y de despojo… Pero aún quedan muchas carencias y complejos que superar.
La llegada del caudillo [fantasma que pulula como alma en pena] aviva la cultura del mesías, que es endosar al “taita” la solución de nuestros enredos. Y con la democracia pactada, redentora y petrolera que alivió las cargas de la exclusión, igual sobrevino la cultura socialista del Estado benefactor y rentista. En este escenario, la unidad es esencialmente política, instrumental, utilitaria, partidista, dejando escapar lo ciudadano. Entonces cobra cierta legitimidad la consigna “ese no es mi problema”, prendiendo en llamas la confianza grupal ¿Cómo derrotarlo? Desprendimiento y emplazamiento de base.
La unidad no se reduce a que un grupo de partidos o líderes políticos “se unan” en torno a una causa. Es rigurosamente al revés. La verdadera unidad es fundamentalmente idiosincrática, racional, tradicional. Es la convicción colectiva de un valor común de conveniencia y confianza en torno al cual grupos de representación se unen para luchar y sobrevivir. Distinguir lo bueno de lo malo aparece ser una tarea simple, pero se complica cuando algunos líderes no controlan sus ansiedades de poder y agendas.
La unidad es la consecuencia de un inquebrantable ejercicio de discernimiento y desprendimiento [disposition]. No lo contrario. Pienso luego me uno. La unidad no es automática. No encuentro ninguna dificultad para distinguir en Venezuela quién es el bueno y quién es el malo. No saberlo [elegir] le ha costado muchas vidas a la humanidad entre guerras y holocaustos. La fragmentación de los clivajes de resistencia han sido la causa de permanencia de las coaliciones autoritarias.
Depender de la cultura del endoso político o del “liderazgo por default” [quítate tú para entrar yo] es lo que nos ha frustrado la Venezuela posible, democrática y libre. Es con el sacrificio de todos como veremos la luz. Escalando unidos. No trepando…
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