Luego de casi 75 años desde la adopción de la primera resolución de la Asamblea General en 1946, que comprometió a la Organización de las Naciones Unidas con el objetivo de librar al planeta de las armas nucleares, «el mundo sigue viviendo a la sombra de la catástrofe nuclear«. Con estas palabras, el secretario general de la ONU, António Guterres, hizo un llamamiento a rescatar el espíritu del Día Internacional para la Eliminación Total de las Armas Nucleares.
Si bien las armas nucleares solo se han usado dos veces en la guerra, en los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki en 1945, la ONU calcula que actualmente existen alrededor 14.500 de estos dispositivos. La organización estima, además, que se han realizado más de 2.000 pruebas nucleares hasta la fecha.
Presión para lograr el desarme
El desarme es la mejor protección contra esos peligros, pero llegar a este objetivo ha sido un reto sumamente difícil. La ONU ha afirmado durante mucho tiempo que la responsabilidad de dirigir el desarme recae en los Estados que poseen armas nucleares.
Guterres coincidió en que esas naciones deben «volver a un diálogo real y de buena fe para restablecer la confianza, disminuir el riesgo nuclear y tomar medidas tangibles en el desarme nuclear».
También destacó que deben reafirmar el entendimiento compartido de que “una guerra nuclear no se puede ganar y no se debe librar”. En consecuencia, les pidió tomar medidas para implementar los compromisos que han asumido.
Las nucleares son las armas más peligrosas del mundo. Se puede destruir una ciudad entera, se podría matar a millones y poner en peligro el medio ambiente. También corren riesgo las vidas de las generaciones futuras, debido a sus efectos adversos a largo plazo. Los peligros de tales armas surgen de su propia existencia.
Las relaciones entre los Estados que poseen armas nucleares se caracterizan por la “división, desconfianza y falta de diálogo”, advirtió Guterres. A medida que anteponen la competencia estratégica a la cooperación, “los peligros que representan las armas nucleares son cada vez mayores”, destacó.
Cuestión de educación
El reconocido astrofísico estadounidense Carl Sagan solía decir que una sociedad que cada vez depende más de la ciencia y la tecnología, pero que ignora los principios básicos que la sostiene, constituye una mezcla perfecta para el desastre. Si está en lo correcto, el caso de las armas nucleares es sumamente alarmante.
En los Estados Unidos, un país que cuenta con el 43% del arsenal nuclear de todo el mundo, muy pocas personas son conscientes de los peligros a causa de este tipo de armas. La razón es bastante sencilla. Los aspectos relacionados con las armas nucleares no son una parte estándar de la educación secundaria. Tampoco se abordan con amplitud en los programas de pregrado y posgrado.
Una encuesta que se hizo 2018 a 1.100 estudiantes de secundaria en el estado de Washington encontró que menos del 1% sabía qué países poseían armas nucleares. El resultado fue sorprendente porque los estudiantes viven en un área con un legado nuclear que se remonta al Proyecto Manhattan. Uno de los reactores para ese programa fue construido en Hanford, que se encuentra precisamente en Washington.
En cuanto a las universidades, el número de cursos de pregrado que cubren asuntos relacionados con las armas nucleares es muy bajo. Un estudio de 2019 determinó que 75 de las instituciones públicas, privadas y militares mejor clasificadas en el país, ofrecían, en promedio, 7 cursos en no proliferación de armas nucleares durante un período académico de dos años o que había menos de dos cursos por semestre.
Por el contrario, el cambio climático, la otra amenaza más apremiante para la supervivencia de la humanidad, se imparte más. El mismo estudio estableció que sobre ese tema, las tres principales instituciones públicas, privadas y de artes liberales ofrecieron entre 19 y 30 cursos durante un solo año académico (2017-2018).
Demasiada tranquilidad
Con estos datos, no es de extrañar que la mayoría de los estadounidenses no pasen mucho tiempo preocupándose por las armas nucleares. Incluso cuando millones de ellos viven cerca de instalaciones nucleares y hasta de misiles.
Sin embargo, el llamado Reloj del Día del Juicio, del Boletín de Científicos Atómicos de los Estados Unidos, asegura que en este momento el riesgo de una guerra nuclear es el mayor desde el apogeo de la Guerra Fría.
Partiendo de las últimas divulgaciones del Gobierno (septiembre de 2017), el arsenal nuclear de los Estados Unidos consistía en 3.822 ojivas nucleares. Sin embargo, han retirado miles más y se espera que sean desmanteladas.
Por otro lado, según el intercambio de datos del Tratado Start más reciente (22 de febrero de 2018), Rusia despliega 1.444 ojivas estratégicas en 527 misiles balísticos intercontinentales (ICBM), misiles balísticos lanzados desde submarinos (SLBM) y bombarderos pesados.
Es probable que el número real de ojivas rusas que se han desplegado sea mayor, dado que el Tratado cuenta cada bombardero estratégico como una ojiva desplegada operativamente. Sin embargo, un solo bombardero Tu095 MS16, por ejemplo, puede llevar hasta 16 armas. Un cálculo de organismos internacionales de abril de 2018 dijo que podía haber 1.600 ojivas rusas que estaban operativas y otras 920 ojivas estratégicas pero almacenadas.
En manos terroristas
Existe un peligro mucho mayor. Es cada vez más factible que grupos terroristas puedan conseguir y usar una bomba nuclear. Podrían convertir el corazón de una gran ciudad en una ruina radiactiva humeante. Decenas o cientos de miles de personas morirían. Devastadoras ondas de choque económico repercutirían en todo el planeta. Se crearía una segunda cifra de muertos en el mundo en desarrollo por el consiguiente aumento de la pobreza mundial. Así lo advirtió en 2005 el entonces secretario general de la ONU, Kofi Annan. El horror de tal situación, si alguna vez llegara a ocurrir, cambiaría al planeta para siempre.
Estudios gubernamentales en los Estados Unidos y en otros países han concluido que si un grupo terrorista técnicamente avanzado pudiera obtener el uranio muy enriquecido (UME) o el plutonio que necesita, bien podría fabricar al menos una bomba nuclear burda (pero funcional).
Más que especulaciones
El índice de seguridad nuclear 2020 de la Iniciativa contra las Amenazas Nucleares (NTI, por sus siglas en inglés) determinó que el progreso en la protección de materiales nucleares contra el robo y las instalaciones nucleares contra actos de sabotaje se ha desacelerado notoriamente en los últimos dos años.
Se trata de «un acontecimiento alarmante en un momento de creciente desorden y alteración mundial», destacó el informe.
El texto señaló que ningún país ha eliminado sus existencias de materiales nucleares utilizables para armas desde 2016. El número de naciones con esos materiales no se ha reducido. Las disminuciones en las cantidades de materiales nucleares se están desacelerando.
Las armas nucleares nos ponen a todos en peligro. Nos debe interesar el que se garantice que el único planeta que tenemos no sea destruido en un holocausto nuclear. Incluso, solo el humo y el hollín de una guerra nuclear hundirían al mundo en la oscuridad. Esto acarrearía un desplome de la temperatura global y el fin de la vida en el planeta.
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