Por Energía16
25/03/2017
Cinco años. Es el tiempo que llevó el proyecto Keystone XL discutiéndose en Estados Unidos.
El proyecto recibió este viernes el visto bueno del presidente de EEUU, Donald Trump, respaldado por el cambio en la composición del Congreso de EEUU, que cerró las puertas a los ecologistas que luchaban contra este gran oleoducto. El plan de Keystone XL, iniciativa de la compañía canadiense TransCanada, es unir los campos de arenas bituminosas de Alberta, en el oeste de Canadá, con las refinerías de la costa del Golfo, en el este de EEUU –en el denominado PADD 3-, que concentra el 44 por ciento de la capacidad de refino de Estados Unidos.
Sería un gran paso para dar salida a las abundantes reservas de crudo pesado de la región de Alberta –cifradas en 168.000 millones de barriles, las terceras mayores del mundo por detrás de Arabia Saudí y Venezuela-, que hoy en día no encuentran capacidad para ser refinados en Canadá. De hecho, según la Administración de Energía de Estados Unidos (EIA, por sus siglas en inglés) Canadá producía 4,6 millones de barriles al día en septiembre de 2014, mientras que su capacidad de refinación es de 1,8 millones de barriles al día. Es decir, casi dos tercios de la producción canadiense tienen que ser enviados a los mercados internacionales para ser procesados.
Hasta ahora, los productores de la región no tenían más posibilidad que el transporte por ferrocarril para hacer llegar el petróleo pesado y extrapesado a las refinerías de la Costa del Golfo, en convoyes que, aunque encarecen el ya de por sí caro crudo de las arenas canadienses (los operadores necesitan que la cotización del barril se sitúe en los 70 dólares para conseguir rentabilizar la producción), se han convertido en un fuerte competidor al futuro oleoducto.
Keystone XL es un proyecto de ampliación de una infraestructura ya en funcionamiento, el Keystone. Una vez terminado contaría con 1.200 kilómetros de longitud, de los que ya están construidos el 40 por ciento, que permitirá trasladar hasta 830.000 barriles diarios. Es decir, hoy se puede transportar hidrocarburos desde la ciudad de Steele, en Nebraska, con Cushing (Oklahoma) y Nederland, en Texas. Pero falta por construirse el tramo entre Steel y Alberta, en Canadá.
Es precisamente este tramo internacional el que más controversia despertó, además de las declaraciones de impacto medioambiental que tanto costaron conseguir.
Alternativas a Keystone XL
Aunque Keystone XL ha levantado mucho revuelo, lo cierto es que existen otras alternativas para dar salida al crudo pesado de Alberta, ya sea a Estados Unidos o a otros países, lo que cambiaría considerablemente los flujos del crudo de y a Norteamérica (ver gráfico 3).
La primera de ellas es la ya existente: el ferrocarril. Según el Departamento de Medioambiente de Estados Unidos, actualmente, 20 convoyes diarios cargados con petróleo recorren Montana desde Canadá para llegar a la costa del Pacífico, y podrían llegar hasta 137. “Las tuberías son más eficientes y más seguras, pero sólo van a un lugar. El ferrocarril da libertad para explotar las diferencias de precios que hay en los distintos mercados. Y la demora de Keystone ha hecho del ferrocarril una opción estratégica, no sólo una última opción”, afirma Patrick Barkery, director de Investigaciones Económicas de la Universidad de Montana.
Junto con Keystone, la misma TransCanada ha propuesto otro proyecto de oleoducto que conduciría el crudo de Alberta hasta las refinerías del este de Canadá, hasta el puerto de Saint John. Esta infraestructura podría entrar en funcionamiento en 2018 y tendría la misma capacidad de transporte que Keystone XL, y supondría una vía de salida hacia Europa –mucho más rápida que los puertos estadounidenses-, ahora que la Unión Europea mira con recelo los movimientos de Rusia.
La competencia más directa de TransCanada, Enbrige, cuenta con varios proyectos en marcha. De hecho, la empresa dispone de más de 25.420 kilómetros de tuberías en América del Norte, que transportan 2,2 millones de barriles de hidrocarburos al día. Esta cifra supone casi el 70 por ciento del petróleo de Canadá con destino a EEUU –lo que supone un 15 por ciento, aproximadamente, de las importaciones de crudo de Estados Unidos-.
Y la compañía quiere seguir sumando kilómetros de oleoductos. Entre los proyectos que tiene en marcha se encuentran Northern Gateway, que llevaría el petróleo de Alberta hasta la costa oeste de Canadá, en concreto al puerto de Kitimat desde donde gestiona los envíos de más de 220 buques al año hacia Asia y la costa oeste de Estados Unidos.
Enbrige también cuenta con el oleoducto Alberta Clipper que introduce el crudo canadiense hasta Wisconsin. Esta infraestructura dispone de la misma capacidad de transporte que Keystone XL y, lo que es más importante, con el visto bueno de las autoridades estadounidenses.
Los escenarios
Con la aprobación de Keystone XL, los flujos de crudo hacia Estados Unidos pueden cambiar. Según los datos de la EIA –los últimos disponibles son del año 2013-, Canadá es el segundo país que más crudo exporta a EEUU, con un total de 3,1 millones de barriles diarios, lo cual podría influir en los otros países de los que el gigante norteamericano importa crudo. Los países más afectados serían aquellos que también exportan crudo pesado a Estados Unidos, como México y Venezuela, que podrían verse remplazados en EEUU por su vecino del norte.
Y si salen adelante, como ha venido sucediendo, los proyectos de infraestructuras de transporte que llevarían el crudo de Alberta a los puertos y refinerías de Canadá, –Repsol realizó un impresionante hallazgo hace semanas-, Estados Unidos podría aumentar las importaciones de los anteriores países. Keystone XL podría suponer un punto de inflexión; el cambio en los flujos de importaciones de Estados Unidos vendrá dado más por el aumento de la producción interna.