El cultivo de ostras es una bendición ambiental. Las poblaciones modestas de ostras podrían eliminar alrededor de 20.000 libras de nitrógeno (uno de los principales contaminantes en los estuarios costeros de Estados Unidos) por año, si no más. Un proyecto en desarrollo busca rescatar la Bahía de Delaware precisamente con el cultivo de ostras.
Ubicada en el estado de New Jersey en los Estados Unidos, la bahía de Delaware era para la década de los 70, uno de los lugares ideales para pesca de almejas y ostras. Los bancos de moluscos ubicados en esa bahía formaban parte de un rico ecosistema marino. El cual comenzó a decaer con la llegada de promotores inmobiliarios lanzados a una guerra de ofertas por los inmuebles situados frente al mar.
El desarrollo inmobiliario acabó con el agua clara y los bancos de peces, crustáceos y moluscos. Más de 40 años después, los abundantes bancos de peces de esta parte de Delaware se redujeron. Se alejaron de la costa y acabaron siendo sólo un recuerdo.
El declive de Delaware
El agua de la costa parecía espesarse y se volvía casi opaca. Un informe de 2016 que publicó el MIT Technologies Review, afirma que las praderas de anguilas prácticamente desaparecieron en la década de setenta y nunca más se recuperaron. Las capturas de cangrejo azul disminuyeron alrededor de un 50% desde mediados de la década de los noventa hasta 2015. Las capturas de anchoa de bahía, importante como cebo y alimento para peces más grandes, disminuyeron un 40%.
«No veo nada de la vida que había allí abajo cuando era niño en los años setenta», dijo Carol Friend, quien nació y creció en la bahía, y ahora tiene 61 años y está jubilado.
Friend decidió asumir un trabajo nada fácil. Es una de las 10 personas de la bahía de Delaware que intentan triunfar como ostricultoras. Su empresa Salty Witch Oyster Company tiene un contrato de arrendamiento para cultivar los moluscos, como parte del programa de acuicultura lanzado en 2017. La historia de la acuicultura de ostras en es una lección para el resto del mundo.
La introducción de la acuicultura puede limpiar aguas muy contaminadas y ofrecer oportunidades económicas. Un raro caso de solución medioambiental directa que también puede ofrecer oportunidades económicas a las personas más afectadas por el problema. Consiste en criar ostras en jaulas con fines comerciales. Las ostras cultivadas en Delaware son especialmente saladas. Una cualidad muy apreciada por los amantes de las ostras crudas. Los restaurantes de la zona las ofrecen a los parroquianos local y la mayoría de las marisquerías prosperan gracias al turismo en las playas de Delaware.
“El mayor criadero de ostras en el mundo”
Al sur de las bahías interiores de Delaware se encuentra Chesapeake, el mayor éxito de Estados Unidos en acuicultura y restauración de ostras. Una combinación de beneficio medioambiental y económico. La revista National Geographic denominó la bahía de Chesapeake como el «mayor criadero de ostras del mundo» . Antaño estaba densamente poblada por la ostra oriental Crassostrea virginica. Se dice que los cascos de los primeros barcos europeos que navegaron por el Chesapeake se raspaban con las conchas.
La finales del siglo XIX, la ostra provocó un frenesí de recolección en el Atlántico medio. Se extraían más de 20 millones de fanegas de ostras al año de la bahía de Chesapeake. Pero en las décadas siguientes, los ostricultores cosecharon más rápido de lo que la ostra podía reproducirse. Las grandes herramientas de raspado transformaron los escarpados arrecifes en sustratos fangosos en los que las ostras no sobrevivían
Chesapeake es el estuario más grande de Estados Unidos. En su momento albergó algunas de las aguas más sobreexplotadas y contaminadas del mundo. Sin embargo, en miles de hectáreas de afluentes del Chesapeake se han vuelto a sembrar de ostras silvestres. Las ostras de piscifactoría se han convertido en una industria de al menos 30 millones de dólares para los estados de Virginia y Maryland.
Resultados esperanzadores
Los esfuerzos de recuperación de Carol Friend y quienes lo han acompañado, a pesar de lo difícil, no han sido vanos. La densidad de cangrejos juveniles, especies de peces pequeños y grandes e invertebrados que sirven de alimento a los peces, aumentó alrededor de los arrecifes de ostras restaurados. Primeros indicios de una diversidad de la fauna en Chesapeake similar a la que existía en los años setenta en las cercanas Inland Bays.
«Sólo en Harris Creek hemos colocado más de 2.000 millones de ostras, hemos restaurado 350 acres y hemos observado mejoras en la calidad y claridad del agua. Vemos cómo se coloniza todo el hábitat. Las ostras actúan como grupo parental de ese sistema fluvial, y hemos observado reducciones de nitrógeno. En conjunto, ha sido un proyecto fantástico», afirma Stephanie Alexander, directora del Horn Point Laboratory Oyster Hatchery de Maryland.
Las primeras investigaciones realizadas en Harris Creek, uno de los afluentes del río Chesapeake, sugirieron que unas poblaciones modestas de ostras podrían eliminar anualmente unas 20.000 libras de nitrógeno, un fuerte contaminantes de los estuarios costeros estadounidenses.
Sobreprotección y turismo en contra
Pero mientras Chesapeake sirve de símbolo de esperanza para el mundo, los ostricultores de Delaware saben que su hazaña es difícil de reproducir. La cría de ostras estuvo plagada de dificultades iniciales a pesar de sus evidentes ventajas. Las bahías interiores de Delaware son similares a la mayoría de las demás vías fluviales contaminadas de Estados Unidos: biológicamente diversas, pero absurdamente sobreprotegidas.
Cultivadores e investigadores culpan al Estado de crear normativas que hacen prohibitiva la inversión inicial para los criadores de ostras. Los propietarios de los muelles y los promotores inmobiliarios se oponen a las boyas y jaulas de ostras en el agua. Las consideran una plaga para el turismo. La demanda de propiedades frente al mar, por parte de promotores y turistas, incrementó los precios de los terrenos comerciales. Los ostricultores los necesitan para procesar las capturas.
El cambio climático está añadiendo otra amenaza. Se manifiesta tanto en cambios repentinos como sutiles. Es evidente en Chesapeake con la repentina embestida de las lluvias torrenciales y el lento cambio de la química del océano Atlántico.
Incentivos para el cultivo de ostras
Para impulsar la actividad, los criadores podrían cobrar por crear este tipo de maravillas naturales. La idea no es descabellada. Existe un programa piloto en Maryland mediante el cual el estado ofrece un mercado para los nutrientes extraídos del agua. Los ostricultores de Chesapeake obtienen créditos de nutrientes en función del tamaño de las ostras, que sirven de alimento y eliminan la contaminación.
Los criadores imaginan una economía ostrícola ideal en la que reciban una remuneración por el trabajo medioambiental al ayudar a recuperar las ostras silvestres. Lo que a su vez les daría capital para invertir en la acuicultura comercial. Pagar a los criadores por los esfuerzos de restauración ayudaría a financiar la inversión inicial necesaria para la acuicultura. «Los ostricultores tendrían un camino inteligente hacia el éxito financiero», afirma uno de los criadores.