Los futuros campeones del surf español son chavales con alta resistencia al frío y una entrega y devoción asombrosa por el mar. Algunos de estos campeones, actuales y futuros, entrenan y viven el surf desde Suances, una población cántabra que aúna algunas de las mejores escuelas de surf del panorama español junto a olas propicias para este deporte.
Una de estas es la Escuela de Surf Los Locos cuyas puertas están abiertas durante todo el año. A su director, Borja Ibarra, le gusta hablar del lugar como la casa del surf.
“Una vez que cruzas la puerta de esta casa, solo hay surf, surf y más surf; se habla de surf en cada conversación y lo impregna todo. Están aprendiendo constantemente: con nuestros comentarios, visualizando el mar desde aquí arriba… Aquí no solo enseñamos a surfear, vivimos este deporte y el mar las 24 horas del día”, explica Borja Ibarra.
Y, probablemente, esta sea la principal y mejor cualidad para ser un buen surfista, un buen entrenador de este deporte y una buena escuela de surf: vivir obsesionado por el mar cada segundo.
Jacobo Trigo, el mar en el ADN
De Suances, y más concretamente de la Escuela de Surf Los Locos, ha salido una de las promesas del deporte nacional, Jacobo Trigo, séptimo en el campeonato del mundo de la ISA (International Surfing Association) en 2019.
“Para nosotros es un orgullo tremendo porque es el colofón a muchos años de trabajo. También logramos hacernos con los campeonatos como mejor escuela de surf en 2017, 2018 y 2019”, apunta orgulloso Ibarra.
Jacobo Trigo lleva el mar impreso en su ADN. Su padre, Javier Trigo, “Neptu”, es surfista y el shaper (arteso fabricante de tablas de surf) que moldea los sueños de los surfers de la zona y muy especialmente de los alumnos de la escuela. Los mejores picos de la playa de Los Locos y La Concha llevan el sello de Jalaika Surfboards, la marca con la que promociona sus tablas.
Jacobo Trigo ya se metía en el mar con 4 años y con 6 años llevaba una tabla de fibra.
“Recuerdo pasear con Jacobo por la calle y ver cómo él se iba imaginando que estaba surfeando un tubo, haciendo giros… llevaba el surf en la cabeza las 24 horas”, explica Carlos Gómez, entrenador de Los Locos, licenciado en ciencias de la actividad física y el deporte y TD2 (entrenador nivel 2 de surf).
“Claro, cuando ves a Jacobo Trigo en el agua, te parece espectacular. Pasa en todos los deportes. Cuando ves a alguien que lo hace fácil es que tiene calidad. Puedes apreciar su fluidez en los gestos, incluso si no entiendes de surf”, continúa.
Jacobo entrena casi a diario desde muy pequeño. Su cabeza está llena de mar y de surf. Entrenar en invierno, cuando se generan las mejores olas en el Cantábrico, implica muchos días de baños con el agua en torno a los 11 °C, y olas que rompen violentamente. Así se hace un surfista.
En invierno, la playa de Los Locos, en la que es posible verle surfeando muchas veces, es apta solo para avezados riders, con muchas horas de surf y un nivel alto. Y ahí, en el pico, es donde uno puede distinguir el estilo y la pasión de este surfista.
El mundo profesional del surf es para muchos jóvenes muy complejo. Se requieren patrocinadores fuertes. La participación en campeonatos sobre todo de Europa implica muchos gastos de viajes. Y en esto, cada deportista se tiene que buscar la vida.
Jacobo Trigo despuntó y logró patrocinadores, pero continúa buscando el apoyo de marcas. Muchas veces lo que las marcas ofrecen es material, pero se requiere dinero para el traslado de dos a tres personas que deben permanecer en el lugar alrededor de una semana.
“Hay que ser muy bueno y también tener buenos padrinos para poder vivir del surf profesional”, aclara Borja Ibarra.
Entrenamientos, motivación y mucho mar
El surf es un deporte duro. Especialmente para quienes lo practican en el norte. Las bajas temperaturas del agua, el viento, las corrientes del mar y la energía que desprende el Cantábrico convierte a los surfers más pequeños en auténticos deportistas de élite.
Lleguen o no a competir, los chicos entran en el agua a divertirse con condiciones no aptas para muchos adultos. Algunos niños, aunque no es lo más frecuente, comienzan a surfear con 4 o 5 años.
“Un niño de iniciación puede empezar a partir de los 5 o 6 años con condiciones pequeñitas y en verano. Tenemos el caso de un niño que con tres años chapoteaba en el agua con un corcho y con 6 años le he visto en la playa de Los Locos con su tabla dura y con olas. Pero se trata de un caso excepcional”, aclara Carlos Gómez.
Generalmente, continúa explicando Borja Ibarra, los niños que comienzan tan pronto suelen ser “hijos de surfistas, niños con raíces en el mar y en el surf”. Los más pequeños de la escuela, desde los 7 a los 10 años, cuentan con un nivel principiante avanzado. En esas edades, el entrenador, Carlos Gómez, se preocupa mucho por buscar para ellos los mejores días.
Se persigue que haga buen tiempo, con olas adecuadas para su nivel y para que no pasen frío. Aunque estos pequeños surfistas entran al agua con buenas equipaciones y neoprenos, es importante que no pasen frío.
El resto de los grupos se organizan en función del nivel y no tanto de la edad. Así, en la escuela hay un grupo de surf de iniciación que acude un día a la semana. Se trata de niños que aprenden un deporte mientras, además, socializan con otros compañeros. En el grupo de iniciación avanzada o perfeccionamiento empiezan a tener su propio material y entrenan un par de días a la semana.
Por último, cuentan con el grupo de competición con chavales que entrenan casi a diario. Este ir y venir de niños y adolescentes de todas las edades, con sus tablas y neoprenos, convierte a este rincón cántabro en una suerte de hogar del mar donde palpitan los corazones de los próximos campeones del surf.
Desde casi cualquier ventana de la Escuela de Surf Los Locos uno puede ver el mar, pero lo cierto es que el mar lo impregna todo, las conversaciones e incluso lo que se puede llegar a ver en las pocas pantallas y ordenadores de la casa.
Cuando cae el sol, Borja Ibarra y Carlos Gómez se sientan y ven y comentan los vídeos del último baño. Todas las maniobras de los pequeños surfistas son examinadas con mimo, dedicación y pulcro detalle por la técnica de los chavales. De hecho, con muchos de estos surfistas se hacen clases de video corrección.
“Nos ayudamos muchísimo de la videocorrección. Muchas veces crees que estás surfeando de una forma y cuando te ves te das cuenta de que no es lo que creías. Analizamos cada detalle y maniobra. Es también una forma de comparar tu surf con el de otros profesionales”, explica Ibarra.
Conciencia medioambiental y compañerismo
No todos los niños que entrenan en la escuela de surf quieren competir y, de hecho, no todos podrán competir, pero todos reciben el calor de una casa en la que cualquier niño es bienvenido, en la que se defienden los valores de la amistad y el compañerismo, del cuidado por la naturaleza y el medioambiente y el amor por el mar.
“La escuela de surf está para motivarles y que se animen a surfear porque es muy difícil que un niño en solitario y con su padre pueda avanzar. Los niños necesitan estar, además, con otros niños para disfrutar del mar y divertirse. Nosotros proporcionamos ese ecosistema para que crezcan en un ambiente de surf”, anota Ibarra.
Pero el surf no es solo un deporte para estos alumnos.
“Cuando surfean les alejamos de las pantallas con las que están todo el día. Es, además, la mejor forma de que aprendan el respeto al medio ambiente y puedan entender mejor la naturaleza. Cuando surfeas te enfrentas con ella”, afirma Ibarra.
Así, cada vez que se organizan recogidas de basura en playas de la zona, la escuela convoca a todos sus grupos para participar en estos eventos. Y no solo esto, surfear incluye otros valores que calan en los chavales. El componente de la amistad, por ejemplo es parte de este deporte. Un día pueden tener que rescatar a un amigo, otro día deberán animar y motivar a un compañero.
Alejo Ibarra | Txemaya
“Decir que haces surf tiene muchas cosas dentro. Las amistades que haces en el surf, por ejemplo, son para toda la vida porque compartes momentos mágicos. Viajar y el deseo por conocer otros sitios. La conciencia medioambiental y, por supuesto, la diversión. Cuando yo empecé a surfear, nunca pensé que estaba haciendo un deporte, solo pensaba que estaba haciendo algo que me divertía muchísimo. De hecho, en el surf, uno nunca dice que va a entrenar, dices que te vas a dar un baño o simplemente que vas a surfear. Solo caerte en el surf es algo divertido”, finaliza el director de la escuela.
La magia del surf en Cantabria
Entrenar y surfear con niños requiere de algunas cualidades especiales. Carlos Gómez, Charly para los chavales de Los Locos, es casi como un hermano mayor para muchos de ellos. Su empatía, los baños compartidos, las horas en el agua enfrentándose juntos al mar, lo han convertido en uno más de la cuadrilla.
“Confían en mí, e incluso me metieron en el grupo de surf de Instagram que tienen para hablar de sus cosas. Me hizo muchísima ilusión”, cuenta.
Mientras se cambian y preparan para entrar en el agua, las conversaciones entre neoprenos, toallas y tablas, se llenan de chascarrillos en los que el entrenador es uno más.
Aunque el surf es un deporte individual, en el agua hay que respetar unas normas y ser una piña. Puede que el valor de este equipo de surfers no esté solo en las medallas que Jacobo Trigo o Fernando Ibarra (otro de los chicos de la escuela que está despuntando) logran traer a Suances, sino también en la magia de compartir olas, bravura y diversión. En los baños con los amigos que llevarán tatuados en la memoria para siempre.
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