Ana Melero Zaera, Universitat de València
Sobrina, tú que has estudiado farmacia, ¡a ver cuándo me haces una cremita que me quite de verdad la psoriasis!
Así comenzaban casi todas las conversaciones con mi tío Juan. Y, de tanto oír la cantinela, un día me puse a pensar seriamente en cómo resolver su problema.
Para todos los que no están familiarizados con ella, la psoriasis es una enfermedad de la piel. Más concretamente una enfermedad inflamatoria crónica de la piel. De origen autoinumne, para ser exactos.
Se manifiesta de varias formas, pero la más habitual es la aparición de placas escamosas de color rojizo, que aparecen preferentemente en codos, rodillas y cuero cabelludo. Los que la padecen saben bien que se presenta en forma de brotes que alternan con fases en que remite. Ahora mejora, ahora empeora. Y así pueden pasar años, incluso toda una vida.
Si bien no podemos decir que sea una enfermedad hereditaria, sí está relacionada tanto con factores genéticos como ambientales (estrés, tabaquismo, infecciones, etc.). Y, aunque no es una afección que ponga en peligro la vida, repercute tanto en el ámbito físico como en el emocional.
Demasiados efectos secundarios
Cuando me decidí a profundizar en los tratamientos para combatir la psoriasis, me encontré con que, por lo general, se suele abordar usando un tratamiento tópico con glucocorticoides, esto es, fármacos que reducen la inflamación y la respuesta inmunológica local. En casos de psoriasis muy extendidas, se puede recurrir a fototerapia con radiación ultravioleta. Y solamente en casos muy graves se administran fármacos inmunosupresores por vía oral.
Lo preocupante del asunto es que consumir medicamentos de forma continuada por vía oral nos expone a posibles efectos secundarios a nivel global. Y como lidiamos con fármacos inmunosupresores, estos efectos pueden ser muy graves, porque alteran la capacidad de defensa del sistema inmune. La predisposición a sufrir infecciones de los pacientes crece. Incluso pueden convertirse en blanco fácil para los tumores.
¿Y las cremas? La vía tópica tampoco está exenta de riesgo en este caso. En general, los fármacos no atraviesan con facilidad la piel. Salvo cuando se trata de corticoides en cantidades elevadas, como los que usamos contra la psoriasis.
Además, si se tiene en cuenta que la psoriasis puede estar muy extendida, el fármaco se aplica en una superficie muy amplia, y de forma continuada. Lo que implica que se incorporan suficientes cantidades a la sangre para dar lugar a efectos no deseados importantes.
Nueva fórmula con liposomas
Ante este panorama, es fácil imaginar cuál fue mi descontento con las terapias actuales. Y por qué me puse manos a la obra para buscar alternativas, nuevos fármacos inmunosupresores. En mi laboratorio de la Universidad de Valencia elegimos uno de pequeño tamaño, ya que ésta es una característica fundamental para que pueda atravesar la piel, aunque no es el único requisito. Intentábamos que se pudiera absorber suficiente cantidad hasta las capas internas de la piel, pero sin acceder a la sangre.
El fármaco elegido fue la ciclosporina, que está aprobado para el tratamiento de la psoriasis. No es precisamente pequeño, ya que el límite máximo para que un fármaco atraviese la piel (500 Da) es menos de la mitad de su peso (aproximadamente 1 200 Da). Por eso, administrarlo por la piel supone un reto importante.
Probamos a administrar el fármaco en forma de cremas clásicas, pero no conseguimos que llegara a la zona de la piel donde se genera la psoriasis. Para solventarlo, diseñamos unos sistemas transportadores basados en nanotecnología llamados liposomas, que se prepararan con componentes muy parecidos a los de la piel, además de otras sustancias habituales en cosmética.
Gracias a estos liposomas hemos conseguido que los fármacos lleguen al tejido donde deben actuar. Y lo que es más importante: según los ensayos in vitro la cantidad que llega a la sangre es tan ínfima que parece que apenas habrá efectos secundarios. Este trabajo se ha publicado en la revista Drug Delivery and Translational Research.
¿Objetivo conseguido? No. Aún tenemos mucho trabajo por hacer. Aunque hemos demostrado que administrar la ciclosporina por la piel es posible, tenemos que verificar que el efecto es el esperado. Para ello trabajaremos en modelos de enfermedad y en pacientes. Nos queda la fase de ensayo clínico, en la que debemos demostrar la eficacia de este nuevo medicamento en modelos de psoriasis y en pacientes. ¡Pero creo que ya tenemos un voluntario para probar nuestra fórmula!
Ana Melero Zaera, profesora contratada, doctora en Farmacia y Tecnología Farmacéutica, Universitat de València
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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